El sentido del Estado, por Fernando Luis Egaña
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Un Estado, o el poder público institucional, tiene sentido, si promueve que los niños de la nación pueden acceder a una educación de calidad, todos los días. Si pueden aprender conocimientos que le sean útiles en la vida.
Un Estado tiene sentido, si fomenta que los enfermos puedan obtener los medicamentos necesarios y la asistencia médica adecuada para sus dolencias.
Un Estado tiene sentido, si coopera para que las familias vayan al mercado y consigan los alimentos para una vida digna.
Un Estado tiene sentido, si se empeña en crear trabajo, que sea bien remunerado y que desarrolle sentido de responsabilidad y justicia.
Un Estado tiene sentido, si las personas viven seguras en la calle y en sus hogares.
Un Estado tiene sentido, si gobierna con honradez, sin despotismo, y reconociendo la diversidad y la inclusión.
Un Estado tiene sentido, si impide que los ancianos queden abandonados y en cambio reciban la atención que merecen.
Un Estado tiene sentido, si logra garantizar los derechos humanos de la población, conforme al Derecho.
Un Estado tiene sentido, si también garantiza la libertad económica, la pluralidad social y, sobre todo, la convivencia democrática.
Un Estado tiene sentido, si ampara a los descartados de la sociedad, como tanto insiste el Papa Francisco.
Un Estado tiene sentido, si hay transporte para el trabajo, y si ya al terminar la jornada, se puede regresar al hogar sin incertidumbre y con buena expectativa.
Todas las formalidades del Estado, constituciones, leyes, reglamentos, aparatos administrativos, fuerzas militares, grandes propuestas que van y vienen, ínfulas de mandatarios, todo eso no vale nada, repito: nada; si el pueblo no mejora en su vivir.
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Todo eso se convierte en una jaula represiva para el continuismo del poder depredador.
Ese no es el sentido del Estado. Es su contradicción. En verdad, el Estado pierde tanto su sentido, que deja de serlo, y se degenera en un tribalismo destructor.
El sentido del Estado es una causa existencial para Venezuela. Es un camino de lucha que debe andarse sin descanso y con esperanza.
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