El país no convalidó el referéndum fraudulento, por Gonzalo González
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La soledad inocultable de los centros de votación demostró que la ciudadanía no mordió el anzuelo de la consulta fraudulenta; reiterando con su ausencia el rechazo al régimen chavista y su deseo de cambio político. Casi que experimentamos una suerte de revocatorio pasivo.
El resultado oficial ofrecido por Consejo Nacional Electoral no es congruente con lo visto en la calle ni en los centros de votación. La ausencia de testigos y de observadores independientes fiscalizando el proceso también avalan las dudas sobre el resultado comunicado. Ni Chávez en su mejor momento llegó a rozar la cifra de diez millones de votos favorables y menos en los referendos vinculantes que convocó.
El chavo-madurismo se propuso varios objetivos con el referéndum. Ganar legitimidad y recuperar apoyo social presentándose como adalid del nacionalismo reivindicando el Esequivo. Recobrar la iniciativa política perdida con la primaria de la oposición democrática. Moralizar a sus huestes, movilizar y aceitar su maquinaria organizativa. La validez y consecuencias positivas de alcanzar esos objetivos pasaban, necesariamente, por el hecho de que la concurrencia a los centros de votación fuese medianamente caudalosa y aunque emplearon ingentes recursos públicos – con la posible comisión de los delitos de Malversación y Peculado de Uso – así como el uso de coacción, intimidación y amenazas contra empleados públicos, beneficiarios del Clap, bonos en dinero, contratistas y otros relacionados con el Estado para obligarlos a votar la mayoría social no concurrió a los centros de votación. La innegable ausencia ciudadana frustró el logro de los objetivos perseguidos.
Los convocantes del referéndum sufrieron una derrota sin paliativos porque: el chavo-madurismo se ha convertido en una marca tóxica que la mayoría del país quiere dejar atrás, es previsible entonces la falta de acompañamiento social a cualquier iniciativa procedente de quienes gobiernan, la dirección roja cometió el error de suponer que la desafección ciudadana podía mutar en apoyo al enarbolar la causa del Esequibo; la gente percibió que se estaba en presencia de una operación política sectaria sobre un tema de Estado que hubiese requerido una verdadera convocatoria nacional y de que los objetivos reales del oficialismo con el referéndum distaban de los públicamente proclamados; muchos ciudadanos (sobre todo en los sectores más carenciados de la sociedad) sintieron que lo planteado nada tenía que ver con sus necesidades reales y urgentes.
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Desafortunadamente, la sombra de la derrota también cubre a una parte (reducida, es cierto) de la dirigencia, personalidades, opinadores del mundo democrático quienes se empeñaron en avalar con argumentos poco sólidos esa operación política preñada de deficiencias de fondo y de forma. Incumpliendo la máxima de que no se puede contribuir a la materialización de la estrategia del adversario. Tampoco explicaron qué ganaba el país con el referéndum.
Algunos, se preguntan qué viene a continuación. Por lo pronto, Maduro ha anunciado que continuará insistiendo en el tema del Esequibo. Lo cual le exige a la oposición democrática acordar un posicionamiento común referente al tema para evitar lo ocurrido con el referéndum.
Lo cierto es que lo que viene dependerá de cómo el chavo madurismo metabolice el varapalo del domingo. Supongo que si no sufren el Síndrome de Hubris deberían estar seriamente preocupados y considerando, quizás, y entre otras cosas, cómo negociar en serio lo referente a levantar las inhabilitaciones y permitir un proceso electoral medianamente competitivo a cambio de la suspensión de las sanciones personales y de garantías para su seguridad y pervivencia como actor político. De lo contrario podría esperarse una radicalización irresponsable y estéril de sus posiciones en formato nicaragüense. Amanecerá y veremos, dijo alguien.
Gonzalo González es politólogo. Fue diputado al Congreso Nacional.
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