El sesgo retórico, por Simón García
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La buena política se basa en la verdad como camino más corto a la eficacia. La otra, basada en un discurso para torcerlas busca rodearse de seguidores a ciegas y dejar de trascender la cultura autoritaria con la que el régimen pretende ahogar a la sociedad.
Hay un debate en las redes entre los defensores de mantener sine die la expectativa de rehabilitación de María Corina y los partidarios de hablarle claro a la gente para que asuma como dato inminente que la probabilidad de inscribir a la candidata electa en primaria tiende a cero.
El sesgo retórico se produce cuando se descalifica a quienes piden prepararse para esa sustitución. Se apela a que hay, en ese tema, un plan B del cual no puede hablarse. Aplican el principio de exclusión de la mayoría según el cual todos somos iguales pero hay unos más iguales que otros.
Los objetivos, los ámbitos y modalidades de la transición, los propósitos de las alianzas y los incentivos para que el campo dominante acepte acuerdos que le sean convenientes no pueden ser secretos. Los integrantes de las distintas instancias de control y poder deben estar enterados de cuál será su situación y sus derechos ante un triunfo de la oposición.
Una autentica proclamación sobre el respeto al adversario político forma parte de la política que hay que poner en movimiento para proporcionar confianza a dirigentes, militantes y simpatiz antes chavistas a que no habrá caza de brujas.
Puesto que el régimen tiene mucho poder y pocos votos, no hay que hacer sonar las amenazas ni negarse a ofrecer distintas opciones de entendimiento. No hay que contribuir a que la ausencia de diálogo los conduzca a ver como más atractivo un camino similar al de Nicaragua. Un aspecto clave es trabajar para fortalecer la neutralidad institucional de la Fuerza Armada en el proceso electoral.
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Muchos de los dirigentes de la oposición invocan el ejemplo de Mandela que aceptó como Vicepresidente a quien lo encarceló por años, pero ninguno quiere admitir la legitimidad del Presidente de la Asamblea Nacional que es parte de un poder diferente y constitucionalmente separado de la presidencia de la República. Muchos ensalzan a Walesa como un héroe que ganó todos los puestos legislativos en condiciones impuestas por un poder autocrático, pero no están dispuestos a dar la batalla política y alcanzar los acuerdos para asegurar un proceso electoral que permita tan sólo que cada ciudadano pueda votar aquí y en el exterior. Se trata de Cambios, no de exterminio.
Se promete una Gran Alianza Nacional, pero los Comandos de Campaña que se estructuran no reflejan esa disposición. Y no se puede hablar de ello porque se afecta a María Corina, cuando plantearlo con franqueza ayuda a superar la aparición de sectarismos que están mermando condiciones de triunfo.
Hay que revisar el discurso y evitar que un eslogan o una frase aparentemente contundente vuelvan a estimular la abstención.
Se puede ganar con un candidato que se proponga unir al país y que respete la pluralidad a través de la cual se expresa la diversidad de las fuerzas de cambio. El diputado que se siente de oposición y está en la Asamblea Nacional tiene una misión específica por cumplir a favor del cambio, junto con los docentes degradados por la ausencia de una política educativa, los jubilados abandonados a su suerte, los trabajadores sin salario, los jóvenes sin futuro, las familias de los presos políticos con sus hijos afuera y los ciudadanos sin libertad.
Es una lucha noble que hay que librar sin sesgos. Y cuidarla para que su victoria sea útil a todos los venezolanos.
Simón García es analista político. Cofundador del MAS.
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