#El socialismo del siglo XXI le arrebató la dignidad a la vejez, por Wilfredo Velásquez
Cuando te invade el desaliento y sientes que Pandora te hizo una mala jugada dejando su caja vacía en complicidad con el régimen, empiezas a dudar de la veracidad de tus emociones, de tus experiencias, de la vida que has llevado. Si se te agota la capacidad de comprensión, cuando ves que el resultado no te satisface, a pesar de haber tenido en la vida un desempeño medianamente correcto, si a pesar de haber estudiado y trabajado, responsable y honestamente, si te casaste y educaste a tus hijos y estos se han ido fuera en busca de nuevos horizontes, porque también a ellos le robaron la vida… si sientes que eso te está pasando, seguramente eres un venezolano de más de cincuenta años y sigues viviendo en Venezuela.
Los que nacimos en Venezuela desde mediados de la década de los cincuenta hasta los setenta, tuvimos la suerte de vivir en un país que recién empezaba a tomar conciencia de sus potencialidades, somos dos o tres generaciones, que participamos de diferentes maneras en la construcción de un proceso democrático, mal llevado, que algunos podrán calificar como fallido, pero que sin embargo abrió el camino hacia la modernidad, la industrialización y lo más importante al desarrollo y el avance social, que contribuyó en gran medida a sacar de la pobreza a una parte importante de la población, facilitando la movilidad social, a través del estudio y el trabajo.
Los pertenecientes a estas generaciones, tuvimos un comportamiento político y socialmente correcto, vivimos en una sociedad donde los crímenes eran pasionales, los delitos en general eran noticia, por esporádicos y leves, no es que no hubiera crímenes atroces, los había, pero no eran lo común, también tuvimos mucha corrupción, pero nunca como para quebrar el país, no era menos crimen, pero si fue menos criminal que la actual, los secuestros, tan frecuentes ahora, se dieron por motivaciones políticas, igualmente inhumanos, también violaban los derechos de las personas y familias sometidas a tan horrendos hechos, pero tenían una supuesta máscara política, que si no le restaban criminalidad, por lo menos intentaban explicar los motivos.
Vivimos en una sociedad que exploraba sus vías de desarrollo, evidentemente no encontró el camino apropiado, pero mantuvo una intensa actividad productiva que sentó las posibles bases económicas, que de seguir profundizándolas, nos hubieran permitido encontrar el sendero correcto, que facilitara el desarrollo y crecimiento económico, que rompiera el carácter mono exportador de nuestra economía, y la dependencia petrolera, la cual, en su mayor bonanza, terminó convirtiéndose en nuestra tragedia, cuando sus recursos fueron dilapidados por los voraces gestores del socialismo procubano.
La pugna entre socialismo y democracia siempre estuvo y está presente en Venezuela.
También las generaciones que menciono, entre la que se encuentra la mía, estuvieron divididas por estas dos ideologías en pugna. Después de derrocada la dictadura de Pérez Jiménez, la confrontación fue más abierta, estaba el grupo socialdemócrata, en el que participaban también los socialcristianos, y otro grupo minoritario, pero violento, abiertamente procomunista, en el que yo me encontraba.
Éramos minoría, pero teníamos más siglas que el resto de la sociedad, no éramos muchos, pero teníamos tantas siglas que podíamos completar por lo menos tres alfabetos.
En medio de la peor insurrección armada con apoyo de gobiernos extranjeros, la naciente democracia, que también fue cruel en la aplicación de sus métodos represivos, supo respetar los derechos al estudio, vivienda, trabajo y salud. No pretendo exculpar a un régimen al que enfrenté a riesgo de mi vida, pero si quiero decir que consignas como “estudiar y luchar”, cobraban sentido gracias al afán democrático de los gobiernos de entonces.
