El tabulador salarial bajo el “son cubano”, por Beltrán Vallejo
El efecto del aumento salarial, impuesto a rajatablas por Nicolás Maduro, fue un duro golpe a los contratos colectivos, reduciendo los ingresos porcentuales de los niveles y grados de las escalas de los tabuladores salariales, y desapareciendo beneficios laborales de varios sectores y gremios, todo esto ante la debilidad orgánica y de liderazgo de los trabajadores venezolanos.
El Presidente “Obrero” ninguneó todos los contratos colectivos al imponer casi el mismo salario a todo el que trabaja formalmente en el país, y con muy especial énfasis en la administración pública, cuyas diferencias entre niveles sufrieron una rebaja, en muchos casos, de un 6% al 2%, echándose también al pico renglones como transporte, becas, útiles escolares y otras bonificaciones.
Ahora bien, todo esto no es un espasmo o un capricho; este esquema de homogenización y uniformidad salarial tiene tiempo desarrollándose como trasplante del modelo totalitario cubano, a su vez heredero del régimen totalitario soviético, sistemas que convirtieron a sus respectivos sectores laborales en entes oprimidos mediante una organicidad de control y sumisión eficaz, enajenante y asfixiante.
Efectivamente, se repite la historia cubana en lo siguiente:
Por ejemplo, los trabajadores venezolanos vienen sufriendo desde hace tiempo el discurso de una dirigencia sindical del chavomadurismo que contiene una retórica semejante a la que expresa cualquier sindicalista gobiernero, pero en altísimo grado similar a la que expresan los afiliados a regímenes como el cubano, donde los que se hacen llamar líderes oficialistas de los trabajadores tienen décadas imponiendo en la conciencia y actitudes de ese sector social una forma de disciplinamiento y acatamiento de las políticas del gobierno para que supriman sus intereses como clase.
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En concordancia con lo anterior, igualmente el chavomadurismo tiene años intentando imponer de manera radical un proceso de homogenización y unificación de los trabajadores con las denominadas contrataciones colectivas únicas y unitarias, tal como lo vivió Cuba entre los años 60 y 70, con el fin de hacer más fluido y eficaz el control político e ideológico, hasta el punto de que allá unieron en un mismo sindicato al trabajador manual y al trabajador intelectual.
En relación a esto, pregunto, ¿ahora con este achatamiento de niveles y categorías de los tabuladores salariales, que se estableció en el reciente aumento del salario mínimo, no estamos viendo reflejado este esquema cubano en nuestra realidad laboral?
Al respecto, la teoría marxista, en su componente más desvirtuado por el determinismo economicista, que la convierte en un vulgar catecismo, establece que la diferencia entre trabajo manual y trabajo intelectual surgió con la aparición de la propiedad privada sobre los medios de producción y con el desarrollo de la división social del trabajo como expresión de una sociedad dividida en clases; por lo que toda aspiración de un sistema comunista es liquidar las diferencias entre los que realizan esos tipos de trabajo e igualarlos, desconociendo lo concerniente al estudio, a la preparación, al trabajo que amerita más intelecto o conocimiento. ¿Acaso esta enajenación ideológica, trasplantada del comunismo caribeño, no la está viviendo el trabajador calificado y profesionalizado de Venezuela?
A mi criterio, estamos entonces ante un refrito del mismo proceso de “igualitarismo en el ingreso” que vivió la clase trabajadora cubana entre 1.966 y 1.970, tratándose en Venezuela, igual que en aquel país, de un igualitarismo para la inmensa mayoría asalariada, pero no para los jerarcas del gobierno y del partido.
Se intenta imponer en Venezuela un modelo económico, social y político donde muchos comen a medias, o no comen, mientras una élite de venecubanos cenan en Estambul a lo sultán