El Quijote en Stalingrado, por Vladimiro Mujica
Dos historias me vienen a la cabeza pensando en el atropello atroz contra nuestra gente cometido por Nicolás Maduro y su casta al pasar la línea roja no solamente de violentar la Constitución sino de insurgir contra los principios fundacionales de la nación. Creo que no me equivoco si concluyo que muchos de nosotros no nos resignamos ni nos daremos por vencidos frente a la sevicia de quienes se creen dueños del país. La lucha continúa sin tregua, pero entre pensamiento y acción, el refuerzo intelectual y la reflexión son atenuantes poderosos de la frustración y el desaliento, los propios y los de la gente que nos rodea.
La primera historia es ficticia y literaria pero poderosamente enraizada en nuestra cultura y valores. Le dice Don Quijote a Sancho Panza en uno de los diálogos atemporales e inolvidables de la obra eterna de Cervantes, y que se podría adaptar sin ribetes a la realidad venezolana:
– Sábete, Sancho, que no es un hombre más que otro, si no hace más que otro. Todas estas borrascas que nos suceden son señales de que presto ha de serenar el tiempo y han de sucedernos bien las cosas, porque no es posible que el mal ni el bien sean durables, y de aquí se sigue que, habiendo durado mucho el mal, el bien está ya cerca. Así que no debes congojarte por las desgracias que a mí me suceden, pues a ti no te cabe parte dellas.
Habiendo durado mucho el mal, más de 25 años, un tiempo muy largo en una vida humana y muy impactante en la vida de una nación, sobre todo cuando la intención desde el comienzo de los tiempos de Chávez ha sido perpetuarse en el poder esgrimiendo la obra fundacional artera de la V República. No cabe duda de que todo ha empeorado irremisiblemente con Nicolás Maduro, y que en el chavismo disidente hay mucha gente respetable, pero todos los venezolanos tenemos que asumir la responsabilidad que nos corresponde en haber traído este germen terminal para la democracia. Los unos que se dejaron convencer con el carisma y la promesa de cambio del comandante, los otros que no defendieron adecuadamente la democracia. Ambos responsables, y con ambos habrá que contar para el cambio.
La segunda historia es la batalla de Stalingrado, el sitio y asedio que cambió el curso de la II Guerra Mundial. Recordemos que Stalin representaba un adversario común, por diversas razones, tanto para Hitler como para Churchill. El comunismo que se alzó con el poder en la Unión Soviética a partir de 1922, era percibido como una amenaza tanto para las democracias occidentales como para los planes expansionistas de la Alemania Nazi. Fue la visión trascendente de Churchill el elemento determinante para persuadir a los aliados de que era necesario contar a Stalin entre ellos.
Cómo me recordaron hace unos días, mi amigo sabio y extraordinario, Mikel de Viana s.j. llegó al extremo de afirmar en una oportunidad, en su rol como dirigente de la sociedad civil venezolana, que si para liberar a Venezuela de quienes pretendían convertirla en una colonia cubana del autoritarismo era necesario aliarse con el Diablo, pues habría que transitar los caminos de esa alianza.
Aliarse con el mal menor para combatir el mal mayor. La receta de Churchill que finalmente llevó a la derrota del nazismo.
Hay un poema/canción extraordinario de Pablo Neruda (Poema Neruda), un comunista indoblegable al tiempo que uno de los más grandes poetas de la lengua española, que navega en hermosas y profundas palabras sobre precisamente la batalla de Stalingrado. Es cierto que el poema elogia el heroísmo del pueblo ruso en combatir la agresión nazi, pero también se refiere a los aliados en Francia, en Inglaterra, a los americanos, y a todos los que conformaban el frente contra el fascismo de Hitler y Mussolini.
La casta del poder que rodea a Maduro, ha pretendido convertirse en heredera y expresión de la izquierda democrática, pero no lo son; representan el autoritarismo corrupto como lo han señalado cada vez con más fuerza Lula, Petro y Boric, además de todos los mandatarios de las democracias occidentales, las instituciones internacionales de más peso, como la Organización de Estados Americanos y la Unión Europea, todo ello además del proceso que se le sigue a Maduro en la Corte Penal Internacional por violación de los Derechos Humanos. Si hiciera falta algún otro elemento probatorio, ahí está la cobarde y sádica agresión contra María Corina Machado, líder indiscutible de la rebelión ciudadana, y la detención arbitraria del yerno del presidente legítimo de la República, Edmundo González Urrutia.
Estamos pues en presencia de una confrontación del pueblo libertario venezolano, contra lo que constituye, en la práctica, la invasión de un ejército interno del régimen contra su propio pueblo. Aliados en esta desigual lucha son todos, venezolanos y amigos de Venezuela, que contribuyan a generar la resistencia civil constitucional que debe oponerse al intento de la satrapía madurista por perpetuarse en el poder y que solamente puede exhibir alianzas con los gobiernos de Cuba, Nicaragua e Irán.
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Esa resistencia ciudadana, civil y militar, tiene el propósito último de reconciliar el país y refundar a Venezuela, pero para ello es necesario resistir e imponerse en el Stalingrado caribeño contra una legión de invasores que lamentablemente llevan nuestra propia sangre. Un proceso de rebelión, que obedece al mandato constitucional, que está en curso y que no se detiene con el 10 de enero. Prestemos atención a las enseñanzas de la convergencia imaginaria de Don Quijote con la gesta de Stalingrado.
Vladimiro Mujica es Doctor en Química. Profesor emérito de la UCV y actualmente en Arizona State University. Activista en ONG.
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