Elecciones a la carta, por Gabriela del Mar Ramírez

Una habilidad repetida incesantemente puede transformarse en un talento. Los engaños sucesivos a los que hemos sido sometidos los venezolanos tienen en el 20M su expresión más depurada: el ofrecimiento de opciones para que creamos que tenemos alguna influencia sobre los resultados electorales y en consecuencia sobre el futuro del país.
Realmente cualquiera de las supuestas candidaturas ofertadas son favorables a quienes secuestran el poder. Los convocantes de la elección adelantada han preparado alternativas para salir victoriosos, cualquiera que sea nuestra decisión. El pueblo venezolano jugará –si es que decide jugar- con las cartas marcadas por los expoliadores del país.
La palabra “elección” transmite un poder que nada tiene que ver con la realidad de ese proceso. El espejismo que nos ofrece el desierto de opciones para transformar las terribles condiciones de Venezuela, es lo que hace confundir una convocatoria de esta naturaleza con una elección real que nos permita dar un golpe de timón al rumbo de destrucción nacional que nos impone el jefe pirata, que capitanea nuestro barco por la vía de la fuerza desde la instalación de la Asamblea Nacional Constituyente y el vaciamiento de la soberanía popular.
Otras campañas presidenciales en nuestro país han estado signadas por fuertes enfrentamientos entre dos opciones tan opuestas como beligerantes, sin embargo el rival elegido para la puesta en escena de la campaña presidencial emite señalamientos que por su prudencia y recato, parecen ser consultados previamente con el titular de la cartera de comunicaciones del gobierno de Maduro.
Inepto o ineficiente no parecen ser los calificativos que hagan justicia al responsable directo de la destrucción definitiva de PDVSA –nuestro motor económico-, luego que su Fiscal personal y amigo admitiera públicamente que fue justamente durante su nefasta presidencia que “se extraviaron” 15 millones de barriles de petróleo»
El apasionado candidato opositor también olvida en su discurso la rendición pública de cinco jóvenes en un poblado de la parroquia El Junquito y su posterior ejecución con balazos en la cabeza como uno de los casos mas escandalosos de nuestro país en materia de derechos humanos, igualando masacres como las de El Amparo o Cantaura y descendiendo a los niveles de los gobiernos satanizados por el mismo chavismo. El contrincante elegido por Miraflores para hacer las veces de opositor olvida que la empresa Smartamatic denunció que más de un millón de votos fueron añadidos a la elección constituyente y que él mismo fue derrotado cuando todas las encuestas lo deban ganador en su propia plaza.
En su discurso no existen los waraos exterminados por el VIH ni el ecocidio en el Arco Minero. Es apenas un asunto de “eficiencia” que puede subsanarse con un par de medidas. Un vistazo a los mensajes y declaraciones de Falcón parecen estar más orientados a hacer parecer las elecciones presidenciales en Venezuela un evento electoral normal, con dos candidatos comunes y corrientes que han tenido un par de deslices pero nada que lamentar como para no volverse a presentar.
Y debe ser complicado para un hombre cercano al poder que además no ha sufrido persecución, hacer un ejercicio de empatía con un pueblo azotado por la inflación, huyendo por la frontera para enviarle el sustento a sus seres queridos en Venezuela. Para señalar con crudeza las muertes de los pacientes crónicos de todas las edades por la escasez de medicamentos o colocarse en los zapatos de los miles que protestan a diario porque no tienen agua o luz.
El teatro electoral en Venezuela es tan predecible como sus resultados. Se repiten acusaciones descoloridas y sosas, alejadas de la realidad dolorosa de los electores que puede deducirse cuan acoplados están los diferentes factores involucrados en ella. Este 20M el pueblo venezolano no elegirá nada, porque las cartas que jugará ya están marcadas. No cooperar es un acto de rebeldía y conciencia y nos exime de ser cómplices de la perpetuación del estado de cosas que destruye aceleradamente nuestro patrimonio y que puede maquillar el rostro desvencijado de un gobierno de facto.