Elecciones alemanas 2025: Notas, por Fernando Mires
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1. Nunca las encuestas estuvieron tan acertadas como ocurrió el 23 de febrero en las elecciones federales del 2025. Desde 15 días antes de que tuvieran lugar, las tendencias, puntos más o menos, ya estaban fijadas. El único que descendió un par de puntos con respecto a los pronósticos, fue el indiscutible ganador, la CDU/CSU de Friedrich Merz (28,5%). Los pronósticos superaban el 30 %, pero alcanzó algo menos. Las razones parecen ser claras: en enero, Merz, sin que nadie lo pidiera, tuvo la mala idea de proponer una modificación a la ley de migración, tratando probablemente de atraer una parte de los puntos de su rival de extrema derecha, AfD.
Con lo que no contaba Merz es que su proyecto recibiría el apoyo de AfD, dirigido por la hábil extremista Alice Waidel. Con esa jugada Waidel logró hacer figurar a Merz como un aliado indirecto, de modo que, ante la opinión pública, justo en esos momentos decisivos, la votación aprobada en el Parlamento aparecía como un concordato entre conservadores y nacional-populistas o, lo que era peor para Merz: como una ruptura del consenso democrático orientado a aislar a la AfD por sus posiciones antidemocráticas y antinconstiucionales. Esa desgraciada movida costó a Merz nada menos que la desaprobación pública de Angela Merkel. La ciudadanía anti-nacional-populista salió a las calles a protestar no solo contra AfD, sino contra el pacto nunca habido entre Merz y Waidel.
En otras ocasiones esa pésima jugada habría costado a Merz una derrota si no hubiera sido porque sus adversarios principales de la coalición, a sabiendas que Merz era indispensable para la conservación de un centro democrático, moderaron notoriamente su discurso en contra del candidato.
Merz tendrá que apaciguar sus ímpetus oportunistas. No ha sido la primera vez en que se excede, ya sea con palabras fuera de lugar o con infelices iniciativas. Más todavía si deberá coalicionar con la SPD, cuya orientación es distinta a la de la CDU/CSU en diversos temas domésticos (impuestos, deuda externa, salarios, rentas) Bajo esas condiciones, el obtenido por Merz puede ser considerado como un buen resultado. Lo mejor dentro de lo posible.
2. A quienes los resultados parecieron un triunfo resonante fue a la AfD (20,8%). De hecho, dobló la votación obtenida el 2021. Así, la AfD puede mirar con optimismo el futuro, apuntando hacia lo principal: romper el cordón sanitario tendido por los demás partidos frente al nacional-populismo. Para ello buscará ejercer una política no demasiado frontal en contra de la CDU/CSU a sabiendas que en el lado derecho de la Unión hay sectores que miran con cierta simpatía hacia la extrema derecha externa. Al mismo tiempo concentrará sus ataques más furibundos en contra de la SPD, si es que este partido, como es muy probable, ingresa a una coalición con los conservadores. Una política de doble filo ante la cual la persona de Alice Weidel, a diferencia de sus supermasculinos colegas, parece ser ideal.
En términos psicopolíticos, la dirigente es imprescindible; y lo es hasta el punto que podemos considerar a la AfD (quizás también vale para Meloni y Le Pen) como un partido personal y personalista. Weidel no solo es una dirigente; es, además, una caudilla, en el sentido populista del término. El hecho de que sea lesbiana y viva con su mujer en Suiza, puede que importe a algunos ultrareaccionarios de la AfD, pero Weidel ha sabido incluso sacar provecho a su liberalidad sexual; algo así como un toque postmoderno destinado a conseguir el apoyo de una gran parte de la juventud alemana, lo que sin duda, según las encuestas, ha logrado. Que esa liberalidad personal la haya obtenido gracias a las luchas de mujeres socialistas y democráticas a las que odia, la tiene sin cuidado.
Weidel, con su talento político, sabe aparecer según ameritan las circunstancias. En los eventos internos de AfD suele vociferar como energúmeno, pero ante los medios sabe adoptar una imagen germana «charmant». En ese punto (solo en ese) hay opinadores que, en esos camaleonismos, la ven como una versión femenina de Hitler.
