El rock: Degenerado sí, gobiernero nunca, por Rafael Uzcátegui
Durante un programa de radio una locutora, simpatizante del gobierno venezolano, me dijo –palabras más, palabras menos- que no entendía como existía el “rock de derechas”. Músicos y amantes de la música hay de todos los colores del espectro ideológico. Sin embargo, la comunicadora sugería que la existencia de cultores musicales que cuestionaran al gobierno bolivariano, democrático como pocos y amante de los pobres como Chávez, era un oxymorón. Que el rock, como demostraba la Misión Corazón Rockero, era intrínsicamente patriota, bolivariano y revolucionario.
A decir verdad, como los documentos históricos lo demuestran, la izquierda oficial nunca se llevó bien con el rock, a quien acusaba como aliado del imperialismo. En América Latina la sospecha se hizo dogma, cuando Fidel Castro, en un recordado discurso del 13 de marzo de 1963, lo acusó de contrarevolucionario y degenerado: “Muchos de esos pepillos vagos, hijos de burgueses, andan por ahí con unos pantaloncitos demasiado estrechos (RISAS); algunos de ellos con una guitarrita en actitudes “elvispreslianas”, y que han llevado su libertinaje a extremos de querer ir a algunos sitios de concurrencia pública a organizar sus shows feminoides por la libre. Que no confundan la serenidad de la Revolución y la ecuanimidad de la Revolución con debilidades de la Revolución. Porque nuestra sociedad no puede darles cabida a esas degeneraciones”. En Cuba las palabras del caudillo generaron toda una corriente de opinión, como el texto de la revista Mella apenas dos meses después: “Los elvispreslianos (…) Portadores de las peores enfermedades burguesas: Afeminamiento, existencialismo, haraganería aguda, cinismo”. Los medios de comunicación estatales pasaron a censurar a una serie de artistas anglosajones, incluyendo a Los Beatles. 9 años después Raúl Castro teorizó al rock como parte de la supuesta estrategia norteamericana de “diversionismo ideológico”, cuyo objetivo era “minar las fuerzas del socialismo desde adentro y relajar sus bases espirituales”. Aquello trascendió la anécdota y las escuchas de las cintas piratas de rock a bajo volumen: A finales de los 80´s las redadas policiales terminaban con pelilargos encarcelados por 3 años por “peligrosidad social” y 6 años si reincidían en el “delito” de ser rockeros. La historia de la represión del rock por la revolución cubana está por escribirse, fuera de esta columna.
La palabra santa de Fidel se esparció por toda América Latina. Los partidos comunistas de la región y los grupos de izquierda más ortodoxa pasaron a incluir al rock dentro de la lista de enemigos, a pesar que muchas de sus rebeldías hubieran descubierto enemigos comunes. Pero así es el sectarismo. Jaime Guevara, el cantor popular ecuatoriano, declaró: “hay que recordar que tanto la izquierda como la derecha estaban contra el rock hace cuatro décadas. Los unos creían que era una forma de la penetración cultural gringa, los otros que era una manifestación de quienes se negaban a seguir los pasos de sus padres”. Aunque la mala conciencia quiera olvidarlo, anécdotas sobre el sabotaje de la izquierda estadocéntrica al rock hay bastantes en la región. Como la del concierto “Denuncia por la vida” que planeaba realizarse el 21 de septiembre de 1985 en la principal universidad pública de Lima. El cartel anunciaba la crema y nata del rock subterráneo (Leuzemia, Guerrilla Urbana, Zcuela Cerrada, Eructo Maldonado y otros), que no pudieron pisar la tarima por la protesta, y posterior reyerta, de una turba simpatizante –no sólo- de Sendero Luminoso a los gritos de “¡El imperialismo norteamericano ha irrumpido en el sacrosanto espacio de la Universidad de San Marcos disfrazado de rockero!”. He intentado conseguir, sin suerte, alguna fuente. Pero gente de izquierda criolla me ha dicho que la opinión de Alí Primera sobre el rock no era, para nada, favorable.
Los cuantiosos ingresos petroleros del gobierno bolivariano le permitieron dar dinero en todas las direcciones, incluyendo las subculturas juveniles que se reivindicaban como herederas de la contracultura de los años anteriores, gestionado por los rockeros transmutados en funcionarios. La época de oro del populismo rojo pagó a dólar Cadivi –con todo lo que significa- conciertos con bandas locales y foráneas, cuidados por militares.
La lista de bandas que desfilaron, con o sin convicción, por las tarimas del autoritarismo, convertido después en dictadura, es larga
Hoy las cosas han cambiado. Sin plata no baila el mono, y son pocas las bandas rockeras que exhiben y cantan los frenesís de años anteriores. Por ello, dentro del multiforme y descentralizado movimiento por el rescate a la democracia, las canciones recuerdan el sentido de las luchas. Poco a poco se la ha ido arrebatando, también, el rock al lado oscuro de la fuerza. Una muestra de ello fue la convocatoria a un disco de canciones de protesta, que en apenas 5 días recibió 40 postulaciones.
El rock, como espacio de libertad, ha sido de todos y de nadie. Pero si algo podemos afirmar, con absoluta certeza es que hoy si de algo definitivamente no es, es del gobierno responsable de la peor crisis humanitaria en la historia de Venezuela.