El racismo está vivo, por Rafael A. Sanabria M.
En Estados Unidos una vez más se repite el ciclo de represión policial desmesurada hacia los negros (que son muertos por alguna razón baladí) hasta reventar la situación por acumulación de faltas. Siguen días de desórdenes, destrozos, y luego todo vuelve a la (aparente) calma. Incluso bajo el presidente negro Obama los hubo y fuertes.
En Venezuela se mira eso como mal ajeno. Y lo es. Aquí no se padece tan marcada división racial. Pero el racismo lo hay aquí, menos contundente y más disfrazado sí. Hubo poemas populares cantando a la igualdad “porque mi sangre también tiñe de rojo”, que están fuera de época. Nuestros actuales “lentes” no nos permiten ver claramente la situación.
Segregación racial no es solamente reprimir a los negros. También los descendientes de los aborígenes son reprimidos y humillados. Hace años llegaron unos waraos a Caracas en plan de mendicidad ciertamente, pero no se les atendió sino se les envió de vuelta en buses “porque se habían salido” de su zona, dijeron escandalizados. Desde la Conquista cuando el argumento era que “los indios no tienen alma” hasta este llevarlos de vuelta a su corral no hay mucha distancia.
Se reprime con violencia pero las más de las veces con palabras, para herir y hacer retroceder. Superficialmente oímos “hola, mi negro”, “negra bella” y otros términos afectuosos. Los mismos negros entre sí hacen resaltar su negritud, muchas veces por orgullo pero otras para evitar ser considerados “aspirantes” a blanco, un asomado que no está invitado, un “salío”. Dicho a la mexicana un “igualado”. Otros muchos asumen la segregación, la internalizan y participan cual blancos de piel oscura. Así, no se creen negros sino morenos en gradación cromática que más bien es una gradación del orgullo.
“Tú eres más negra que yo” es un argumento usado, además de que refieren con preferencia al bisabuelo español sobre los demás ascendientes. Incluso se han tomado atajos para alejarse de su condición de negros y con la extendida creencia en “el poder de la palabra” repiten dichos contra los negros (“negro sólo sirve para rodapié”), participan en prejuicios infundados (“negros flojos”) y hasta intentan saltar fronteras bautizándose con unos nombres que no los nombran.
Un amigo “oscurito” que se graduó en Estados Unidos, desechó magníficas oportunidades y se vino para no ser allá un ciudadano de segunda, pero luego aquí se sintió de tercera. Él ya tenía más de 50 años cuando al fin se percató de las sutilezas de la segregación. Me dijo que en un paso angosto, por cortesía, siempre había cedido el paso al otro peatón.
Gradualmente fue cayendo en cuenta que si el otro peatón era también un “no blanco”, podía ser que aquel procediese igual, cediéndole el paso. Esto no sucedía si el otro era blanco, quien automáticamente tomaba la preferencia. Por reacción, comenzó a violentar la cortesía e intentar pasar siempre de primero. ¿Qué ocurrió? Con la mayoría, en este país de mestizos, no hubo problemas. Con los verdaderamente blancos sí hubo choques. Así, que en un paso angosto, cuando viene en sentido contrario otro peatón que es blanco, él endurece el hombro. Y embiste.
No es mi intención promover la violencia, muy al contrario creo que la luz de la razón ayudará a que seamos igualitarios en las palabras y en los hechos.
Debo aclarar que yo soy hijo de una negra, que es mi altar.
¿Será que por mi condición de tener ascendientes negros es que me duele pensar en las víctimas de la discriminación? Si no tuviese raíces negras, ¿en verdad diría lo mismo? Generalmente quienes discriminan son personas formadas en medios donde esa es la norma. El racismo y otras condiciones negativas tales como el alcoholismo, el machismo y hasta la corrupción prosperan más en medios profesionales específicos y en familias proclives. Unos nacen negros y otros nacen propensos a ser racistas. Pero eso no lo justifica.
- El racismo condena a alguien que no ha cometido ningún delito, y quien lo ejerce sí comete una grave falta que no es penalizada.
- Las víctimas del racismo son anónimas, gente sin relación con el victimario.
- El racismo ha servido para justificar la esclavitud, el colonialismo y sirve aún para justificar nuevas injusticias y explotaciones que –al igual que aquellas- dan buenos dividendos monetarios.
No tenemos una cura rápida y segura para el racismo. Pero al menos podemos reglamentar y reprimir sus expresiones. Analizar, denunciar, sembrar luz, amar. Una y otra vez.
¡Y qué vivan los negros!