El voto o la vida, por Teodoro Petkoff
A Chávez le tiene que estar pasando algo. Su actuación en la campaña no es normal. Al comienzo pensamos que su estrategia electoral era la de la crispación del clima político, la del recrudecimiento de la polarización y de allí la brutalidad del lenguaje, la desmesura en el insulto y en la mentira. Pero a estas alturas del juego es imposible seguir pensando que tras su conducta pueda haber algún cálculo político o alguna lógica racional. Este hombre está seriamente desequilibrado y ya ni siquiera se da cuenta de lo que dice.
Incluso pareciera padecer de una seria patología psicológica conocida como disonancia cognoscitiva. La realidad va por un lado y él por otro. El hombre que impuso a su padre como gobernador y ahora a su hermano como candidato en Barinas, que colocó a su primo Asdrúbal Chávez en la vicepresidencia de Pdvsa que maneja las ventas de crudo, es el mismo tipo que truena contra el nepotismo de Manuitt. El hombre que ha presidido el gobierno más corrupto de nuestra historia, cuya radiografía ha sido hecha en el juicio de la maleta de Antonini, es el mismo tipo que vocifera contra la supuesta corrupción…de otros.
En el Zulia no sólo aulló que meterá preso a Manuel Rosales sino que con la misma «ética» de un secuestrador express ofreció a los zulianos recursos adicionales para diversos proyectos de vivienda y vialidad, y hasta la creación de un banco, pero a condición de que «barran a Rosales». «Con Rosales no me pidan nada especial». Extorsión pura y simple. Al Capone al menos chantajeaba con sus propios recursos, pero este lo hace con los dineros de la nación, que considera como propios.
La campaña de meter miedo ha alcanzado extremos apocalípticos. Por un lado se reactiva el juicio a Capriles Radonski… (Diosdado Cabello, en un inenarrable acto de cinismo tuvo los riñones de asegurar que eso lo hizo el propio Capriles, para «victimizarse»), por el otro Chávez anuncia que se pondrá al frente de una nueva «misión»: encarcelar a Rosales y, además, con esas bolas, pide a la Fiscalía y al TSJ que lo secunden en ese empeño. «Si no gano aquí estaré obligado a revisar las relaciones con el Zulia». Fíjense en el detalle: «Si no gano aquí…». A su derecha estaba sentado Di Martino, el «candidato» oficialista. Un día antes había advertido que en aquellos estados y municipios donde gane la oposición «tendríamos que empezar a hacer un plan, incluso militar». Chantaje. Chantaje es el nombre del juego.
Menos mal que aquí ya oímos a Chávez con la condescendencia entre divertida y piadosa con que se oye al bobo de la familia. Para cerrar esta semana pantagruelica anunció que no va a asistir a la Cumbre Iberoamericana en El Salvador «porque no se me garantiza mi vida».
Con la modestia que lo caracteriza dejó ver que no es su vida lo que le preocupa sino la del pueblo, porque si él muere, muere el pueblo. ¡Cojan ese trompo en la uña! Pero, no, a Hugo Chávez, no lo va a matar nadie. Él mismito se está matando. Como Chacumbele.