El país necesita el gobierno de la ley, por Sixto Medina
El sábado 5 de enero de 2019 se comenzó a escribir un nuevo capítulo de la historia de Venezuela. La ilegitimidad de la presidencia de Nicolás Maduro –declarada por el Poder Legislativo de Venezuela– le ha dado mucho vuelo a la idea de una transición política. Todavía no están muy claros los cambios, ni las continuidades, que esa transición podría traer. La presidencia ilegitima de Nicolás Maduro y la Asamblea Nacional parecen ser los actores principales de este momento político.
El futuro político de Venezuela presenta algunas dudas y genera preocupaciones, el régimen tiene en sus manos varias crisis de amplitud nacional. Una economía seriamente lesionada, en caída y con fuerte hiperinflación, sin perspectivas de superación en el corto plazo. Una crisis humanitaria, dramática en la escasez de alimentos y medicinas. Una crisis en la seguridad ciudadana y una crisis muy honda en el sistema público de salud. Esta es la coyuntura. En su tarea de impedir que continúe escurriéndose el respaldo popular, Maduro ha acentuado la brutalidad de su conducta. Por otra parte, es impensable imaginar un escenario donde los militares se alejen de los asuntos políticos y económicos y no impongan parte de la agenda política.
En los tiempos presentes será crucial el papel del pueblo y de la fuerza armada y la transición hacia la democracia o a una dictadura depende mucho más de la vocación democrática o golpista de los militares que de Maduro o de los políticos de la oposición
La Fuerza Armada Nacional constituye, en la práctica, en tanto que institución y al margen de sus contradicciones internas y del mayor o menor malestar que pueda existir en su interior, la columna vertebral del Régimen de Nicolás Maduro. Aunque el segundo mandato de éste ha surgido de unas elecciones que han sido catalogadas por el Poder Legislativo y buena parte de la comunidad internacional como fraudulentas, la Fuerza Armada Nacional desempeña un rol clave en la conformación y asentamiento de aquel.
*Lea también: 23 de enero 2019: recuperar la democracia, por Ángel R. Lombardi Boscán
En el contexto descripto, el Poder Legislativo de Venezuela y los partidos opositores deben dar muestras de que están a la altura de las circunstancias de su patria y de las necesidades de su pueblo. Muchas veces nuestra historia nacional ha caído en profundidades insondables por la confusión de ciertas personas con responsabilidad política respecto de la evaluación de los temas relevantes. Muchas veces el creerse indispensable o el considerar que sólo el propio grupo de pertenencia debe disponer de todo el poder han llevado a que el sistema entrara en crisis con consecuencias funestas para la comunidad.
En esos casos, ciertas fuerzas políticas o ciertos líderes que representan un sector importante de la población, por falta de amplitud de miras, no cumplieron debidamente con su deber para con el país. Hay momentos históricos que muestran una gran desintegración política. Ese fenómeno se advierte hoy en nuestro país, superar ese fraccionamiento y establecer cierta organización en el escenario político es en estos momentos una obligación cívica fundamental.
Hoy la sociedad venezolana cuenta con una institución parlamentaria de mayoría opositora democrática, legitima, elegida con casi el 60 por ciento de los votos y dos tercios de los escaños que representa a todos los venezolanos, que refleja su diversidad y que se ha puesto la misión de una transición política, resultado de una elección histórica que ha sido alabada como triunfo de la democracia. De allí, ha surgido la idea de una transición política para restituir el orden constitucional y para que se convoquen nuevas elecciones libres, transparentes y democráticas para elegir un nuevo gobierno y el normal funcionamiento de la democracia, de un sistema auténticamente republicano basado en la división del poder, el Estado de derecho y la rotación de los cargos públicos.
Sería saludable que hicieran hincapié en esa necesidad tanto los sectores de centro izquierda como los de centro derecha del espectro político nacional. El país necesita asegurar el gobierno de la ley y, sobre todo, garantizar un marco de credibilidad a quienes están dispuestos a asumir riesgos para generar producción y trabajo
Debe reconocerse que en la oposición hay ciertos gestos innovadores que empiezan a insinuarse, allí donde la intransigencia parecía irreductible. En tal sentido, el año que empieza podría llegar a ser, sí no nuevo, al menos auspicioso. Si la oposición supiera articular parte de sus voces en un enunciado convergente y programático, habrá evidenciado que, para ella, el paso del tiempo si es aleccionador. De lo contrario, tendremos que concluir que, al igual, que el oficialismo, los años en su fila pasan sin que la permeabilidad al cambio indispensable, sufra el menor deterioro. Porque de eso se trata, al fin y al cabo: de transformar una cultura política en la que la unidad se alcanza a expensas del pluralismo político o el pluralismo florece en desmedro de la unidad.
La unidad de la oposición será clave para garantizar la transición democrática y la gobernabilidad.