El reto electoral, por Teodoro Petkoff
Autor: Teodoro Petkoff
Como era previsible, una vez que la Sala Electoral se pronunciara, lo haría la Sala Constitucional, creándose así el conflicto de competencia que tendrá que resolver la Sala Plena, escenario donde no es fácil prever el desenlace, pero donde sí es seguro que este se producirá después de varias, tal vez bastantes, semanas. El RR ha quedado, pues, entre paréntesis. Simultáneamente con la entrada del RR en el pantano judicial, la fuerza de los hechos ha colocado en primer plano las elecciones de gobernadores y alcaldes. Pautadas, lógicamente, desde hace cuatro años, cuando fueron elegidos los actuales titulares de esos cargos, tendrán lugar el próximo 1º de agosto. Hoy a medianoche vence el lapso de inscripción de candidaturas.
Tal como están las cosas en este país y dado el grado de polarización política existente, estas elecciones implican un nuevo momento de confrontación entre el chavismo y sus opositores. En este sentido, estas elecciones no son nada convencionales. Por encima de las circunstancias regionales y locales, que de ordinario influyen en ese tipo de elecciones administrativas, prevalecerá la gran división política que desgarra al país.
Conciente de esto, el chavismo no se ha permitido el más mínimo juego democrático en su interior. Basado en la naturaleza autoritaria y personalista del movimiento, Chávez, actuando como gran elector, decidió, por sí y ante sí, los candidatos para todas las gobernaciones y para las alcaldías que él mismo denominó “estratégicas”, dejando librados al juego interno de tendencias y corrientes aquellos municipios a los cuales no atribuye mayor significación. Seguramente en estos municipios el chavismo experimentará cierto grado de dispersión, pero en los casos donde Chávez designó al candidato, la aparición de corrientes disidentes, si se diera, tendría poca incidencia. Para el universo chavista, el candidato es el que Chávez dijo y punto.
En la oposición la situación es mucho más compleja, dada la diversidad de fuerzas políticas que la componen y las dificultades objetivas que existen para conjugar intereses que en algunos casos son casi irreconciliables hasta por razones históricas. Se necesita un gran ejercicio no sólo de desprendimiento sino de realismo para alcanzar los acuerdos que plasmen un propósito unitario. Hasta hoy tales acuerdos han sido logrados sólo parcialmente y cabe la posibilidad de que el proceso de inscripción de candidaturas culmine en la medianoche de hoy con varios candidatos de oposición para una misma gobernación y/o alcaldía.
Entre las fuerzas de oposición pudo ser zanjado más o menos fácilmente el debate entre quienes proponían participar en estas elecciones y quienes estaban en desacuerdo con ello. La tendencia abrumadoramente mayoritaria llevó a la sensata conclusión de asumir este desafío. Pero las razones para hacerlo podrían resultar averiadas si ante las candidaturas oficialistas el electorado lo que va a percibir es una desordenada diversidad de candidaturas opositoras, más enfrentadas entre sí que con el gran rival. El resultado de esto podría ser una abstención muy grande (de hecho, en las elecciones de este tipo la abstención ha sido tradicionalmente muy crecida) y con ella fáciles victorias para el chavismo donde quiera que la oposición vaya dividida.
Es de suponer que los partidos de oposición están concientes de la gigantesca responsabilidad que asumen de no superar las presiones centrífugas que les son propias.