El populismo y la ventaja de llamarse de izquierda, por Luis E Aparicio M.
Twitter: @aparicioluis
Un programa del conocido periodista venezolano, Cesar Miguel Rondón, y un tuit de un viejo amigo, me han motivado para escribir un poco sobre uno de los grandes problemas políticos por los que transita la América Latina, específicamente el punto del camuflaje preferido del populismo. En este caso, el amigo del tuit hacía mención de que en Venezuela hacía falta un “movimiento de liberación nacional” y añadía, “no importa que sonara a izquierda”.
En el tuit, quién lo soltó, se había olvidado de que el hacerse o parecerse a la izquierda, ha resultado el disfraz favorito del autoritarismo. Y hay mucho que cortar sobre esto.
En uno de sus, por demás, muy buenos programas, Cesar Miguel entrevistaba a varios politólogos quienes intentaban explicar la situación por la que atraviesa la izquierda en Latinoamérica. En su introducción, mencionaba el principio del auge del socialismo en la región y mencionaba a unos supuestos –el subrayado es de mi autoría – socialistas: Hugo Chávez, Evo Morales y Daniel Ortega, como los que comenzaron el boom de la izquierda. Sin embargo, como quiera que ya hemos insistido en el perfil de estos populistas, dos de ellos devenidos al autoritarismo, muy propio del populista, –Chávez y Ortega–, atrincherados en la izquierda en la cual encuentran el mejor de los discursos para la venta de sus mentiras, volveremos a revisar, un poco más, las razones para resguardarse, o en este caso disfrazarse de ella, y lo que eso ha significado tanto para la izquierda, como para sus somnolientes representantes más destacados.
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Tanto la vieja, como la moderna izquierda, por muchas décadas han sostenido entre sus principios fundamentales trabajar por un ser humano libre, viviendo de manera digna y sobre todo reconocido por todos como un igual, sumado al valor del sistema democrático como garantía de los primeros. Sus discursos han estado cabalgando a través de todos los continentes y en ellos, sus mejores representantes, han ejercido presidencias ajustadas a estos compendios.
No obstante, siendo estos principios el mayor apalancamiento que han tenido los lideres de izquierda, mucho más al desaparecer la Guerra Fría, muchos populistas y autoritarios se han colocado en esa misma línea, pero solo por retórica y provecho, más no por convencimiento.
El desfile de estos personajes en Latinoamérica lo encabeza Fidel Castro, quien luego de encontrar apoyos, incluso de importantes capitales cubanos, se autodenomina Marxista y corre hacia el comunismo. Pero más allá de eso, Castro en realidad demostró que su confesión debió ser la del dictador capaz de sacrificar a su pueblo con tal de permanecer en el poder.
Ya para finales del siglo XX, aparecen en escena otros eufemismos un poco más sofisticados, pero con el mismo propósito de llegar al poder y desde allí comenzar a desarrollar una estrategia que les permitiera ejercerlo con toda la autoridad posible, esta vez sin el uso de la fuerza, aunque Hugo Chávez, radical como siempre, al principio pensó que debía ser por el camino de la sangre y el fuego. No obstante, más adelante, y con la ayuda de unos pocos políticos involucrados en una izquierda que se encontraba como alma en pena, le convence para ir por las vías que ofrecía la democracia.
La ruta estaba concebida, era el discurso de la izquierda la que mayor capital genera para alcanzar el poder y solo faltaba el individuo capaz de hacer uso de algunos dotes para lograr vender un proyecto fácil de digerir. De esa manera el autoritario encontró su camino, arrastrando con ello a ese principio político o ideología, como quieran llamarle, y por descuido de quienes si creían en una izquierda democrática.
Y como dijo César Miguel Rondón, vinieron también Evo Morales y Daniel Ortega con la piel teñida de izquierda. Del trio Chávez, Ortega y Morales, el de mayor calado como dictador, ha resultado el nicaragüense, aunque nunca sabremos si el primero encarnaría al peor de todos, aunque ha dejado a Nicolás Maduro quien, junto a su compañero de Nicaragua, se ha convertido en el segundo de los que mayores violaciones a los derechos humanos posee. Estos personajes dejan de lado uno de los principales objetivos de la izquierda como tal: el resguardo de los derechos del hombre libre. No quiero que se piense que Díaz Canel y otros que se asoman, no sean tan igual, pero esos dos son los más visibles.
Más allá de algunos genuinos representantes de una izquierda democrática que han tenido buena gestión de gobierno, el resto de quienes se han hecho llamar de izquierda son unos personajes del populismo que se han dejado colar entre la maleza desarrollando sus habilidades desde la posición del “izquierdista”, que es la más fácil y ventajosa para sus propósitos autoritarios y con ello violando los limites irrenunciables de la verdadera izquierda.
Por esta razón, más que necesitar parecer de izquierda, ella, sobre todo en Latinoamérica, debe ser pensada como otra alternativa más para la democracia de los pueblos. Hay una importante tarea en estos tiempos y es la de ubicar las cosas por su nombre, además de iniciar una campaña agresiva y denunciar, como lo indican sus ideales, la constante violación de los derechos humanos cometidas por todos los autoritarios que se dicen de izquierda, en especial Nicolás Maduro y Daniel Ortega, y con ello dejar la hipocresía y la retórica que algunos han manejado cuando se han referido a esos gobiernos.
Luis Ernesto Aparicio M. es Periodista Ex-Jefe de Prensa de la MUD
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