El tremor, por Carolina Gómez-Ávila
Twitter: @cgomezavila
Siento la vibración en la planta de mis pies. No sé si desde la rendición de Capriles a la dictadura o desde la de la dictadura a la guerrilla extranjera. No logro darme cuenta por la algarabía de la cúpula empresarial, así que podría estar atravesando un momento de confusión, pero siento un tremor.
Lo digo porque, si estuviera comenzando un sismo, nadie podría ponerse a salvo sin aviso; claro que es posible que, con aviso, tampoco, porque nadie sabe predecir la duración de un tremor. Mucho menos, la magnitud ni duración del movimiento que se desencadene.
Ni idea de qué quedará en pie. Por eso me sorprende ver a algunos confiados en que lo que viene es un sutil reacomodo de la falla, una cosa menor entre las placas tectónicas que ahora se acostumbrarán a su nueva posición.
No podría decir si esa apreciación es acertada. Por más que manejen información privilegiada que les permita suponer que todo saldrá como estiman, hay variables que están fuera de su control —fuera del control de todos, en realidad— y que pueden alterar nuestro futuro en un pestañeo.
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También hacen ruido, aunque menos, los falsos opositores que centran su campaña en atacar a quienes nos empecinamos en tener elecciones libres y justas. La agenda es, visiblemente, la que les ha permitido la dictadura, siempre que no dejen de achacarle parte de la culpa a las sanciones: servicios públicos y vacunación.
Mientras se les va la vida en debatir sobre votar o no votar —esa es la cuestión—, dejan al margen el proyecto que los acechará a partir del día siguiente del evento catastrófico. Nada me sorprende más que el silencio sobre cómo serán vaciadas de poder las alcaldías con la ley que tienen lista al efecto.
Y ya no creo que la respuesta sea simple. Ya no me basta que argumenten que el interés es legitimar a la dictadura con un fraude electoral que le permita mentir con más credibilidad, ante la comunidad internacional, sobre el estado de la democracia en el país. Eso ya no es posible.
Aumenta el tremor cuando se evidencia el poder de fuego militar que tienen las que, hasta hace nada, eran solamente bandas hamponiles. Cuando el tremor tome fuerza, se nos olvidará que algún miembro de la «gran familia militar» cruzó a pie el río Bravo y lloró por el socialismo para ocultar su fuga de la justicia internacional. Nadie está contando con que el pueblo pueda tener una reacción impensada por pura desesperación en la mitad del vaivén; yo tampoco.
Pero algo más se está moviendo bajo la tierra. Nada que ver con las sanciones que, como Dios, aprietan, pero no ahogan. Está demostrado que la dictadura tiene dinero y puede comerciar con unos, aunque con otros no. Y eso les basta para sostener su poder y, con él, su nivel de vida. Así que creo que unos cálculos se escapan de nuestra mirada y nos daremos cuenta, con suerte, cuando estemos en la mitad del cataclismo. Ojalá pudiera decir de qué se trata. Por lo pronto solamente siento el tremor.
Carolina Gómez-Ávila tiene más de 30 años de experiencia en radio, televisión y medios escritos y escribe sus puntos de vista como una ciudadana común.
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