El renacimiento de las universidades, por Bernardino Herrera León
Un grupo chileno de filosofía y estética llamado Pliegue estrenará este mes de mayo una serie documental bajo el título “Paradojas del nihilismo: La academia”, con una crítica demoledora contra las universidades.
Se trata de una crítica postmodernista anticapitalista, que considera a la universidad como instrumentos de opresión, que pretende “sustituir al pueblo con los expertos.”. “La “universidad no piensa al pueblo”, sostienen. Estos clichés son copia de la concepción marxista de la ideología. Ambas coinciden en suprimir o controlar a las universidades, acusándolas de institución de dominación.
¿Y qué sustituiría a la universidad? Según este grupo chileno el nihilismo. Las dos versiones de nihilismo. El anárquico y el que postula al superhombre. Ambos autodestructivos y destructivos.
Ingenuamente, creí que el debate sobre el nihilismo estaba superado, por infantil. Hasta que me vi rodeado de postmodernistas en la universidad. Aún observo a muchos jóvenes y profesores universitarios “comprando” estas ideas como si fueran nuevas. La siguen promoviendo grupos de izquierda, como al chavismo. Por eso sustituyen a las universidades autónomas por eunucos de maquilas.
El postmodernismo, como burda imitación del nihilismo, conduce inevitablemente a la anarquía. Postula que cada quien construye su propia moralidad, racionalidad y sentido de sociedad. Pero en el idílico escenario resultante, los únicos con ventajas son los delincuentes, que carecen de límites morales. La consecuencia es la barbarie, como ha ocurrido tantas veces.
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Lo cierto es que la sociedad sólo es viable en un sistema de convivencia social, con reglas de juego para todos. Esto no es ninguna idea. No es un enfoque. Ni una opinión. Es la diferencia entre barbarie y civilización.
Y hace mucho que las universidades, sumergidas en los estancos que llaman especialización, desertaron de educar sobre la base de este principio esencial.
Lo paradójico es que coincido con una parte de la crítica a la universidad que hace el grupo Pliegue. Del mismo modo como también lo hago parcialmente con la idea marxista de la ideología.
Pues, en efecto, la ideología es una ilusión diseñada para engañar y autoengañarse. ¡Justamente, el marxismo es una ideología!
Quienes me conocen como profesor universitario de la UCV saben de mi posición crítica por el bajo desempeño universitario. Por años me he dedicado en buscar las causas de la esclerosis académica. Al principio me sentí muy solo en ese empeño, pero luego, junto a otros colegas redactamos el “Manifiesto para el cambio universitario” (*), entre otras iniciativas.
La parte sustancial que comparto con el grupo Pliegue consiste la queja por el vacío intelectual que ha invadido a las universidades en las últimas décadas. No en el sentido “postmoderno”, como este grupo profesa, sino en el que resumió muy bien el físico estadounidense Alan Sokal en su libro Imposturas intelectuales, a cuyos argumentos remito (Leer sobre el “Caso Sokal).
En efecto, las universidades se hicieron cada vez más repetitivas y descontextualizadas. Alejándose de la realidad, abandonando el conocimiento. Ahora colapsan. Muchas no tienen idea de qué hacer para sobrevivir al derrumbe.
De las entrañas de la universidad repetitiva e ideologizada surgió su propia destrucción. Las universidades venezolanas son un claro ejemplo. La UCV fue sede de la constituyente que otorgó plenos poderes a un militar mediocre y resentido.
La mayoría de los funcionarios del régimen chavista salieron de las universidades. Las odian porque al concebirla como de su propiedad y manutención, éstas se niegan a obedecer.
Para evitarse el revulsivo de intervenirlas arbitraria o militarmente, el chavismo se ha servido astutamente de agentes internos. Congeló presupuestos. Redujo hasta el ridículo los sueldos. Suspendió la democracia y dejó permanecer indefinidamente a sus autoridades, a las que fue corrompiendo progresivamente. Similar como lo han hecho con parte de la oposición.
Condenando a las autónomas a muerte lenta, el chavismo fue creando un puñado de universidades de utilería. Tan irrelevantes, que ya nadie las nombra.
Pero nada puede sustituir a las universidades. Cuando una universidad colapsa, sólo queda el vacío de la barbarie. Las universidades son un producto acabado de la civilización. Nacieron autónomas de pensamiento. Por eso han sido tan temidas y odiadas por regímenes e ideologías totalitarias.
Hoy colapsa el actual modelo universitario predominante de las últimas décadas. El nuestro es ya es una penosa penitencia. Hace mucho dejamos de ser una institución de conocimiento. Su decadencia luce irrelevante para el resto de la sociedad. Tenemos cada vez menos dolientes.
Pero este agotamiento prepara una nueva etapa de reconstrucción de sí misma. Algunas se convertirán en universidades virtuales. No por pandemia sino por sobrevivencia.
El 100% presencial es muy costoso. Es hora de valorar cada hora de trabajo universitario. Hay que involucrar la educación a distancia, que tiene data y experiencia acumulada. Disponemos de tecnologías para ello, para reducir así los costos.
Pero la tecnología y la virtualidad sólo son herramientas. No son contenidos ni los sustituyen. El renacimiento de las universidades se fundamentará cada vez más en la responsabilidad individual de sus actores. Estudiantes más eficientes. Profesores más actualizados. La obsolescencia es un enemigo mortal. La universidad convertida en productor de conocimientos.
Hoy, el conocimiento es la fuente principal de la riqueza. La pobreza de muchas universidades sólo se explica cuando éstas se distancian del conocimiento. Este punto será el motor esencial del pronto renacimiento de las universidades.
(*) El documento “Manifiesto para el cambio universitario” puede descargarse de la revista digital Cambio Universitario, en el enlace: http://190.169.94.12/ojs/index.php/rev_cu/article/view/13439.
Ilustración: Tomada del video promocional del documental “Paradojas del nihilismo: La Academia”, del grupo chileno Pliegue.