El plan es borrar la opción global, por Luis Ernesto Aparicio M.
Twitter: @aparicioluis
Al momento que comenzamos a sentir que nuestro día a día se estaba conectando más y más, entraba como una sensación de pertenencia a una gran comunidad, sentíamos que al fin encontrábamos un lugar en nuestro planeta. A esa sensación le comenzábamos a llamar: Aldea Global. Un título por demás grandilocuente, pero ajustado a lo que experimentábamos, todos en un solo lugar, con una verdadera interrelación más allá del simple intercambio de objetos, animales, prendas y que luego se fue transformando en comercio.
De tal magnitud era la vivencia que ya nos encontrábamos presenciando lo que estaba ocurriendo en un poblado a miles de kilómetros de distancia y con diferente huso horario, pero nuestro testimonio estaba presente como si se tratara de la casa del vecino. Una maravilla de la tecnología y un sueño cumplido para todos los seres humanos.
Hasta que esa Aldea Global, esta interconexión, comenzó a mostrar sus debilidades ante la habilidad que posee su creador para transformar y así llegar a utilizar los beneficios que las herramientas diseñadas, en propósitos contrarios a los que generaron el sistema global que hoy día existe.
Demostrando con ellos que, por alguna razón que muchos presumimos saber, todo lo que tenga que ver con la libertad y mucho más si se trata de la del otro, la del que se encuentra en desventaja geográfica y económica, pero sobre todo con la democracia, se va convirtiendo en una molestia. Globalizarnos estaba terminando de germinar su némesis, aquello que en realidad siempre ha estado presente: el individualismo.
En el último año transcurrido del siglo XXI, vemos como los discursos contra todo aquello que tenga que ver con la solidaridad global, la libertad, la búsqueda de otros lugares de mayor posibilidad para la sobrevivencia y sobre todo la democracia, van en aumento. Mientras que muy despacio avanza el llamado a cerrar las ideas y las acciones en las líneas imaginarias llamadas fronteras, creando la sensación de un falso bienestar solo para quienes se encuentren dentro de ellas. Manipulando y mintiendo se van creando los castillos de arena que son ofrecidos como refugio para los nacionales, la actividad comercial apuntando hacia adentro, sin relaciones con los otros, como si se tratara del siglo XVIII. Volver la mirada atrás, es la oferta que el populismo está entregando a aquellos que los escuchan.
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Como una gran paradoja, a estos predicadores baratos, les ayuda esa globalización que van ofreciendo liquidar. Esto porque su interconexión permite llegar a las masas en las que se encuentran un grueso de decepcionados por el fracaso de los lideres en brindar confianza, y por lo poco que han podido obtener de esta globalización.
En esta situación, es importante tener en cuenta que la tragedia que se avecina para la democracia y las libertades es parte responsabilidad de quienes han estado dirigiendo desde lo global. Los buenos ejemplos se van esfumando, y eso hace cuesta arriba su defensa, mientras que van enriqueciéndose en el mar del populismo, la propaganda de nacionalistas y otros que están medrando en este mundo globalizado.
Las elecciones en Francia representan una muestra de nuestra afirmación. La oferta nacionalista y el volver a mirarse al ombligo, va creciendo de manera peligrosa en aquellos países tomados como ejemplos de desarrollo, libertad y prosperidad, y de aquellos que no han hecho tanto, pero han mentido.
Aquí, muy cerca, la apuesta por un liderazgo contrario al respeto de los derechos humanos y a todo aquello que ofrece el marco democrático, es apoyado abrumadoramente. En otro mucho más grande y simbólico, una ley que deja claro el derecho de las mujeres comienza a ser utilizado como arma en la política, acercando con ello la vuelta al poder de un manipulador que juega, sin que muchos se den cuenta, a ser el primer presidente que, al muy estilo de caudillo bananero, les gobierne. A todos estos personajes, les beneficia la globalidad, la interconexión que odian y desean borrar como símbolo de la libertad humana.
Para su beneficio, así como han crecido las oportunidades en el campo del conocimiento, diría un amigo: en la comunidad del conocimiento, también ha crecido la habilidad de engañar y hacer ver que el mal de uno es culpa de muchos, por lo que a esos muchos hay que detener en el avance, a costa de lo que sea. Para ello utilizan la recurrencia y la presión que se ejerce desde los grupos que se han conformado a su alrededor, sobre todo aquellos que hacen vida en los sistemas de relacionamiento masivo ofrecidos por la globalidad. Mientras más presión sobre la fragilidad, mayor es el logro.
Y es que ahora estamos ante aquello que Friedrich Nietzsche refería sobre la división de la humanidad, algo así como: a la humanidad se le puede dividir en dos tipos, aquellos que poseen una mente fuerte y bien estructurada, a quienes no se les puede manipular tan fácilmente y son resistentes a ser sometidos; y en el otro extremo se encuentran aquellos quienes poseen una debilidad en sus pensamientos e ideas, que ofrecen la oportunidad de ser presionados por la mentira de otros hasta llegar a ser controlados por alguno que posee la capacidad de los primeros.
Pues bien, estamos en ese momento Nietzsche, hay unos que están aprovechando las posibilidades que ofrece la globalidad, para lograr sus objetivos. Ciertamente la globalización ha mostrado sus debilidades ante la pandemia y la guerra en Ucrania; situaciones que deberían permitir hacer los ajustes necesarios, como, por ejemplo, lograr una buena diversificación para que nada sea de control absoluto de uno o dos. También no es menos cierto que con la globalización se han expandido el conocimiento, las relaciones, la solidaridad y la democracia.
Diría algún filosofo, o soñador: el mundo globalizado es el ideal para la convivencia, el respeto y el derecho a vivir todos en este mismo planeta. Solo falta la voluntad de todos para evadir los cantos de sirenas que conducen a las rocas que intentan destruir lo que, hasta ahora, poco o mucho, se ha logrado por su intermedio.
Luis Ernesto Aparicio M. es Periodista Ex-Jefe de Prensa de la MUD
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