El Tío Sam al rescate, por Aglaya Kinzbruner
Twitter: @kinzbruner
Muchos creen que el Tío Sam es una ficción. ¡Gran error! Samuel Wilson nació en el 1766 en Troy, Nueva York y se enroló a los 14 años para pelear en la Guerra de Independencia. Lo aceptaron en el ejército pero, debido a su joven edad, no lo mandaron al frente. Su trabajo era cuidar de las reses, alimentarlas, en su momento llevarlas al matadero y empaquetar la carne al final. Aprendió bien su oficio y, al terminar la guerra, se dedicó al negocio de la carne y se hizo rico.
En la guerra de 1812 se volvió proveedor de carne del ejército americano con la mediación de Elbert Anderson. Los envíos estaban marcados EA US. Como se sabía de quien eran las iniciales EA por tener Anderson más presencia en los negocios, preguntaron quién era US. Y alguien contestó como chiste, Es ¡Uncle Sam! Y, como sucede a veces, el chiste se volvió historia.
Durante la primera guerra mundial surgió el afiche para el ejército de los Estados Unidos con la imagen del Tío Sam que quedaría fijado por siempre en la fantasía popular diseñado por el ilustrador y caricaturista político James Montgomery Flagg en el 1917 para animar a la población a enrolarse para combatir, con el mensaje «Te quiero a ti». Para mayor dramatismo Flagg acentuó el parecido de Sam Wilson con Lincoln.
La idea no era realmente original. Se inspiró en uno similar creado por el artista británico Alfred Leete en el 1914. Representaba a Lord Kitchener en una pose y mensaje parecido. Se considera, al día de hoy, una de las obras de propaganda bélica más influyentes de todos los tiempos. Cuando le preguntaron a su señora qué pensaba del asunto, se sacudió los hombros con típica indiferencia anglosajona y dijo «No es gran cosa, pero hace un excelente poster» . Eso es lo que se llama una dulce y amante esposa.
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Y, en cuanto a propaganda bélica, vemos que en algunos ambientes de gobierno ha molestado ligeramente el episodio de la serie de televisión de Jack Ryan, en que él viene a Venezuela para encargarse de unos asuntos de minería ilegal. Dicen que la perspectiva desde la cual se observa al gobierno actual pudiera, en un futuro justificar una invasión al país. El rodaje en por lo menos un 60% tuvo lugar en Colombia. La mayoría de los actores son colombianos y tratan heroicamente de imitar el habla venezolana pero no convencen. No es que en Hollywood (si es que algunos interiores se filmaron ahí) haya alguien que sepa la diferencia. Hay un solo actor venezolano, muy bueno por cierto.
La serie de Jack Ryan es muy entretenida pero no llega a ser un peliculón como el Francotirador con Jude Law. Es pura ficción como todo lo de Tom Clancy aunque habiendo él muerto en el 2013, los guionistas siguen más o menos su estilo. Lo que es igual no es trampa. También fue ficción lo de Trump cuando aseveraba que todo estaba sobre la mesa. Lo que este señor tuvo sobre la mesa, debajo de la mesa o en algún sitio oscuro e innombrable sigue en el más profundo misterio.
Dejando los comentarios ácidos sobre la serie tenemos uno con respecto a esta nueva galería que se llama Avanti. Aparentemente un lugar muy «popoff» cuyo nombre se parece o es igual a una antigua canción comunista del ‘800 que de repente se hizo muy popular justo antes de las elecciones italianas de abril de 1948. Rezaba así, Avanti popolo/alla riscossa/bandiera rossa, trionferá pamparanpampam, Avanti y así ad nauseam. Por cierto esas elecciones las ganó la Democracia Cristiana con la eficiente ayuda en cuanto a financiamiento de viajes, conferencias y promoción de la CIA.
¡Cosas del Tío Sam!
Aglaya Kinzbruner es narradora y cronista venezolana.
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