Elecciones distópicas para una oposición bizarra, por Wilfredo Velásquez
Twitter: @wilvelasquez
Si distopizar fuera un verbo, en Venezuela seríamos los grandes distopizadores.
Primero, los fundadores del PCV nos ofrecieron la utopía socialista a precio de oferta y tesón proletario. Después, los cabeza caliente que renunciaron a Acción Democrática para fundar el MIR —junto a los herederos de Lenin y de los fundadores venezolanos del movimiento comunista, deslumbrados por los tabacos, las barbas y las pistolas de Fidel y el Che— nos ofrecieron una gesta libertaria —disfrazada de guerra de liberación nacional— cuando más libres hemos sido; mientras que, en realidad, lo que pretendían era entregarse a la égida soviética y a la servidumbre cubana.
Después de la derrota sufrida se acogieron a la política de pacificación, y se mantuvieron en proceso de latencia invernal, hasta que recibieron el impulso producido por los intentos golpistas del 4F y el 27N de 1992, también derrotados por las fuerzas democráticas.
Desde el año 1931 —cuando un grupo prosoviético que venía actuando en Venezuela funda en México el PCV— hasta el año de la disrupción chavista, en 1998, habían transcurrido siete décadas de esfuerzos comunistas por entorpecer el desarrollo democrático del país.
Después del asertivo y mediático “por ahora” con que hábilmente transformó su vergonzosa derrota, el lenguaje fácil y cautivador de Chávez, hizo renacer en Venezuela la utopía socialista.
La utopía socialista en Venezuela nos llevó a ser un país distópico, absolutamente bizarro. Convirtieron la libertad en coerción, la revolución en involución, la riqueza en miseria, el trabajo en ocio y el ocio en ociosidad, el campo en erial, el salario en bonos, las industrias en chatarra y el petróleo en petros; crearon un Ministerio de la Felicidad perpetua para perpetuar la desgracia, el dolor y la miseria, son tan distópicos y bizarros que mueren para seguir viviendo.
Impulsaron una Constitución, (creo que buena y desarrollable) para después violarla.
Y, ahora, después de las bizarras elecciones del 6 de diciembre —que no fueron elecciones sino nombramientos a dedo— pretenden embarcarnos en un megamontaje electoral para distraer a la oposición —también distópica— que no se opone ni propone, sino que convive y vive parasitando el discurso y los recursos del régimen; mientras el gobierno miraflorino consolida su avance hacia la construcción del socialismo que, en Venezuela, será la distopía comunal.
Así como se quitaron las camisas rojas también se quitarán el remoquete socialista para convencernos de ser comunales. Nos ofrecen ciudades comunales, parlamentos comunales y un país comunal sumido en la más descomunal miseria
El sistema comunal propuesto por el régimen viola abiertamente la Constitución, desmonta totalmente la institucionalidad, liquida definitivamente la propiedad privada y sepulta en la marginalidad y pobreza a la clase media; condena a los sectores populares a sobrevivir eternamente en los límites panópticos carcelarios de las comunas sin ninguna posibilidad de movilidad social y urbana-residencial, los deja fuera del disfrute del confort y las ventajas de la vida moderna.
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Los distopizadores, con la creación de las comunas, proponen un proceso productivo donde eliminan nada más y nada menos que la fase de comercialización, que es el aspecto más dinámico y generador de riquezas de todo proceso productivo. Les confieren derechos a las comunas sobre todas las instituciones que se relacionen con ellas y hacen objeto de derecho comunal a todas las organizaciones naturales o jurídicas con las que se relacionen o que les brinden algún apoyo, suministren algún servicio o adquieran los productos de las comunas.
Todo esto está sucediendo ante los ojos obnubilados por la ilusión electoral de la oposición, ¿o debo decir la utopía electoral que el régimen ofrece a la oposición?
Quieren ser alcaldes de alcaldías controladas por las comunas, quieren ser gobernadores de gobernaciones sin situado, sin gobernados, sin policías estadales, sin escuelas, sin hospitales, sin ninguna competencia regional o municipal sobre los servicios y bajo un protectorado nombrado por el Ejecutivo. Seguramente, también serán diputados de consejos legislativos sometidos al parlamento comunal.
Los aspirantes opositores a los cargos de libre elección olvidan intencionalmente que todas las competencias asignadas por la Constitución y las diferentes leyes, como la Ley Orgánica de Régimen Municipal, la Ley de Transferencia de Competencias…, Situado Constitucional etc. etc., perderán toda relevancia porque coliden con las nuevas leyes fundamentales y constitucionales, como la sagrada Ley de las Comunas, la Ley (divina) Antibloqueo y como tres etcéteras más.
Quienes plantean participar en las elecciones o son o se hacen, porque, en el mejor de los casos, saben que sus cargos solo serán jarrones chinos de una nueva monarquía inútil, que solo servirá para que el régimen pueda mostrar su parodia electoral ante el mundo.
En el modelo de planificación socialista, centralizada y controlada en todas sus etapas por el Estado, en función de los objetivos considerados por los jerarcas, las instituciones de gobierno son ejecutores ciegos a la orden del ente que planifica.
La monarquía maniquea conformada por los gobernadores y alcaldes que resulten electos en las mega elecciones del régimen no jugarán ningún papel.
Y que no digan que no lo saben, esos cargos nada podrán aportar a la solución de la crisis que ahoga al país, solo servirán para el beneficio de los que resulten electos y su entorno más próximo.
Supongamos por un momento que los guayaneses se unen en torno a nuestro valiente defensor del ambiente, la Amazonía y la democracia, y que se logra tal cantidad de votos que al régimen le resulte imposible negar los resultados. ¿Puede creer alguien que tendremos la capacidad para detener la destrucción del territorio que abarca el arco minero y evitar el desastre ambiental y el saqueo? ¿Podrá creer algún iluso guayanés que, atrincherados en los espacios vacíos de una institución abandonada, como es la Gobernación del estado —sin ningún tipo de recursos y bajo el tutelaje de un protectorado y las comunas— podremos construir un espacio de resistencia y organización para luchar por la democracia? ¿O, por el contrario, será más acertado pensar que estaremos como los mártires de El Álamo o, quizás, como Ricaurte, si nos atrevemos a volar el polvorín?
Participando en la mascarada electoral del régimen seremos tan distópicos como ellos.
Tendremos una oposición que no se opone ni propone, pero que a lo mejor se pone. Autoridades municipales regionales sin autoridad y sin recursos, legisladores que no legislen y, para colmo, comunas que solo servirán para acercar hasta la cama de los ciudadanos —que tampoco serán ciudadanos— el más absoluto y distópico control social.
Como resultado de la participación en la megatentación electoral, solo tendremos unos pocos alcaldes y gobernadores opositores que servirán para lavar la cara del régimen y brindarle un poco de legitimidad ante los ojos del mundo.
Definiciones de distopía (antónimo de utopía)
Representación ficticia de una sociedad futura de características negativas causantes de la alienación humana. (RAE)
Un mundo imaginario o una sociedad en la que las personas llevan vidas miserables, deshumanizadas y atemorizadas. (Merrian-Webster)
Wilfredo Velásquez es poeta.
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