El servicio de gas ahora es un problema, por Rafael A. Sanabria M. M.
Desde hace largo rato los venezolanos venimos padeciendo o, mejor dicho, resistiendo un calvario para obtener una bombona de gas, cosa que no es nueva en el país. Mucho se dice acerca de la problemática, hay quienes aseguran que el bloqueo agravó la realidad, pero otros sostienen la tesis de que esta situación es previa al bloqueo y que el gobierno es corresponsable porque dejó caer la industria petrolera en enfermedad incurable. Estas dos posiciones compiten entre sí para ver cual tiene más aceptación y adeptos en el escenario social. Como si las opiniones que la gente toma fuesen en base al razonamiento y no simplemente el seguir la línea establecida por su facción política (supuestamente ideológica), cualquiera sea esta.
Es curioso que algunos personeros del gobierno vociferan en los medios que existe un bachaqueo con la venta de bombonas de gas. Pero quien lo vende es el Estado. Entonces, tienen que autorrevisarse para determinar quienes son del gobierno y ejercen función de bachaqueros.
Quienes declaran sobre el problema no le ponen freno. Pareciera que están interesados en que no haya el servicio de gas. Mientras tanto la gente común, la que se le llama pueblo llano, sigue batallando e ingeniándoselas para poder medio comer, que es lo que hoy se hace en Venezuela.
Los venezolanos han tenido que volver al país rural, a la Venezuela prepetrolera y salir a buscar leña para poder tener el pan nuestro sobre la mesa. No se justifica que un país icono mundial de la riqueza petrolera, que ya había superado este campestre panorama, haya tenido que retornar a viejas prácticas, por políticas equivocadas que en vez de solucionar lo que hacen es empeorar.
En el caso particular del interior del país, el gas se ha convertido en una especie de lotería, donde obtiene la bombona quien acierta el número ganador, quien conoce al encargado, pero eso si al precio de un ojo de la cara, entonces ¿quién es el bachaquero?
Esta situación es un bochinche generada por la estructura del CLAP, claro ellos no tienen culpa, repiten como loros lo que dicen sus superiores en el gobierno y ellos cual corderos mansos repiten: «hoy no se pudo mañana sí viene», «se accidentó el camión», «se dañó la manguera del llenadero» y pare de contar. No entiendo la razón del engaño, háblenle claro al pueblo, díganle que desde hace tiempo Pdvsa GAS está en el más franco deterioro, tal vez agoniza o quizás ya ha fenecido.
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El descaro más grande es decir repentinamente tenemos un «operativo» de gas, la gente hace milagros para conseguir la plata en el perentorio plazo, dos semanas después van los del CLAP tocando puertas para informar que retiren sus bombonas porque no hay gas. Un vil y mediocre operativo para convivir con la pobreza no tanto material sino intelectual.
Por eso, ya el pueblo ni se alarma ni se extraña ni se molesta. Se ha desarrollado la técnica de la emergencia, la metodología de la improvisación, la mecánica del disimulo, el principio del mal menor, además de una oportunidad de celebración y una lógica del autoengaño que se ha instalado definitivamente entre nosotros, tejiendo unos vínculos indivisibles entre las responsabilidades públicas y la vida privada, enseñándonos a vivir resignadamente con la pobreza (propia o extraña pero en todo caso compartida en el mismo territorio) como condición estructural.
Más triste aún es escuchar en las locuciones al presidente hablar sobre como diseñar las campañas para las elecciones parlamentarias, pero en ningún momento se le ocurre hablar de como solventar los problemas de la electricidad, agua, gas, alimentación, salud, entre otros. Sin duda, el supuesto socialismo del gobierno es poder y más poder, esa es su gran preocupación.
Mientras el común no tiene gas desde hace varios meses el gobierno afina los motores para las elecciones. Para empeorar las cosas, no se puede confiar en cocinar con lo aparatos eléctricos porque a cada rato hay un corte (al menos en el interior del país), situación que ha generado que en muchos hogares se hayan quedado sin artefactos. ¿Quién responde a esto? ¿A dónde acude el ciudadano a reclamar?
El Estado debe detenerse a reflexionar sobre el tema en cuestión, dejar la mediocridad, la falsedad y evaluarse en función a qué se está haciendo por el país y su gente.
Qué más esperan que debe sufrir la población porque los pueblos pacientes, taciturnos y esperanzados también tienen su límite. No esperemos que los gases del rencor, la soberbia, la ira y el odio hagan explotar las bombonas, que se han mantenido hasta ahora en silencio, controlando la fuerza bruta que no respeta leyes ni principios éticos ni morales.
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