3. No hay que olvidar tampoco que AfD es el partido de Putin, de Musk, de Vance y de Trump, en breve, del putitrumpismo. Ello se traduce no solo en apoyo político sino, y sobre todo, en grandes sumas de dinero que otros partidos no pueden obtener para sus campañas y para su publicidad. AfD no solo es un partido sino además una empresa política en la que conviene invertir algunos millones, quizás billones de dólares, deben pensar Musk y Putin.
4. Pese a las condiciones que favorecieron el alza de la AfD, no es probable que su votación continúe aumentando demasiado si los partidos democráticos llegan a un consenso sobre el tema migración. Más allá de ese tema, el mediocre grupo que rodea a Waidel carece de otras propuestas. Es, en breve, la AfD un partido que vive del odio y del resentimiento. No es casualidad que más de la mitad de sus sufragios provenga de la exAlemania comunista, donde el autoritarismo vive todavía en las almas de sus ciudadanos.
5. El crecimiento político futuro de AfD dependerá, claro está, de otros factores: Antes que nada de la capacidad de la coalición conservadora-socialista para manejar el tema de los temas: la migración, lo que significa encontrar un punto intermedio entre la liberalidad extrema y la xenofobia brutal de AfD. Pero también depende de la acomodación de Alemania en el nuevo orden económico europeo y mundial. Y no por último, de la capacidad de liderazgo de Friedrich Merz, no solo en el plano nacional sino también en el internacional. Esto es importante decirlo: bajo las condiciones que hoy vive Europa, Alemania debe jugar un rol decisivo. En otros términos, Merz deberá ocupar ese rol dirigente que no quiso o que no pudo ocupar Olaf Scholz. Y aquí llegamos a un punto decisivo: la histórica debacle de la SPD.
6. Naturalmente, sería injusto cargar todos los dados en la persona de Olaf Scholz. El todavía canciller no fue por supuesto culpable de condiciones objetivas que explican por qué no solo la socialdemocracia alemana, también la mayoría de los partidos tradicionales de la llamada sociedad industrial, se encuentran en declive en los albores de la sociedad digital. Pero para los socialdemócratas es todavía más duro. Ya no pueden ser el partido de una «clase trabajadora» y de un sindicalismo combativo que ya no existe. No obstante, en determinadas ocasiones, los líderes personales logran elevarse sobre esas condiciones objetivas, y transmitir mensajes correspondientes a la realidad en que viven. Pues bien, Olaf Scholz no pertenece a esa clase de líderes.
En palabras más escuetas: Olaf Scholz no es un líder. O peor aún: Olaf Scholz es todo lo contrario a un líder. Frescos están aún los tiempos en los cuales, frente a cada situación crítica, Angela Merkel aparecía en los medios proponiendo alternativas cuerdas, o simplemente, ofreciendo esperanzas cuando parecía no haberlas. Scholz hace todo lo contrario: se esconde, desaparece de la escena pública.
En situaciones de tranquilidad social y de paz internacional, la anonimidad del mandatario puede no ser tan importante. Pero en situaciones de crisis económica y de guerra externa, es fatal. Repetimos: Olaf Scholz no es culpable de la crisis –podría ser hasta una crisis terminal– de la socialdemocracia alemana. Pero sí fue la persona que la aceleró en los momentos más decisivos de la historia de la SPD. ¿Podrá el que fuera el gran partido de Willy Brandt resucitar sobre las cenizas de su propia política? No pocos son los que incluso piensan que la SPD podría haberse salvado si hubiera sustituido a Scholz por otro político. Pistorius por ejemplo.
7. Boris Pistorius, ministro de defensa, es el político más popular de Alemania, por sobre Merz y Weidel. Su precisión verbal, su inteligencia y sobre todo su honestidad al reconocer situaciones críticas, hacen de él un probable sucesor de Scholz en la conducción de la SPD. Deberá, sin duda, ser una persona imprescindible en la nueva combinación de gobierno que se avecina. También hay que agregar su capacidad para reaccionar en segundos, frente a situaciones nuevas. Su discurso, pronunciado sin papel en mano en contra de las groseras ofensas del vicepresidente norteamericano J. D. Vance, en la reciente Conferencia de Seguridad de Múnich, no pasarán al olvido. Fue el suyo un discurso simplemente magistral. De modo que siempre hay que tenerlo presente: la política no está sometida a leyes y no solo depende de condiciones objetivas sino también de la personalidad y del carácter de sus actores principales.
