El nudo gordiano, por Aglaya Kinzbruner
Twitter: @kinzbruner
Timeo de Tauromenio (Taormina) fue un historiador griego que vivió noventa años, (350 – 260 AC) gracias seguramente a la dieta mediterránea y quizás también a que la ciudad en que nació es una de las más bellas del mundo. De esa ciudad se puede ver, desde el teatro griego, mirando hacia el sur-oeste, el volcán Etna (3357 m) cubierto de nieves blancas. Con la ayuda de unos binoculares y un poco de fe, hasta se pueden ver los rojos ríos de lava que lo cruzan. Mirando hacia el este en un día claro se ve la costa de Calabria y al norte el mar color turquesa y las flores rojas de las trinitarias que caen en cascada por los acantilados.
A él le debemos la leyenda, mito o realidad histórica de la Espada de Damocles. Corrían los tiempos de Dionisio el Tirano (430 – 367 AC) quien no era malo sino malísimo. Le gustaba mantener a los habitantes de Siracusa en un estado de terror constante. Todo lo que sucedía le era referido a él y, si no le gustaba ni tantito, enseguida venía y perseguía al culpable de una supuesta insubordinación. Había una formación rocosa a la entrada de la ciudad en forma de oreja, llamada la Oreja de Dionisio que nos evidencia hasta qué punto era temido. No había actividad alguna de la cual el Tirano no fuese informado.
Damocles pertenecía a la aristocracia local. Siempre se le acercaba a Dionisio para decirle cómo lo admiraba, Un día Dionisio cansado de este señor por lo jaleti le dijo que mirara bien a su alrededor. Fue entonces que Damocles vio una gran espada sobre su cabeza que pendía de un hilo de crin de caballo. Viendo que apaciguar al tirano era misión imposible, es dado suponer que puso pies en polvorosa.
En cuanto al tirano cada día inventaba alguna forma exquisita de atormentar a su pueblo para controlarlo lo más posible. El control siempre fue el arma de los tiranos que se divierten de esa manera tal cual un gato con un ratón. Sin embargo, no todas las formas de control son siempre malas (a veces son pésimas). Los romanos censaban a los pueblos sometidos y eso nos da una idea del tamaño del antiguo imperio.
Quizás ésta sea la razón por la cual, en el país se ha tomado la importante decisión de cedular al pueblo. No es que los venezolanos anduvieran sin cédula como cualquier hijo de vecina, sino que esta nueva sería supuestamente mucho mejor, dando más información a quienquiera la necesite. Y si uno se pone a estudiar el asunto sin demasiada suspicacia, la idea no es tan mala como parece. Porque hasta la fecha cualquiera podía decir que se le había perdido la cédula, entraba como Pedro por su casa a una oficina de identificación y al poco rato, un día o dos o una semana o dos, ya estaba estrenando cédula nueva.
Eso no puede ser. Tan fácil así no se vale. Es por eso que queremos contribuir de alguna manera con la agilización de este proceso. Si todos ponemos nuestro granito de arena, pronto seremos la nación con más y mejor cedulados del mundo.
Por ejemplo, en la parte donde el instructivo pregunta en qué hospital hemos nacido, se puede ampliar la respuesta ofreciendo tres opciones, a saber, A) en la casa con una comadrona, B) en un pasillo esperando cupo hospitalario C) colgando de una liana como Tarzán. Escoja lo más oportuno. Donde se pregunta cómo fue el parto, también se pueden ofrecer tres opciones, A) cesárea, B) parto normal, C) no se consiguió hospital y la mamá tuvo el muchachito (o sea uno) con un bombero.
En cuanto a la constancia de residencia la cosa se complica un poco, ya que no se puede gestionar esa constancia sin cédula y si ésta es necesaria para conseguir la misma cédula ya antes mencionada, nos encontramos frente a un verdadero nudo gordiano.
Aglaya Kinzbruner es narradora y cronista venezolana.
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