El terror, por Leonardo Regnault

Los elementos que constituyen el totalitarismo son: la ideología, el partido único, el dictador y el terror. Considerando estos criterios, la mayoría de los estudiosos coinciden que sólo la Rusia de Stalin y la Alemania de Hitler han logrado que esos elementos constitutivos se hayan conjugado de manera total, de manera absoluta y hasta de raíz; más aún, asumiendo plena severidad lo que concierne a la última cualidad, expuesta como el escenario denominado “terrorismo de Estado”.
Desde ese enfoque, hoy pudiéramos afirmar que Venezuela tiene un régimen que ejerce el poder basado en el terror y la represión, y lo hace con ínfulas o tendencias totalitarias. Se trata de una élite política y militar impregnada con la ambición desmedida de instaurar un régimen totalitario; sin embargo, esa bárbara aspiración viene tropezando con una pared de constancia y dignidad en la resistencia del pueblo venezolano.
El asesinato de una muchacha, Jurubith Rausseo, el pasado 1ro de mayo en las inmediaciones de Altamira sur, cuando ya los manifestantes habían sido dispersados con gas del bueno, como dijera el instaurador de esto que estamos viviendo, fue la aplicación del manual del terror; hablo de ese caso por ser uno de los más recientes. Los 13 años de prisión a los cuales mantienen sometido al general Baduel, y la mayoría de ese tiempo sin poder tener acceso a visitas de sus familiares, expresan una crueldad regocijándose en su esencia. El asesinato molido a golpes, electrificado su cuerpo, aplastado, asfixiado, del capitán Acosta Arévalo en los calabozos del Dgcim, le muestran al mundo la calaña de aquellos que llegaron pregonando la justicia social y la mayor suma de felicidad posible para el pueblo venezolanos, pero que hoy son los fieles herederos de la abominación.
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Y siguiendo con su festín de terror, supimos, sufrimos, nos indignamos, repudiamos lo que le hicieron a un niño de apenas 16 años que junto con sus vecinos exigía que les llegaran las bombonas de gas, y la respuesta de un funcionario oscuro y despiadado fue una ráfaga de perdigones en su rostro, una ráfaga de perdigones que vació sus ojos, una ráfaga de perdigones que simbolizan lo que son.
Al ver ese rostro de ese chamito, desfigurado por la maldad, convulsionado por el terror, el alma del venezolano sufrió un inmenso dolor.
El informe de la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, retrata vívidamente ese terror, el despiadado comportamiento de un régimen forajido que perdió legitimidad, no sólo por los actos fuera de la Constitución que lleva adelante desde hace muchísimo tiempo y que le hizo perder el apoyo internacional de otrora, sino por el desprecio, la saña, la crueldad con la que trata a su propio pueblo. Seguirán intentando, con la siembra del terror, instaurar el totalitarismo que los hace salivar, y nosotros seguiremos luchando para desterrar la maldad, el odio, la saña y la corrupción, y sólo lo vamos a lograr con el concurso de todos.
En el diario de Bucaramanga, se relata una conversación de Bolívar con sus colaboradores más cercanos, en las que les habla de “aquella voluntad fuerte que nada podía detener: siempre adelante, nunca atrás; tal era mi máxima y quizá a ella es a lo que debo mis sucesos y lo que he hecho de extraordinario”. En honor de éste, su heroico pensamiento, sigamos su ejemplo, y con esa férrea voluntad como modelo, logremos cosas extraordinarias.
Al igual que en 1814, cuando la salvajada de la bestia a caballo recorría nuestro territorio, sembrando desolación y muerte, debemos levantar nuestro espíritu para desterrar de nuestro suelo la opresión, la maldad y las ansias de sangre.