El peligro de los «contrarios» al chavismo, por Ángel Monagas
Twitter e Instagram: @AngelMonagas
En su trabajo de grado para optar al título de Comunicadora Social con énfasis en Periodismo de la Universidad Javeriana de Colombia, Beatriz Turbay Rincón señala en la parte introductoria: «Una de las características fundamentales de un sistema democrático es la oposición. En otras palabras, desde que se abrió espacio en el mundo el sistema republicano y cayeron las monarquías, los gobiernos amparados bajo la cláusula de la democracia liberal se basan en la dualidad gobierno-oposición. Los electores ordenan quién debe ejercer el poder y aquellos que no reciben el respaldo en las urnas quedan en el derecho de ejercer la oposición a través del control político que ejercen sobre los gobernantes. Así, la oposición organizada se convierte en una veeduría pública y en una alternativa de poder».
Es decir, la oposición es legitimada de manera activa por el ejercicio de la soberanía popular, expresado a través del voto y su mayor responsabilidad es la «veeduría pública», es decir, controlar, fiscalizar, denunciar y de esa manera se hace una opción, una «alternativa de poder».
Mientras el proceso de elecciones en Venezuela se mantuvo más o menos legal, pulcro —pues no podemos negar las corruptelas del pasado—, ese papel fue ejercido en Venezuela de manera excelente por Acción Democrática y la propia izquierda de los últimos tiempos.
La ferocidad y la demoledora postura de AD frente a los gobiernos que le arrebataron el derecho a gobernar era digno de admirar.
A mi juicio, fueron muy buenos como «críticos» y muy malos a la hora de ejercer el Poder Ejecutivo. Ellos son hacedores de lo que se conoce como «chavismo».
El asunto, quizá al señalarlos hoy, casi 23 años después, es que la referencia actual el chavismo ha superado con creces los errores de AD y Copei, ante los cuales los tradicionales partidos pudieran ser vistos como unos boy scouts ante los marines del PSUV y el Polo Patriótico.
Triste y lamentable el caso de Voluntad Popular quien sin ejercer de pleno derecho un gobierno ya muestra su genuina vocación política: la corrupción.
Cuando la solución está en manos del problema
El designio de ser oposición no fue cumplido en los primeros años de gobierno de Chávez, y los intereses de una izquierda marxista, con miras a dominar Latinoamérica, supieron avizorar esas carencias.
Todo un plan y estrategia, que se ha cumplido inexorablemente a través del tiempo, ha llevado a la oposición venezolana a desligarse, desconectarse, de la interpretación real de las necesidades de una población.
Hoy la autodenominada «oposición»: MUD-G4, mesita, alianza, etc.; la mayor parte de ella no representa sino a una minúscula parte de la oposición nacional.
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Plagada de errores, de fallos y, a juicio de muchos, lejos de ser una solución, son un obstáculo para avanzar en el logro de una Venezuela mejor.
Lo que nos lleva a afirmar que la gravedad de la nación reside precisamente en que quienes quieren manejar la solución son parte de la endemia, del problema.
Salvación o destrucción… o qué
No voy a abundar en detalles sobre un plan concebido muy bien estructurado por el cuarto de guerra del chavismo y sus aliados internacionales.
El pacto de salvación nacional parte de falsas premisas y análisis. A la república no la salva tan solo salir del chavismo.
La sanidad reside en inmunizar el sistema ante los perfiles de muchas organizaciones que dejaron de ser lo que se aspira de una oposición, como lo señalé al principio. Liderazgos que deben ser legitimados y consustanciados con las expresiones populares.
Necesitamos tener una oposición real, auténtica y hay otros que ni para oposición sirven, pues su fin y propósito es otro.
Una oposición que hable claro y coherentemente. Que no zigzaguee, que no se doble sin partirse, que no se venda como lo que no es. Mercaderes de las relaciones de poder y no ejecutores de un mandato popular.
El ejercicio de la mentira como norma, hace imposible el éxito del plan de salvación nacional.
Mienten cuando le dicen a la gente que habrá elecciones presidenciales, que habrá nuevas elecciones parlamentarias. Menos, que la usurpación cesará.
¿Cómo es que muchos aspiran a gobernaciones y alcaldías con un usurpador en el poder?
El mayor peligro para los contrarios al chavismo
En Venezuela no tenemos una oposición seria, que presione de tal manera que obligue, que condicione el pase a otros escenarios de verdad democráticos.
Solo hay contrarios al chavismo. Muchos de la misma naturaleza ideológica y política de los que en mala hora ejercen el poder.
El mayor peligro para estos «contrarios», que quieren y van a participar en la burda elección del 21N, es que el chavismo ha decidido no compartir el poder, como pudiera creerse, sino terminar de hacerlos «cómplices» del desastre nacional.
Mañana muchos ganarán espacios que se creían perdidos. Se alegrarán. La ilusión reinará un tiempo. Es un avance dicen los dirigentes medios, quienes sentirán que son útiles en algo.
El problema vendrá después, cuando no puedan resolver el problema de la gasolina, del agua, de la electricidad, con un nuevo apagón mucho más largo que el pasado, el del hambre, de la inflación, en fin, cuando no puedan cumplir ni el 10% de las expectativas generadas.
Ya no basta sembrar «maticas» ni llenar las ciudades de pintura de tráfico amarillo para ganar el prestigio de eficiente.
En Venezuela, las ciudades tienen un periodo de más de 40 años de deterioro. Solo hemos visto gestiones cosméticas, que disfrazan y crean sensaciones falsas.
Ellos dirán, como muchos que me han llamado, al menos estarán vivos, ganarán espacios y políticamente pudieran accionar mejor.
Si realmente fueran «oposición» lo creería. El quid del asunto es que solo son «contrarios», movidos por el mismo interés de los militantes y dirigentes del régimen.
Ese es el peligro. Los venezolanos seguirán huyendo, teniendo como única alternativa los puertos, aeropuertos y alcabalas.
Pudiera venir y consolidarse una guerra civil entre las mismas facciones de la mafia gobernantes. Nada es impensable.
Entonces, en ese momento se cumplirá lo dicho por Simón Bolívar: «Llamarse jefe para no serlo, es el colmo de la miseria».