El reto de Chile para ser un país desarrollado, por Marino J. González R.
En la página 11 del programa de gobierno del actual gobierno de Chile se señala: “Nuestra misión es transformar a Chile en ocho años en un país desarrollado y sin pobreza”. Como objetivo de la gestión de un gobierno, no cabe duda de que es auto-explicativo, marca una dirección. Y eso es de aplaudir, especialmente cuando muchos gobiernos de la región, y también de otras zonas del mundo, evitan señalar metas para las gestiones.
Ahora bien, el tema de fondo es examinar si ese objetivo es consistente con las políticas que se proponen en el resto de las 194 páginas que tiene el programa de gobierno. Solo la coherencia entre el objetivo y los medios nos puede decir lo esperable como resultado final. Lo primero es definir “país desarrollado”. Se podría partir de consideraciones normativas, o se podría partir de los resultados alcanzados. En este último caso, solo basta analizar la característica distintiva de esos países que hoy se llaman “desarrollados”.
En esos países, el rasgo fundamental es que la creación de riqueza (en sentido amplio) es una orientación que influye en toda su institucionalidad. El sentido de “riqueza” de Adam Smith es lo frecuente. Es decir, son países o sociedades donde la diversificación de lo que se produce es la norma. Y entonces, mientras más diversidad exista, más sostenibilidad puede alcanzarse en el futuro.
En los últimos años es posible medir con detalle lo que Adam Smith llamaba en 1776 la “cantidad de ciencia” de los países. Mediciones del MIT y de la Universidad de Harvard, a través de la estimación del Índice de Complejidad Económica (ICE), nos dan una buena idea de la “cantidad de ciencia” de los países. Disponemos en el sitio web del MIT de datos del ICE desde 1964 hasta 2016. Un período significativo para saber cómo se podrían comportar en el futuro los países en función de las políticas que implementen.
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El ICE tiene valores positivos o negativos. Cuando un país tiene un ICE positivo significa que tiene una “cantidad de ciencia”, es decir, sabe hacer más cosas, que el promedio de los países del mundo. De la misma manera, cuando el ICE es negativo significa que un país sabe hacer menos cosas que el promedio. Los países que tengan mayores niveles de ICE son los que tienen mayor “cantidad de ciencia”, y por ende, han alcanzado un estadio más alto de creación de riqueza. Por ejemplo, según el MIT, en 2016 el país con mayor ICE es Japón con 2,2, y el país con menor ICE (de los 126 incluidos en ese año) es Guinea con -1,98. La brecha entre ambos países con respecto al ICE expresa las diferencias en “cantidad de ciencia”.
Un país dado puede incrementar el ICE solamente a través de políticas públicas adecuadas. Se entiende que la “cantidad de ciencia” es el resultado de la combinación de políticas públicas en varios sistemas (institucional, económico, educativo, de protección social, de infraestructura, de ciencia, tecnología, e innovación, entre otros).
En consecuencia, solo los países con políticas exitosas en esos sistemas podrán aumentar el ICE de manera sostenida. Un buen ejemplo es Corea del Sur que aumentó el ICE de 0,65 en 1964 a 1 en un período de 30 años. Y de 1 a 2 en veinte años más. Para tener una idea de la exigencia involucrada se puede indicar que solo once países tienen un valor de ICE superior a 1,5 en 2016.
También como resultado de políticas públicas, los países pueden experimentar reducciones del ICE. Casos notables son los del Reino Unido y Francia. Esta medida de complejidad económica es compatible con uno de los criterios establecidos por el FMI para considerar una economía como avanzada, tal cual es la diversificación de exportaciones.
En este contexto, ¿qué se puede decir de la complejidad económica de Chile? ¿Es compatible su actual nivel con la posibilidad de que sea un país con una “cantidad de ciencia” que lo catalogue como “desarrollado”? En general, el ICE de Chile ha sido generalmente negativo (la “cantidad de ciencia” ha sido menor al promedio de los países del mundo). De hecho, desde 1976 las mediciones de ICE de Chile según el MIT siempre han sido negativas.
Ya se señalaba que a Corea del Sur le tomó 30 años para pasar de 0,65 a 1 en el valor del ICE. La probabilidad de que Chile con un ICE de -0,21 en 2016 llegue al nivel de ICE compatible con un país desarrollado, y especialmente en un período de ocho años, lucen realmente limitadas
El planteamiento anterior solo toma en cuenta la experiencia de los países. Por supuesto, el desempeño en términos avances en el ICE no es igual a lo largo del tiempo. Puede influir tanto los cambios en la disponibilidad de “cantidad de ciencia” como en la efectividad de las políticas, entre otro factores. Lo que si es cierto, es que ahora sabemos que las políticas que incrementan más la “cantidad de ciencia” deben tomar en cuenta aquellas posibilidades que tienen mayor capacidad de expandir la diversificación productiva. Y esto nos lleva a alternativas como la inteligencia artificial, nanotecnología, entre otras, que tienen especial valor porque generan mayores ramificaciones productivas. En otras palabras, se puede aumentar más rápido la “cantidad de ciencia” en país dado, tratando de impulsar posibilidades que están en la frontera del conocimiento.
Desde esa perspectiva, el programa del actual gobierno de Chile decepciona, no contiene pistas de que pretenda implementar políticas en la dirección de la mayor diversificación productiva posible. Las veces que se menciona “sociedad de conocimiento” son para referirlas al sistema educativo. Ya es bien sabido que la “sociedad de conocimiento” es mucho más que “acceso a conocimientos”, es una total transformación de la manera de organizar, producir e interactuar en los países. Y es también significativo que temas como “inteligencia artificial”, “nanotecnología”, “diversificación productiva” no aparecen mencionados ni en una sola oportunidad en el texto.
Las prioridades de exportaciones señaladas en el programa de gobierno, quedan restringidas a las tradicionales en Chile: minería, pesca, acuicultura y turismo. En esa dirección las posibilidades de aumentar la complejidad económica para llegar a ser un país desarrollado, lucen, lamentablemente, muy distantes. El reto se hace, en consecuencia. más relevante y de mayores dimensiones.