El proyecto democrático que peyorativamente denominamos cuarta república sufrió los peores ataques, el acoso permanente de una guerrilla rural y urbana, apoyada por Rusia, Cuba, los partidos comunistas europeos y las organizaciones de izquierda que operaban en Latinoamérica, golpes de estados, huelgas obreras y estudiantiles, y a pesar de eso no pudo ser derrotada. No fue un ejemplo de conducta democrática, ni de respeto ejemplar a los derechos humanos, pero, sin embargo, dio muestras de apego a los principios democráticos, en el caso de los torturadores, cuando fueron evidentes sus actuaciones, resultaron castigados por la justicia, quizás no con el rigor debido, en el caso de la corrupción, también muchos fueron presos, y en un esfuerzo tendencioso, hasta despojaron a un presidente de su envestidura. No es que hubiera una genuina separación de poderes, pero guardaban las formas y actuaban, con por lo menos una mínima independencia.
Fue tal el acoso que sufrió la naciente democracia, que resultó imposible sembrar los valores democráticos en la población, no pudieron erradicar el caudillismo y el populismo, por eso resultó tan fácil su desmontaje por parte del régimen procubano.
Fuimos perseguidos, muchos torturados y muertos, curiosamente también fuimos torturados por cubanos, como sucede ahora, pero mientras enfrentábamos a la también corrupta democracia de entonces, podíamos estudiar, trabajar y beneficiarnos de la movilidad y el ascenso social, gracias a nuestras capacidades profesionales. Nunca se nos negó el derecho al trabajo, nunca se vio nada parecido a la Lista Tascón, aun sabiendo que pertenecíamos a las organizaciones de izquierda podíamos trabajar en las instituciones públicas. Podíamos salir de los calabozos de la DISIP y regresar a nuestras oficinas.
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En medio de una guerra declarada por nosotros mismos, pudimos construir nuestras vidas, los más viejos (generación del 58), pudieron educarse de forma gratuita, en nuestras universidades, en esas mismas universidades profesionalizaron a sus hijos, los cuales nacieron, bien atendidos, en su mayoría en el Hospital Clínico Universitario y las maternidades públicas, eran enemigos del gobierno y sus dirigentes en su mayoría ocupaban viviendas construidas por el Banco Obrero (INAVI), en urbanizaciones como el Valle, Coche, Caricuao y el Cafetal, en Caracas, y en ciudades como Puerto Ordaz, en viviendas otorgadas sin pago inicial por la CVG.
No pretendo, asumir la defensa de una democracia, de muchas manera injusta y también asolada por la corrupción, pero si quiero señalar que, en medio de la confrontación, no solo el grueso de mi generación, afecto a esos gobiernos y los otros, en franca confrontación, pudimos construir una vida sin mayores carencias y sentar las bases para llevar una vejez digna.
Como latinoamericano, siempre entendí que, la vejez debía ser la etapa de la vida en que nos convertíamos en el eje central de la familia que construimos, como fue tradicionalmente en las familias de nuestros bisabuelos, abuelos y padres. Nuestras casas deberían ser el centro de encuentro de la descendencia que hayamos podido engendrar, sin sobresaltos económicos y con los achaques propios de la edad.
Una vejez con amigos, calles y parques, y en mi caso particular, con museos, cines y muchos lugares donde compartir el café y los recuerdos con los compañeros de tropelías.
El socialismo por el que luchamos me despojó de la vejez, empezó por desvalorizar las propiedades que con trabajo y esfuerzo adquirimos mi compañera y yo, le quitó el poder adquisitivo a las pensiones, luego nos quitó la calle, los restaurantes, el cine, los museos, los cafés, y gracias a la delincuencia, hasta la visita a los amigos, nos arrebató a los hijos obligándolos a emigrar, nos quitó las librerías, las bibliotecas, la seguridad pública, el sistema de abastecimiento, el sistema de salud y arrasó con la educación, en definitiva, nos arrebató la ciudad, el país y la vida como la entendíamos y con la calidad que merecemos.
El socialismo real del siglo XXI nos arrebató hasta los sueños, demostró que los ideales que nos movieron en la juventud y la madurez solo sirvieron para sumir al país en la miseria, la ignorancia y la opresión.