El último anarquista histórico solidario con Venezuela, por Rafael Uzcátegui

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El 23 de julio de 2025 falleció en Francia, a los 97 años, Octavio Alberola. En uno de los obituarios se le llamó «el último anarquista histórico vivo». Su vida justificaba el apelativo: conspirador contra Franco, exiliado desde la infancia, activista libertario en varios países y crítico feroz de toda forma de autoritarismo, incluido el chavismo.
Un país de memoria frágil
A pesar del daño antropológico promovido por el chavismo realmente existente, Venezuela sigue siendo un país de oportunidades, donde todo está por hacerse. Una de las dimensiones más pendientes es la del relato histórico. En un país de olvidos fáciles y amnesia inducida, nuestro devenir se ha contado poco y mal.
En ese vacío, rescatar figuras como Alberola no solo honra su trayectoria, sino que ilumina la compleja red de solidaridades que unieron, en un tiempo, a Venezuela con la lucha antifranquista.
Acción Democrática y la lucha contra Franco
Acción Democrática no fue siempre el partido que muchos recuerdan bajo la gestión de Jaime Lusinchi o el segundo mandato de Carlos Andrés Pérez. En sus primeros años, tras fundarse en 1941, consolidó una sólida presencia multiclasista a nivel nacional y desarrolló vínculos internacionales de solidaridad con movimientos que combatían dictaduras en América Latina y Europa.
En su libro Contracorriente, Rodolfo Montes de Oca recuerda que, en 1956, las juventudes de AD formaban parte del Frente Internacional Antidictatorial, junto al APRA (Perú), el M26J (Cuba), el M14J (República Dominicana), la JDN (Nicaragua) y las Juventudes Antifranquistas Españolas, representadas en México por un joven exiliado menorquín: Octavio Alberola.
En 1960, tras la caída de Pérez Jiménez, Alberola regresó a Caracas acompañado por Juan García Oliver, legendario anarcosindicalista y ministro de Justicia durante la Guerra Civil Española. Ese año, el exilio republicano organizó un mitin en la Asociación Venezolana de Periodistas, en la Avenida Andrés Bello, al que asistieron 3 mil personas. La Confederación de Trabajadores de Venezuela (CTV) se comprometió a cooperar con la lucha contra el franquismo. En gesto de solidaridad, los estibadores del puerto de La Guaira se negaban a descargar barcos con bandera española, obligándolos a retornar a la península con su carga intacta.
La trayectoria de un ácrata
Octavio Alberola (1928-2024) se exilió en México tras la Guerra Civil. Ingeniero de formación, se vinculó desde joven al anarquismo y a la lucha antifranquista. Inicialmente apoyó la revolución cubana, pero rompió con el castrismo por su deriva autoritaria y su subordinación a Moscú.
Se convirtió en figura central del exilio libertario español y del Defensa Interior (DI), estructura clandestina del movimiento anarquista que intentó sabotajes y atentados contra Franco, incluyendo planes fallidos de magnicidio. Fue detenido varias veces en Europa y participó en acciones espectaculares, como el secuestro del embajador franquista en el Vaticano en 1966. Posteriormente se integró en los Grupos de Acción Revolucionaria Internacionalistas (GARI).
Ya radicado en Francia, combinó el activismo con labores educativas y solidarias. En 2003 cofundó el Grupo de Apoyo a los Libertarios y al Sindicalismo Independiente en Cuba (Galsic). Autor de ensayos sobre anarquismo y resistencia, se mantuvo hasta su muerte en Perpiñán como un referente de ética libertaria y memoria antifranquista.
Alberola y Venezuela en tiempos de chavismo
La solidaridad que recibió de Venezuela en los años 60 dejó huella en Alberola. Por eso siguió de cerca la evolución política del país tras la llegada de Hugo Chávez en 1999. Mantuvo correspondencia con referentes locales y publicó, reiteradamente, artículos críticos con el chavismo.
En 2009 escribió uno de sus textos más polémicos, en el que calificó a Noam Chomsky como «bufón de Chávez». Lo justificaba con estas palabras:
«La capacidad de creer en falacias y aceptar ciegamente una ficción, por ficticia y grotesca que ésta sea, no es atributo de tontos e ignorantes. El famoso ensayista Noam Chomsky nos acaba de mostrar que también intelectuales cultivados, inteligentes y perspicaces pueden volverse crédulos y aceptar conductas y actuaciones políticas a todas luces demagógicas, falaces y autoritarias.»
Cuestionar a un ícono tuvo consecuencias. Alberola se enfrentó a buena parte del mundo anarquista, seducido entonces por el discurso «antiimperialista» del militar Hugo Chávez. El tiempo terminaría dándole la razón.
Pocos meses antes de fallecer, escribió su último texto sobre Venezuela. Allí insistía en que, aunque aspiraba a una sociedad «sin dioses, amos ni patrones», la prioridad era clara:
«En Venezuela la necesidad de luchar contra la Dictadura, para volver a la Democracia, encalla el proceso histórico emancipador, como ha sucedido en Rusia, China, Cuba… De ahí la urgencia de salir de las dictaduras populistas para que el dilema vuelva a ser capitalismo y barbarie o socialismo auténticamente libertario.»
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Un legado de coherencia
La partida de Octavio nos deja un poco más solos. En tiempos en que criticar al chavismo era anatema en los círculos de izquierda, él nos acompañó en la difusión internacional del libro Venezuela: La revolución como espectáculo. Una crítica anarquista al gobierno bolivariano, en sus ediciones en inglés y francés.
Su compromiso con la solidaridad y la libertad no se detiene con su muerte. Alberola encarnó la coherencia de quien nunca aceptó la impostura, viniera del franquismo, del estalinismo o del bolivarianismo. En un país como el nuestro, de memoria frágil y relatos manipulados, su vida es recordatorio y brújula: criticar a los poderosos siempre es un deber, incluso cuando se vistan de rojo.
Que la tierra le sea leve al anarquista inclaudicable.
Rafael Uzcátegui es sociólogo y codirector de Laboratorio de Paz. Actualmente vinculado a Gobierno y Análisis Político (Gapac) dentro de la línea de investigación «Activismo versus cooperación autoritaria en espacios cívicos restringidos»
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