El nuevo CNE no es un avance, por Gonzalo González
Mail: [email protected]
El país habló con claridad el 6 de diciembre pasado. La ausencia de los centros de votación de más o menos el 80% del electorado demostró que la ciudadanía no confía en el sistema electoral ni en un CNE controlado por el chavismo como garante del voto en tanto que expresión de su voluntad soberana; no se siente representada por quienes se arrogaron la condición de oposición (mesitos y alacranes), no le concede legitimidad ni legalidad al Parlamento surgido de esos comicios y dejó claro que no volverá a los centros de votación si no se producen los cambios que le devuelvan al voto su condición de instrumento de la voluntad ciudadana.
La exigencia de cambios sustantivos en el sistema electoral, en la composición del CNE —comenzando por su directiva y siguiendo por su estructura— no es una exigencia maximalista. Es lo adecuado para que la ciudadanía empiece a recobrar la confianza en el voto. Y la vía electoral pueda contribuir al comienzo de la resolución del conflicto político. Conflicto que nace de la ausencia de legitimidad de origen, de gestión así como de la condición dictatorial del régimen.
Cualquier jugada o iniciativa política que no tome en cuenta lo anterior corre el riesgo cierto de no ser acompañada por la ciudadanía.
El caso es que un grupo de dirigentes políticos y ciudadanos agrupados en el Foro Cívico (FC) —partidarios de que hay que votar a todo evento y de que las condiciones son asunto secundario— decidieron proponer candidatos a integrar la directiva del CNE ante el Comité de Postulaciones de la AN electa el 6 de diciembre pasado en las circunstancias conocidas.
La dictadura vio con claridad la oportunidad de hacer un negocio político de bajo costo y alta rentabilidad política y decidió incorporar a los postulados por el FC en la nueva directiva del CNE. El resultado ha sido la designación de un directorio del CNE integrado por tres rectores chavistas y dos rectores provenientes de la lista de postulados por el FC.
Sectores e individualidades del campo democrático han saludado el acontecimiento de manera positiva: un gran avance, un primer paso auspicioso, un acto de realismo político, se rompe el inmovilismo… son algunos de las valoraciones vertidas al respecto. Se reivindica como un avance neto en términos de ganancia de poder e influencia en el organismo comicial tener dos rectores en vez de uno.
*Lea también: Votar en Madrid, por Fernando Mires
Difiero de tales valoraciones positivas. Considero la jugada un perjuicio para el campo democrático. El ganador neto de ella es el chavismo porque favorece sus objetivos y es funcional a su estrategia.
La operación política del FC no contribuye a recuperar la necesaria unidad de las fuerzas democráticas por ser una acción unilateral y voluntarista. Además, complica la concertación en la materia entre los Estados Unidos y la Unión Europea.
El chavismo mantiene su control del ente electoral por retener la mayoría en el directorio. Lo recomendable y recomendado ampliamente en virtud de la crisis política era un CNE integrado de forma equilibrada como señal positiva hacia el país y la comunidad internacional.
Esa correlación de fuerzas en la directiva le permita al chavismo seguir manejando a discreción al ente, bloquear cualquier propuesta que sienta va en detrimento de su objetivo continuista; por tanto no hay tal ganancia potencial de poder e influencia por tener dos rectores en vez de uno.
No existe o no se conoce acuerdo previo entre el PSUV y el FC de impulsar un proceso de cambios sustantivos en el ámbito de lo electoral que rescate la confianza de la sociedad en el voto. Tal vez no exista porque ya decidieron a todo evento concurrir a procesos electorales.
El FC le concede de entrada legalidad y legitimidad a la AN de diciembre y a la designación del CNE a cambio solo de dos rectorías.
De rebote y objetivamente se reivindica la política y la acción de mesitos y alacranes rechazada por la sociedad; sectores hoy coaligados mediante acuerdo suscrito hace poco.
La presencia de dos rectores provenientes del campo democrático le sirve al régimen para: maquillar y confundir sobre sus propósitos continuistas y condición dictatorial a la comunidad internacional democrática, a su campaña a favor del levantamiento de sanciones, a dinamitar la unidad democrática, a darle credibilidad a un supuesto proceso de apertura que alguien fuera de foco y ditirámbicamente ha calificado de perestroika maduriana.
Por cierto, aguas abajo en la estructura del ente comicial ya se empezó a verificar el uso de la mayoría roja, de la acción dorada: la Junta Nacional Electoral, segunda instancia en la jerarquía y clave en la organización de los comicios, la dirigirá un chaviano, para guardar las formas el segundo es de la dupla del FC.
Dudo que en las presentes circunstancias el chavismo tenga incentivos para relajar su control antidemocrático, ilegal e ilegitimo de los procesos electorales.
Sin la comprensión cabal del tipo de régimen al que se confronta, sus fortalezas y debilidades así como a la construcción de una convergencia de fuerzas democráticas amplia, sólida, sustentable, a una concertación con la comunidad democrática internacional para ejercer una presión intensa y sostenida que le complique la gobernabilidad al chavismo, no habrá cambios positivos.
Gonzalo González es politólogo. Fue diputado al Congreso Nacional.
TalCual no se hace responsable por las opiniones emitidas por el autor de este artículo