El ministerio de la verdad, por Heisy Mejías
Twitter e Instagram: @HeisyVisionaria
En tiempos totalitarios o con tendencia a dicho sistema, la cuestión sobre la verdad está rodeada de mucha oscuridad, aún más de la que normalmente está, por algo la filosofía se ha encargado de este tema. En un mundo «normal» la verdad es un constructo social, en totalitarismo es la “verdad absoluta” que está determinada por el poder dominante y que se disemina y distribuye como panfleto politiquero en todo el aparataje mediático.
Dado que es una cuestión de absolutismos, las dudas están demás y su mínima aparición ya es peligrosa para el sistema de pensamiento que se pretende imponer. Nadie critica ni debe hacerlo, «#AquíNoSeHablaMalDeChávez» es el lema de quiénes asumen que los sujetos políticos, es decir, gente que convive con otra gente, son una especie de dioses a los que jamás se les deba someter a juicio.
Estos espacios fungen como centros de lavado cerebral (si es que es posible eso y la gente no tuviera autodeterminación y discernimiento), que facilitan la aceptación paulatina de la sociedad al violento cambio simbólico por el que estamos pasando. Acaso nos preguntamos por qué Maduro es imagen de una harina de maíz o por qué en todo claustro ministerial o instituciones gubernamentales -incluyendo bancos- las primeras imágenes no son sobre la rama a la que se dedican sino los íconos de Bolívar (el nuevo), Chávez y Maduro, con la anterior afirmación en la que niega la posibilidad de desmontar al difunto como productor general de la tragedia venezolana.
Escenarios del Ministerio de la Verdad (Miniver) hay muchos, todos los ministerios están adheridos a este sistema. Todos marchan, todos uniformes, todos votan y todos deben estar al pie del cañón cuando su actuación anti política sea necesaria.
No importa si son eficientes o no en su trabajo, si saben o no lo que hacen en las labores. Aquí lo más importante es la lealtad que se tenga al sistema. Por ello, más de un compañero ha amenazado a otro por no parecer «demasiado revolucionario» y así, más de uno ha sido acusado, perseguido y botado por no apoyar a la causa.
La «derecha endógena» que criticaba en espacios de la «izquierda», era mal recibida entre chavistoides descerebrados que obviamente se niegan a sí mismos como izquierdistas. Tampoco importan mucho las ideologías ni los estudios antropológicos, históricos o filosóficos sobre el caso. Hemos visto cómo doctores y cum laudes han erigido columnas inamovibles en torno a LA VERDAD totalitaria del régimen chavista-madurista.
Consiguen una justificación -aunque sea absurda y fantástica- para argumentar los desastres de una pésima gestión. Quizás porque los mismos no sean productos del «se me salió de las manos, la injerencia nos afecta» sino de un macabro plan totalitario que busca menoscabar nuestra dignidad humana y reducirla a la miseria más grande de la historia venezolana; por algo somos el país más miserable del mundo por tercer año consecutivo.
De igual forma, como dije anteriormente, la verdad es una construcción social que deviene de nuestra visión del sistema-mundo. Ellos podrán decir misa, pero al fin y al cabo, somos nosotros lo que determinamos qué pensamos y cómo lo pensamos y en definitiva, qué decimos y cómo lo decimos y aunque muchos no puedan manifestar su descontento abiertamente, siempre les quedará el espacio de la consciencia para desnaturalizar lo que a fuerzas pretende ser normalizado.
Secretaria Juvenil de Unidad Visión Venezuela