El paso y el giro, por Simón García
Twitter: @garciasim
Un paso es un movimiento para ir de un lado a otro. En el caso del CNE hubo también un giro que alteró la dirección predominante en la oposición y desplazó una estrategia que está en sus últimas, aunque un sector se resista a debatirlo y corregir rumbo. Lo importante, más que la secuencia, es el giro que da sentido al paso.
En la integración del CNE se alcanzó una excelente representación del país que lucha por conquistar transparencia y respeto al voto. En el acuerdo hubo la participación de nuevos actores políticos y una presencia activa de sectores sociales. Fue una negociación similar a la realizada para constituir la mesa Covax.
Se produjo un avance parcial dentro de un forcejeo donde el régimen jugó para preservar su poder y la oposición para reforzar su autonomía y su capacidad para reducir el ventajismo que impone la ausencia de democracia. La oposición logró lo posible y conveniente.
Nadie anda de triunfalismo. Se redoblan empeños para ampliar las garantías democráticas que motiven el voto contra el régimen. La opinión pública sopesa lo positivo y lo insuficiente del acuerdo.
No es una acción aislada. Ella sintetiza aspectos vitales como la vía preferente para el cambio político, la relación con la población, el tipo de enfrentamiento al gobierno y las acciones complementarias con la comunidad internacional, indispensable como recurso de presión.
Es también una adecuación obligatoria para evitar que el régimen controle todos los gobiernos locales y regionales y desde ellos impulse su sustitución por el Poder Comunal y la del voto secreto por la mano alzada. Se trata de acumular pequeñas ventajas a la hora de un revocatorio o la convocatoria negociada de una elección presidencial.
El gobierno paralelo, la línea insurreccional, el ahora sí de una descabellada invasión extranjera o el está cerca el fin de la pesadilla no han operado como factores reales de cambio. Hay que darle chance a otras opciones estratégicas y trabajar para volver a ser una alternativa para la mayoría de venezolanos que hoy mira a la oposición con baja credibilidad y mucha desconfianza.
*Lea también: CNE, la transparencia como prioridad, por Griselda Reyes
No es cierto que la oposición deba participar en elecciones solo cuando no esté Maduro y existan condiciones democráticas óptimas. Mientras esa transición no ocurra, las elecciones no democráticas deben ser aprovechadas para luchar por la reconquista de la democracia. El enfoque cambia porque aprendimos la lección de que la insurrección no es la vía para la resurrección de la democracia.
Competir en las próximas elecciones puede o no conducir a una victoria, pero abstenerse es empedrar el camino hacia Cuba. Nuestro gran desafío es cómo activar el máximo posible de unidad en medio de dos o más líneas estratégicas opuestas. Al menos, proponernos cesar la destrucción entre nosotros mismos.
Hay que centrarse en darle respuestas al país y defender a la gente. Porque los requerimientos para realizar cambios más estructurales no están a la vuelta de la esquina y nunca lo estarán si no trabajamos para tenerlos.
Los objetivos no electorales son complementarios con la importancia de mostrar electoralmente el repudio al gobierno, afirmar a la oposición en las sociedades locales, crear la comparación entre fines de gestión desde gobiernos para la gente y gobiernos para la opresión y el control.
La reconstrucción de Venezuela puede comenzar en diciembre. Aunque demore, hay que ayudar a implosionar pacíficamente al régimen.
Simón García es analista político. Cofundador del MAS.
TalCual no se hace responsable por las opiniones emitidas por el autor de este artículo