El pecado capital de matar a nuestro aliado natural, por Ángel Monagas

Twitter: @AngelMonagas
En política, en general, la existencia de amigos en el concepto común de fraternidad no es común. Resulta más conveniente enfocarlo como concepto de “aliados”. En política, “amigo” existe solo como una expresión meramente retórica.
La política es el dominio por excelencia de las paradojas. El concepto de “aliado” denota, tácitamente, la noción de “enemigo” u “oponente”. Entre aliados, o mal llamados “amigos”, hay encuentros frecuentes, diálogo permanente, colaboración, consultas, múltiples, mecanismos de reciprocidad; compartir datos, información y expresiones que indiquen unidad de propósitos.
El fundamento de la relación: la información
Un político informado es un político completo. Debe conocer a quienes le rodean y desde donde. El poder que da estar bien informado es invalorable; evidentemente que estar organizado es el complemento.
Con los aliados hay reglas para mantener ese flujo de información hacia todos los sentidos. Si un aliado está con nosotros debe, sencillamente, informar a la comunidad y no simplemente demostrarlo puertas adentro, para que cumpla el objetivo, también de alto valor.
En política, la desilusión que produce enterarse por otro u otros rompe “acuerdos”. Por ello, ser aliado es como bailar pegado: debes acercarte pero no pisarme.
Precisiones conceptuales
En política, la alianza sobrepasa lo personal, nos aliamos con lo que representa esa persona. El elemento simbólico es vital; he allí uno de los males contemporáneos de nuestros actores políticos: su incoherencia. Se venden como lo que no son. Por eso, muchas veces las “alianzas” se caen, se destruyen.
Chávez decía que “ser rico es malo” y logró alianzas en el mundo con el mal llamado “progresismo” y, al mismo tiempo, se dio una vida llena de lujos, de placeres, de viajes y su descendencia disfruta de beneficios como los herederos de un reino. Lo mismo sucedió con Fidel, Putin, etc. Terminaron convirtiéndose en lo que criticaban.
Eso mismo ocurre en el mantuanismo opositor del G4 de la MUD.
Allí empiezan a derrumbarse los imperios y, lógicamente, se deshacen las alianzas.
El ejemplo de Trump
Todo su comportamiento y verbo es el mismo, guardando las distancias, que el de muchos dictadores modernos: irreverencia, incontinencia verbal, despreocupación por el entorno, entre otros.
Nada más parecido a Chávez que Donald Trump. La diferencia, evidentemente, sería en cuanto a los logros y no a la forma. No me corresponde a mí, ni a este análisis, evaluar su gestión.
En Venezuela muchos políticos criticaron el afán de poder de Hugo Chávez y, paralelamente en su nivel, ellos hacían lo mismo. Es que otra regla importante —que no abordaremos en esta columna— es que nadie renuncia al poder voluntariamente.
Rómulo, Caldera, CAP, Chávez, eran auténticos “animales políticos”, zoon politikon descrito por Aristóteles hace más de mil años.
Aliados, quiénes
Las masas, los pueblos, también se alían con quienes ayudan en sus causas. El papa Juan Pablo II fue aliado de su pueblo polaco en la lucha por sacar del poder a la dictadura comunista.
El pueblo venezolano fue aliado de los pueblos nicaragüense y chileno para combatir a los dictadores Somoza y Pinochet, por mencionar solo dos. Aliado del pueblo colombiano, por muchísimos años, en su lucha contra la pobreza. Hoy, muchos no entendemos el maltrato hacia nuestros compatriotas en varias latitudes.
Los venezolanos deberían ser bien recibidos en Italia, España, Portugal, y no es así. Igual en Chile, Perú, Uruguay, Argentina, Colombia, Ecuador, las islas de Aruba, Curazao y Trinidad.
Uno puede entender la afinidad con Donald Trump, no obstante que fue más promesa que hechos. Al menos le dio un giro a la lucha en contra del régimen que nos gobierna desde hace 21 años. Ahora bien, nuestra alianza es con la nación, con los Estados Unidos, no exclusivamente con el hombre que la gobernó cuatro años.
Atacar a la nación aliada no es negocio
Es innegable el conflicto que hay en los Estados Unidos; sin embargo, aumentar esas críticas hacia el sistema que la sustenta no es bueno ni provechoso.
Muchos venezolanos, líderes, dirigentes y pueblo en general, otorgan a Maduro un triunfo que no existe.
Acusar a Biden de “comunista”, de “socialista”, no solo es irrespetuoso sino que es muestra de una gran ignorancia. Hasta 2016, el 99.9% de los dirigentes de la MUD eran aliados y militantes de la causa del Partido Demócrata. A los llamados “radicales” se les olvida que ese gran país es nuestro aliado natural.
Someter sus procesos al escarnio público es uno de los objetivos del enemigo común: el totalitarismo comunista.
Muchos queríamos que repitiera Trump, pero como suelo decir, en política no pasa lo que uno quiere sino lo que tiene que pasar.
Lo asombroso es que muchos venezolanos que viven en Estados Unidos anuncian la llegada del chavismo. ¿Por qué no se han planteado regresar, entonces? En el fondo saben que la madurez de sus militares y de las instituciones finalmente se impondrá.
Hago esta reflexión para que cese el daño, porque ese es el problema, lo colateral que queda. Por principio de inteligencia emocional, el efecto de las palabras es difícil recogerlo, anularlo o destruirlo.
Si de verdad hubo fraude, el sistema de justicia de EEUU lo descubrirá y subsanará. Con esos comentarios, posturas y hasta protestas, solo le están otorgando un mérito inmerecido a Maduro.
Lo político es comprometer a Biden, como espero lo haya hecho la clase política, por si acaso se asoma la posibilidad real de su asunción al poder.
¿Qué nos quedará si matamos a nuestro aliado natural? Sencillamente nada.
Ángel Monagas es abogado y comunicador.
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