El país incompleto de Rafael Cadenas, por Gioconda Cunto de San Blas
Twitter: @davinci1412
«Florecemos en un abismo».
Rafael Cadenas, «Memorial» (1977).
Ya había ganado el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, el Premio de Literatura y Lenguas Romances de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, el Premio Internacional de Poesía Federico García Lorca, el Premio Nacional de Literatura, el Premio Alma Mater de la Universidad Central de Venezuela y varios más. Faltaba solo el más prestigioso premio de la lengua española, el Premio Cervantes, y acaba de ganarlo en la edición 2022 por «su obra [… que] demuestra el poder transformador de la palabra”. Hablamos –por supuesto– de Rafael Cadenas, poeta por antonomasia.
No seré yo quien haga una exégesis de su obra literaria; carezco de méritos para ello. Sí me detendré en el Cadenas ciudadano, en el «viandante dispuesto a luchar sin estridencias contra la barbarie», como acertadamente lo describió Elías Pino Iturrieta en reciente artículo. Ese que de militante del partido comunista en su juventud, se decantó en la madurez hacia un escepticismo prudente, porque a juicio suyo, no es motivo de vanagloria pensar en la vejez como se pensaba en la juventud. «Dediqué mucho tiempo a esa religión laica llamada comunismo, sobre la cual aún hoy lucubran intelectuales europeos». Hoy tacha de dictadura dinástica a todo régimen comunista; insiste en que las ideologías, una vez oficializadas, traban el pensamiento libre; y añade, cáustico: «Se proponen liberar a los seres humanos y comienzan por privarlos de libertad».
En entrevista realizada en 2014, el periodista recuerda que en 1958 Cadenas publica «La isla», un poemario que se abre con una cita del polaco Czeslaw Milosz: «Infeliz bajo la tiranía, / infeliz bajo la república, / en una suspirábamos por la libertad, / en otra por el fin de la corrupción». Y pregunta al poeta: ¿Por qué suspiran hoy en Venezuela? «En Venezuela, porque se va reduciendo a diario el margen de libertad».
El discurso de aceptación del Premio Reina Sofía (2018) es ocasión para reiterar una vez más su apoyo irrestricto a la democracia y su compromiso con la libertad. «Hay palabras tan principales, por ejemplo, libertad, justicia, democracia, civismo, honestidad, que cuando se ausentan de un país tornan muy difícil para sus ciudadanos el hecho de vivir realmente. Esas palabras, además, deben corresponder a lo que designan».
No deja pasar la ocasión solemne para insistir en la enseñanza del idioma como arma contra las dictaduras de todo pelaje: «Quisiera, sí, señalar la importancia del lenguaje en el ejercicio de la política. Tiene la enorme tarea de enfrentarse a la neolengua de todo totalitarismo, un peligro para los seres humanos porque los vuelve absolutamente dependientes del Estado», una velada invitación a los políticos o a quienes aspiren serlo para enriquecer su lenguaje y usarlo en favor de las mejores causas. Su discurso lo cierra con una reiteración de la amistad entre Venezuela y España, recordándoles con picardía a quienes la adversan por motivos ideológicos, que su reclamo lo expresan en español.
Al poeta le duele su país, nuestro país. Su inspiración poética no lo aleja de la mirada atenta al devenir del venezolano. Una y otra vez propone ideas que sirvan para adelantar soluciones políticas a la grave situación nacional: «En Venezuela nos urge instaurar la normalidad, que sólo puede ser democrática. Soy un gran defensor del diálogo; sin diálogo no hay civilización ni cultura. En mi país ha desaparecido. No se conversa. La democracia se trasciende a sí misma porque significa libertad». «El totalitarismo ha sobrevivido y ha vuelto, y no hay que descuidarse. Hay que defender la democracia». «Excluiré la palabra patria de mi vocabulario porque se ha abusado demasiado de ella con fines propagandísticos». Y para el exilio de hoy, en memoria del destierro que vivió en carne propia, víctima de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, también tiene una voz: «Se han ido varios millones de venezolanos, por lo que se puede afirmar que este es un país incompleto».
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«Ha habido práctica democrática, pero no educación democrática. Demócrata no es el que solamente vota en unas elecciones, sino el que lo es en todas partes, en su casa, en su trabajo, en la calle. Esa es mi idea de la democracia, es algo incluso espiritual, por eso trasciende la política».
Robando palabras de Sonia Chocrón, digamos entonces que «Rafael Cadenas es la voz visible, incólume, indestructible de un país que aún resiste». Celebremos, pues, al poeta Cadenas y también al ciudadano Cadenas.
Gioconda Cunto de San Blas es Individuo de Número de la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales. Investigadora Titular Emérita del IVIC.
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