El país no se acabará, por Luis Ernesto Aparicio M.
Confieso que para escribir esta opinión me ha costado un poco de desvelo y bastante ansiedad. Lo que ha ocurrido durante los últimos días en Venezuela es un sinsentido sumado a una falta de valentía y adultez política por parte del poder que se aferra. Lo que se ha vivido no es parte de un libreto, como desde la comodidad del dominio se pretende hacer ver; es más bien la espontaneidad de un pueblo agobiado y sin opciones.
Lo ocurrido la madrugada del pasado lunes –siempre madrugada, como aquel que espera el letargo de la noche o la profundidad del sueño– va más allá de lo que se ha presenciado en todos los procesos electorales anteriores.
Abundan los comentarios y análisis sobre lo sucedido, al igual que las imágenes que han quedado para la historia política de Venezuela, con la gente que aprovechaba ese momento, aparentemente democrático, que se deja asomar cada cierto tiempo. Estas imágenes reflejan el deseo de lograr un cambio por la vía pacífica, democrática y constitucional.
Sin embargo, el reclamo se va como el agua entre los dedos, no porque no sea legitimo sino por la ausencia completa de alguna institución que le permita canalizar, objetivamente, las demandas.
Lo anterior confirma que la consolidación de proyectos que aspiran y mantienen el control sobre los organismos diseñados como contrapesos, se convierten en un sentimiento genuino de desamparo.
Al no haber forma institucional que permita canalizar las demandas de los ciudadanos, se producen muchos escenarios, que incluyen reclamos que intentan atraer la atención interna y externa, con la intención de encontrar respuestas justas y convincentes, es decir con las debidas pruebas que confirman, o bien la denuncia, o bien lo que objetivamente ha ocurrido.
Entendemos que el poder tiene la fuerza de la violencia y del control institucional, lo que no tiene es el poder del voto y, mientras no demuestren lo contrario, no es posible que lo pueda obtener de forma clara y bajo las normas y procedimientos establecidos en las leyes.
Si estoy equivocado, en consecuencia, desde el poder se debería demostrar que el voto aún permanece a su lado, acompañándolo muy a pesar de las penurias y de los multitudinarios reclamos. No obstante, el tiempo está demostrando y confirmando que no posee los elementos que le permita exponer que los vientos les favorecen.
La oposición venezolana ha cumplido y está mostrando las pruebas –al menos en las cantidades que les ha permitido el poder– de lo que ha venido denunciando. Allí se puede apreciar que lo que se ha reclamado está ceñido a lo objetivo y verificable. Mientras el poder aguarda en silencio, haciendo dudosas acusaciones.
Mientras eso ocurre, el ciudadano venezolano de a pie en su afán de obtener o captar la mirada de alguna entidad nacional o internacional alguna respuesta a lo que se sabe que es suyo, comienza a perecer bajo la violencia y las acusaciones de turno.
Entiendo que es lanzar palabras al viento, pero me atreveré a imaginar que podrían encontrar eco al multiplicarse. Es tiempo de exigir que los verdaderos políticos, que se encuentran aún en el círculo del poder, decidan dar un paso al lado y entender que la realidad se ha estrellado contra las falsas visiones que se tiene sobre la total preferencia de los venezolanos.
Hay que admitir que todo ha cambiado y que es tiempo de asumir el llamado para que se conviertan en la nueva oposición, que las verdaderas democracias funcionan de esa forma y que al intentar cambiar su curso y desempeño se intenta disminuir y anularla en su totalidad.
Al final, solo me resta hacer un llamado a todos los venezolanos que se encuentran en el poder: el país no se acabará por decisión de uno o dos, se acabará cuando las libertades y el poder de decisión de sus ciudadanos se borren por completo de las normas y leyes que deben imperar por encima de toda aspiración y delirio personal. Ha llegado el momento de que algún adulto político aparezca entre ustedes y, por qué no, entre los demás.
Luis Ernesto Aparicio M. es periodista, exjefe de prensa de la MUD
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