El río suena, por Teodoro Petkoff
Cuando la Asamblea Constituyente eliminó la condición no deliberante de la institución armada y Chávez acuñó esa especie de doctrina según la cual los oficiales no son «eunucos políticos» y los instó a opinar pública y libremente, no imaginaban la caja de Pandora que estaban abriendo. Hoy la FAN es el centro de la controversia política del país. Por un lado, el presidente insiste en atribuirle su adscripción al proyecto revolucionario y se jacta del respaldo que en ella tendría. Por otro lado, no faltan sectores políticos que a todo pulmón piden a los militares que «actúen ya». Unos y otros pretenden hacer de la FAN el árbitro de la vida política nacional. Unos y otros pretenden que la FAN desempeñe un rol no institucional.
La Constitución es muy clara en cuanto a que la institución armada no puede estar al servicio de parcialidad política alguna ni tampoco de persona alguna. En este sentido, cuando Chávez insiste en la fidelidad de los militares «a la revolución» desnaturaliza el carácter y la misión de la FAN. La «revolución» (cualquier cosa que esto signifique) es, en definitiva, un proyecto político que corresponde a una parcialidad del país. La FAN está al servicio de la nación en aquel asunto sobre el cual no existe discrepancia alguna entre los venezolanos: la defensa nacional y el soporte del régimen democrático. En este sentido, la FAN no puede tomar partido por los proyectos particulares de ninguno de los partidos políticos nacionales. Sobre esto deciden los ciudadanos en elecciones.
Pero, así como el gobierno constituido no puede pretender de la FAN algo que vaya más allá de su rol institucional, ninguna fuerza de oposición ni ningún sector social puede pretender hacer de la FAN la fuerza de choque de sus intereses particulares o de su desacuerdo con el gobierno. Sin embargo, si el gobierno constituido intenta hacer de los militares una guardia pretoriana, abre la compuerta para que igual pretensión pueda ser asumida por otros sectores políticos o sociales. Es lo que ha hecho Chávez. Desde 1992 el genio del golpismo salió de la botella y Chávez ha actuado de modo tal como para que no regrese a ella. La conducta del presidente ha contribuido a mantener viva, muy viva, la llama de la desinstitucionalización de la FAN.
Volver a meter el genio golpista en la botella es muy difícil porque la crisis política contribuye a mantenerlo dando vueltas por ahí. De hecho, hasta los procedimientos disciplinarios ordinarios, propios de una institución en la cual la disciplina es un pilar fundamental y su ruptura una falta que obligatoriamente debe ser investigada, operan como un revulsivo fácilmente manipulable con propósitos no institucionales. Lo hace el gobierno, para afirmar su control político. Lo hace el golpismo para tratar de sacar provecho político.
Con razón los EEUU, en lo que puede ser visto como una intromisión en nuestros asuntos, se han sentido obligados, sin embargo, a alertar dramáticamente acerca de los peligros de golpe y de autogolpe que se asoman en nuestro horizonte.