El último acto, por Robert Andrés Gómez

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La sequía de estrenos para 2021 provee al espectador ecos del pasado reciente —y a ratos más lejano— que ofrece regalos cinematográficos al espectador. Kenneth Branagh, quien recientemente ha protagonizado titulares tras anunciarse que dirigirá un biopic sobre los Bee Gees, es también quien ha dirigido El último acto (AlI Is True, 2018).
Realizador de vocación y devoción shakesperiana, Branagh no ha parado de revisar la obra del Bardo de Avon. En su filmografía se apuntan adaptaciones de Henry V, Mucho ruido y pocas nueces, Trabajos de amor perdidos, Hamlet y Como gustéis. También una comedia sobre actores no profesionales interpretando Hamlet en la pocas veces vista En lo más crudo del crudo invierno.
Entre adaptaciones de Agatha Christie (Asesinato en el Expreso de Oriente y Muerte en el Nilo), Branagh ha conseguido rodar un biopic crepuscular sobre William Shakespeare (interpretado por el propio Branagh), ya retirado y profundamente abatido por la irreparable y no superada muerte de su hijo Hamlet. El incendio del legendario teatro El Globo marca ese viaje a las raíces, de vuelta al hogar, para reencontrarse, muy a su pesar, con sus dos hijas y su mujer, Anne (Judi Dench).
Lo que en principio parece un relato apesadumbrado, con un hombre presa de su conmiseración, se abre paso hacia sentimientos y situaciones más complejas. Acostumbrado a ser el protagonista de su relato, Shakespeare se ve aquí empujado a ceder el protagonismo a su mujer y a sus dos hijas, Judith y Margaret, cada una buscando su propio reconocimiento.
De pronto, el célebre autor y empresario se ve obligado a ceder la palabra, los textos y sus derechos a las mujeres de su familia. Obligado a dejar atrás a los fantasmas y su propio orgullo y ego, para comenzar a ver y conocer a los suyos.
Branagh aborda el dolor y la ausencia con sutileza y complicidad. Su Shakespeare parece un hombre perdido en aquella nueva realidad. Un hombre en caída libre, recibiendo bocanadas de sinceridad. De viejos amigos, de viejos vecinos; pero especialmente de su centro familiar. Tres mujeres que gritan ser valoradas. Sea en el reconocimiento de su trabajo creativo, sea en su derecho a ser esposas, el reconocimiento de su derecho para ser libres y elegir su destino.
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Branagh retrata a su héroe sin abrir la puerta al melodrama —y bien que podría—, mantiene cierta distancia en un ejercicio contemplativo que convierte a Shakespeare en el personaje secundario de su propia historia, dejando el protagonismo a esas tres mujeres que se rebelan a la sociedad que ha querido darles un sitio que no deseaban ni merecían. Leer, escribir, amar, sentir, existir.
De pronto, el filme de Branagh se convierte, ya no en un filme sobre el más famoso autor teatral de todos los tiempos, sino en una historia femenina tan conmovedora como retadora. De pronto, el espectador entiende, por voz y presencia de una inmensa Judi Dench, quien conmueve solo con expresar su deseo de entender aquello que su esposo ha escrito.
El último acto revela la capacidad creativa y los sueños femeninos, escondidos tras la ignorancia de quien no ha sido capaz de ver en realidad quiénes eran las herederas de un legado.
Branagh apuesta esta vez por sus heroínas, en un filme que transcurre entre jardines bucólicos e inviernos gélidos y tristes, pero también sobrecogedores.
El último acto (All Is True, 2018). Reino Unido. Dirección: Kenneth Branagh. Guion: Ben Elton. Cinematografía: Patrick Doyle. Música: Patrick Doyle. Intérpretes: Kenneth Branagh, Judi Dench, Ian McKellen, Jack Colgrave Hirst, Eleanor de Rohan, Kathryn Wilder.
Robert Andrés Gómez es Periodista y crítico de cine. Guionista.
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