El trueque es la tabla de salvación para las pocas ventas en pueblos costeros
Aparte de aceptar dólares o confiar en la promesa de “te transfiero después”, los lugareños cambian por alimentos sus empanadas, bebidas, tostones y pescado; o como forma de pago por el alquiler de sillas y todos
Sin luz, señal telefónica ni bolívares, el trueque es ahora el nuevo efectivo en pueblos costeros, donde, como en otras partes de Venezuela, vivir sin servicios públicos se volvió habitual, una situación que se agravó luego de que el sistema eléctrico colapsó en marzo pasado, tras lo cual la administración de Nicolás Maduro impuso un férreo racionamiento.
En Higuerote y poblados aledaños de Miranda, estado bajo la responsabilidad de Héctor Rodríguez desde las elecciones regionales de 2017, los lugareños que para obtener ingresos dependen esencialmente de los turistas que van a la playa, ahora más que nunca se han visto afectados por la escasez y la pérdida del poder adquisitivo del bolívar y las fallas en los servicios básicos.
“Desde hace dos meses aceptamos comida porque estamos pasando hambre y necesidad”, dijo un vendedor informal de chipi chipi y guacuco mientras cocinaba el molusco a orillas de una playa ubicada en Higuerote, completamente desierta de turistas el domingo 23 de junio, pese a que era puente festivo. Al día siguiente se conmemoraba 198 años de la Batalla de Carabobo, además de la natividad de san Juan Bautista.
Entretanto, su compañero intercambiaba un kilo de chipi chipi, que lo ofrecía en 6.000 bolívares, por un kilo de arroz con un cliente que se detuvo en la carretera. El guacuco costaba 4.000 bolívares. “Intercambiamos un kilo por un kilo. La gente siempre viene con pasta”, refirió el vendedor.
“No pago el chipi chipi con efectivo porque no tengo, pero sí tengo demasiado arroz y lentejas de las cajas CLAP”, afirmó el comprador.
En una de las dos únicas estaciones de servicio que hay en Higuerote, un vendedor ambulante que tenía el kilo de aguacate en 8.000 bolívares, se acercaba a los pocos vehículos que había en la gasolinera y sin rodeos expresaba: “Efectivo, trueque o verdes”. Ese domingo en la mañana, una persona le pagó un kilo -tres aguacates-, con otro de arroz.
En la bomba, una vendedora callejera dejaba cada conserva de coco en 1.500 bolívares, o cuatro por un dólar. “El sábado pasado alguien me dio un arroz por tres conservas. La situación está fuerte porque no se consigue el soberano”, agregó.
En Chirimena, otro pueblo costero del estado Miranda, los lugareños aceptan dólares, comida o la promesa que envuelve el “te transfiero después” para vender empanadas, bebidas, tostones y pescado. También para alquilar sillas, sombrillas, tumbonas y mesitas.
Por la orilla de la playa Caimán, prácticamente desierta, caminaba en horas de la tarde del sábado 8 de junio un hombre que vendía pepitonas. En frascos de vidrio ofrecía el molusco entre 20.000 y 50.000 bolívares. Inició la venta a las 11:00 am y, tras más de cinco horas recorriendo las orillas, no había vendido ni un frasco pequeño.
“La situación del efectivo es difícil. Cuando vendo confío en que la gente me transferirá después”, añadió mientras un vendedor de pulseras y collares artesanales pasaba a su lado.
A veces hace trueques con pescadores e incluso en licorerías. Cambia un frasco por el equivalente en pescado o cervezas.
Sin puntos de venta ni transferencias bancarias, la única opción que queda en cualquier parte de Venezuela para adquirir algún producto o pagar un servicio es el efectivo, pero los billetes del cono monetario actual han perdido tanto su valor por la hiperinflación, que el Banco Central de Venezuela (BCV) se vio obligado a emitir paulatinamente tres nuevas piezas de 10.000, 20.000 y de 50.000 bolívares.
El hasta entonces billete de mayor denominación –500 bolívares– no alcanza ni para comprar una chupeta. Y con el nuevo inmediato superior, el de 10.000 bolívares, tampoco se podría pagar la presentación más pequeña de pepitonas que ofrecía el vendedor informal. No obstante, comercios y usuarios, incluso en la Gran Caracas, aún no estrenan los tres nuevos billetes de 10.000, 20.000 y de 50.000 bolívares por la escasa circulación.
Mantener la tradición
“Si san Juan lo tiene, san Juan te lo da”
A pesar de que no tenían electricidad, a las 6:00 pm del 23 de junio los tambores resonaban en cada esquina del pueblo de Chirimena. Y es que al cruzar la calle El Mamón, las personas se encontraban con una decena de hombres que, con unos palos que utilizaban como baquetas, arremetían con fuerza contra tambores y troncos mientras compartían una botella de aguardiente, quizás para recargar energía, pues pensaban seguir hasta la mañana del día siguiente, cuando san Juan Bautista cumple años.
“Cuando llega su día se queda dormido, y se despierta después, como el 29 de junio, cuando cumple san Pedro”, dijo una de las dos lugareñas que hacían sonar las guaruras. Los demás bailaban al veloz ritmo de la música que tocaban los enajenados hombres, a quienes el licor los aceleraba y les pintaba de rojo los ojos.
“A san Juan le gustan los tambores. Se tocan todos los 23, no solo aquí sino también en otras partes, como en Curiepe (parroquia del municipio Brión, en la región de Barlovento)”, dijo otra mujer, que observaba de lejos la algarabía con un niño en sus brazos.