El Titanic es rojo rojito, por Sebastián Boccanegra
Nicolás Maduro ha recomendado en diversas oportunidades los artículos de Luis Britto García, pero estamos seguros que el último que suscribió no le pareció tan afortunado. Lleva por título «Titanic», y en él hace un símil entre lo ocurrido al malhadado trasatlántico y el gobierno de Maduro. El timonel sabe que hay un iceberg con el que el barco va a chocar, espera las órdenes para esquivarlo pero el capitán se va por las ramas y la colisión parece inevitable. Ese artículo recoge la angustia en la que vive buena parte del chavismo. No entiende la parálisis del capitán, no del diputado, sino del de Miraflores. Convoca a reuniones, a congresos, a asambleas, anuncia motores, pero no termina de anunciar el camino a seguir. Mantiene el mismo curso que nos trajo adonde estamos y que la gente rechazó el 6D. Rechazo que no ha hecho más que crecer al ritmo de las colas y la escasez.
«¿Órdenes? ¿Órdenes? ¿Órdenes?», enronquece el timonel, mientras las aguas heladas escalan sus rodillas, su pecho, su coronilla». Así termina su escrito Britto, cuya angustia fue retomada al día siguiente por Néstor Francia, quien se ha vuelto muy crítico a partir de los comicios parlamentarios. En su opinión, no se ha entendido la necesidad de cambiar radicalmente el rumbo, pero reconoce no tener claro qué hacer, cómo rectificar. Eso parece ser lo que abunda entre los dirigentes oficialistas. No saben qué hacer, no tienen propuestas claras para salir del hueco donde metieron al país. No quieren ni oír las propuestas de la derecha, de lo que proponen los «neoliberales», pero siguen sin encontrar el remedio efectivo para curar esta enfermedad que cada día se agrava más. No se parecen a la orquesta del Titanic, que aunque sabían que iban a morir tocaron magistralmente. Esta gente se está hundiendo y la «música» les suena muy desafinada.
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