El que escupe para arriba le cae la saliva, por Beltrán Vallejo
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Tanto la ley contra el odio, como este reciente proyecto de ley antifascista aprobado en la Asamblea Nacional de Maduro en primera discusión, tienen características de diseño jurídico tipo adefesio y con una implementación profundamente discrecional por parte del sistema penal y sancionatorio del régimen, lo que permitirá que siga pintando con un barniz de burda legalidad sus acciones represivas e inquisitoriales contra la disidencia política en sus expresiones organizativas, discursivas, agitativas y de propaganda.
Se pretende por parte del régimen madurista que, sobre la base de nociones con poco fundamentos científicos, conceptuales, jurídicos, constitucionales y hasta históricos, continuar un proceso represivo en fase de agudización y que comprende todo este ciclo denominado “madurismo” desde el año 2013.
En caso de la ley contra el odio, el saldo es de decenas de detenidos cuyas penas se les ha impuesto en términos de discrecionalidad, subjetividad y con fines politiqueros y persecutorios meramente. No estoy seguro en decirles si en esas detenciones se hayan colado también odios personales, ambiciones monetarias o propósitos de chantaje, pero tengo mis sospechas en esta nación donde todo es sospechoso.
Sin embargo, voy a introducir el siguiente planteamiento: por mi condición de demócrata, es obvio que tengo que estar en contra de las expresiones políticas e ideológicas que promuevan la intolerancia y la persecución al otro por visión discriminatoria; tengo que estar en contra del racismo y del supremacismo; tengo que estar en contra por supuesto del pensamiento autocrático, del pensamiento único, del sexismo y de su perversiones machistas y misóginas y hasta homofóbicas; tengo que estar en contra del nazismo, del fascismo y también del comunismo totalitario; es obvio que como demócrata tengo que estar en contra de esas aberraciones históricas y estar a favor de la democracia, de la justicia social y de todo lo que promueva y consolide el humanismo, porque mi visión se centra en la grandeza del ser humano, y todo eso lo he aprendí, no por ser católico ni afecto a alguna religión, sino por los golpes que me ha dado la vida y por mis lecturas. Ahora bien, por todo eso enfrento y seguiré enfrentando con mi verbo y con mi cuerpo al régimen de Nicolás Maduro, ya que encarna a todo lo que debo resistir y enfrentar como demócrata.
Desde esa perspectiva, formulo lo siguiente: creo que esas leyes a futuro deben tomarse y reformarse, estructurarlas jurídicamente, fortalecerlas sobre mejores bases constitucionales, jurídicas, científicas, procedimentales e históricas, y tenerlas ahí guardadas para ser implementadas en un futuro proceso de transición que sin lugar a dudas estará impregnado de peligros y de desestabilización donde habrá quien intente sembrar la ingobernabilidad para que el retorno de la democracia sea abortado.
Es decir, ante el posible rebrote del odio, de la inquina y de la polarización que atentaría contra los esfuerzos de reconstruir la convivencia, que atentaría contra las aspiraciones de reunir a las familias venezolanas, de armonizar la sociedad, de consolidar la paz de la nación, pues es obvio que necesitaremos instrumentos jurídicos y legales que nos permitan espantar a las hienas y a los mensajeros de la maldad y de la confabulación violenta, ya que harán todo lo posible para que el régimen democrático no se restablezca o no se consolide.
Y por supuesto que necesitaremos un instrumento legal antifascista que frene el retorno de los restos políticos de esa mescla de neofascismo y de neototalitarismo del siglo XXI que ha estado subyugando las libertades políticas, las libertades sociales y culturales, y los derechos humanos en todos estos años de chavomadurismo. Claro que, a futuro, necesitaremos instrumentos legales que en la transición hacia la democracia extirpen de raíz el odio, la discriminación y el pensamiento único en la sociedad venezolana.
Así que hoy esas pseudo leyes contra el odio y contra el fascismo les tocará a los demócratas resistirlas o esquivarlas porque son instrumentos de maldad; pero mañana, si las reformamos con verdadera legalidad y democracia podrán ser instrumentos de gobernabilidad y de justicia.