El misterio Gorrin, por Fernando Rodríguez
Entre los misterios que me rodean, y que son muchos, (Venezuela es un espejismo, un oxímoron, una fake news, un rollo enrrolladísimo), está el de Raúl Gorrín, más exactamente Raúl Antonio de la Santísima T. Gorrín Belisario, como dice el cartel de “se busca”, similar al de los westerns, puesto a circular para su captura, entre los más buscados, por los Estados Unidos. Igualmente, la noticia de hoy habla de que situación similar tiene en España, donde ya se le han incautado propiedades millonarias.
En alguna parte leí que el monto total mal habido que se le atribuye ronda los mil millones de dólares. Habría que agregar que esa platasustraída por el sujeto es venezolanísima, tuya y mía y sobre todo del migrante que duerme en el macadam de un recodo de la carretera interminable que lo llevará a Quito o a Lima o a la muerte. Bueno, se dirá que tampoco es un caso tan misterioso, porque debe haber legiones de esa especie, que deben andar en algunos recovecos del ancho mundo, silenciosos y atemorizados, escondiendo sus alforjas. A lo mejor este caso solo es destacable por el monto, por el voraz apetito de Raúl Antonio de la santísima T.
Pero, además, lo misterioso es múltiple en este caso. Lo primero es dónde anda Gorrín. Aquí o en alguna aldea turca disfrazado de campesino local. Si es aquí, o está clandestino o el gobierno lo protege o lo ignora. Grave esto último, porque repetimos es plata venezolana, buena para diálisis y quimioterapias…Alguna respuesta tendrá que haber que desconozco.
Lo otro, el verdadero gran rollo, es que es dueño del “principal” canal informativo del país, Globovisión (las comillas son porque en la televisión venezolana actualno existe nada principal). Y además un canal que tiene “su” política, muy beligerante. Digamos que el caballero de la T se permite hacer política en el país a pesar de tantos pesares, y con un arma de grueso calibre, con un canal informativo, sin telenovelas digamos, y con muchas intenciones.
Sería complicado explicar los aspectos fundamentales de esa tarea política, bastante cambiante. Pero en general se podría definir como pacifista y tendiente a que los adversarios mayores se den la mano. Ahora con un marcado énfasis en la llamada mesita, al menos por sus primeros actores. Pero en el pasado altos dirigentes de ambos bandos irreconciliables (Barbados, Oslo, Santo Domingo…) solían hacerle promoción, ¡cuñas, coño!, sobre todo elogiando su pluralismo, refugio de todos. Ya se sentía ahí algo que no cuadraba. El canal había sido comprado, en las sombras, para desalojar al Ciudadano y “exiliar” a los Zuloaga y ponerlo al servicio de la Causa. Y no resulto tan así, al punto que más de una vez oí a voceros del chavismo duro hablar horrores de Gorrín y su banda. Pero ahora parece haber paz y convenimientos y la programación guarda ciertos equilibrios loables, aunque respeta la amplia censura de Conatel y se apresura a hacer cadenas. ¿Qué busca el señor Gorrín y con quién se entiende? Pues no se sabe, yo no lo sé mejor.
Y, por último, me pregunto si no les altera el sueño a los que viven en esa casa, el que sea la de tan notorio delincuente internacional. Y, por supuesto, no me refiero a los que se ganan el pan allí y eso no les incumbe, desde el luminito y el escenógrafo al locutor o al reportero. Pero los que protagonizan ideológicamente deben tener dilemas que les perturba el alma. Algunos que conozco son gente decente, de buenos modales. Esa es otra incógnita.
Todo ello amerita un poco de claridad. Es una novela policíaca, de las negras y de buena calidad, con capítulos internacionales y todo. No nos pueden dejar sin la clave para armarla.