8. El ganador fue la CDU/CSU, el partido que más avanzó fue la AfD, el perdedor fue la SPD y el gran perdedor fue el partido Verde. Sobre este último fenómeno, hay que gastar un par de palabras.
Los Verdes son un partido que siempre ha vivido en medio de esa encrucijada que se da entre dos periodos históricos: nacieron de la modernidad en medio de la guerra fría, pero existen en la postmodernidad de una postguerra fría que no alcanzan a comprender.
No han logrado, por ejemplo, separarse del férreo esquema izquierda-derecha, lo que ha determinado las dificultades que todavía tienen para concertar alianzas con los conservadores socialcristianos, convirtiéndose no pocas veces en una dependencia de la SPD, amarrando con ello su propio destino al declive socialdemócrata. Pudieron haber sido el partido de la liberalidad política, sobre todo después del descenso permanente de los liberales económicos (FDP), pero sus dogmas ecológicos lo han impedido.
No han entendido nunca que la ecología no tiene ningún significado si no va unida a un proyecto democrático. Así se explica por qué, como miembros de la coalición, han intentado a troche y moche imponer sus «principios y valores» sin mediarlos con una realidad política que no debe ni puede ser cambiada de inmediato. Precisamente, ese déficit de politicidad ha terminado por ceder el paso a una «diletancia» directiva.
En medio de una economía de guerra, para poner un ejemplo, intentaron culminar «la revolución ecológica» cuando todo indicaba que grandes recursos de la nación debían ponerse al servicio de la confrontación que se avecina con la expansión del imperio ruso. Ya es vox populis que el ministro de economía Robert Habeck no entiende nada de economía y que la exhibicionista Annalena Baerbock no persigue ninguna estrategia política internacional, entre otras cosas porque no la tiene. Ahora, con su raquítico 11,6%, los Verdes esperan reconstruirse en la oposición, la que deberán ejercer también en contra de su aliado eterno: la socialdemocracia. Tal vez intentarán coordinar su política opositora con la Linke, la izquierda.
9. La Linke fue una pequeña gran sorpresa. Hace un par de meses, no alcanzaba el 4% y terminó alcanzando un excelente 8,8%; una de las votaciones más altas de su historia. La demoscopía todavía está intentando averiguar las razones de este repentino ascenso. Una de ellas es que se pusieron a la cabeza de las grandes demostraciones callejeras en contra del ascenso de la derecha nacional-populista. Otra, es que recibieron parte del desmoronamiento de la SPD. Hay también una tercera razón: Un gran sector de la Alianza Sarah Wagenknecht(BSW) percibió que la putinista dirigente estaba convirtiendo a su partido en una pieza de juego para sus ambiciones personales; de ella y de su desprestigiado esposo Oskar Lafontaine, un maestro en destruir los partidos en donde ha militado.
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10. El gobierno representado y dirigido por Friedrich Merz deberá atravesar un terreno minado: resolver el atraso de Alemania con respecto a las nuevas tecnologías; hacer crecer económicamente a la nación; llevar a cabo una política migratoria coherente y efectiva; enfrentar enemigos internos poderosos (sobre todo el que proviene del nacional-populismo) y convertirse en un líder europeo que contravenga las traiciones de Trump, todo esto en medio de una guerra imperial que está más lejos de terminar de lo que se piensa. No son esas solo tareas difíciles sino, en muchos casos, contradictorias entre sí.
11. Miradas las elecciones del 23 de febrero desde una perspectiva internacional, podríamos decir mucho más. Por el momento cabe comprobar que, en términos generales, los resultados de la elección favorecen a la opción europeísta en contra de la avanzada putotrumpista europea.
Putin no debe estar nada de feliz con esos resultados. Como lo sintetizó en una simple frase el presidente de la nación alemana, Frank Walter Steinmeier: «Las elecciones federales demostraron que Alemania se encuentra firme al lado de Ucrania». Así es.
Fernando Mires es (Prof. Dr.), Historiador y Cientista Político, Escritor, con incursiones en literatura, filosofía y fútbol. Fundador de la revista POLIS.
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