Elefante en cristalería, por Teodoro Petkoff
Una de las más conocidas fábulas de La Fontaine es aquella que relata los infructuosos esfuerzos de un zorro por alcanzar un racimo de uvas; al final, cansado de tanto pegar brincos, exclamó:
“están verdes”. Así está nuestro Chacumbele con el Mercosur. Visto que sus propios disparates han puesto en entredicho el ingreso de Venezuela, se lanzó con una de sus típicas bravatas desde Teherán. Puesto que Mercosur no es lo que él plantea, comunica que está a punto de tirar la puerta en las presidenciales narices de sus homólogos suramericanos. Bush debe estar gozando una y parte de la otra; por fin, pensará, apareció alguien más torpe que él. Cual elefante en la cristalería internacional, Chacumbele se ha dedicado a serrucharse el piso a sí mismo.
Inocultablemente afectado por la reacción ante el cierre de RCTV, no tuvo una ocurrencia mejor que insultar al Senado brasileño, del cual depende, precisamente, que le franqueen la entrada. Negado, cual niño malcriado, a presentar una disculpa, no ha hecho sino colocarse más piedras en el camino. La guinda del coctel es la declaración en Teherán, que debe ponérsela difícil hasta al chulo Kirchner para defenderlo.
Pero, esto no es para alegrarse. El ingreso a Mercosur corresponde a un interés nacional y el gobierno de Chávez, en su momento, no hizo otra cosa que dar continuidad a una política de Estado, iniciada durante el gobierno de Caldera, cuando tuvieron lugar los primeros contactos exploratorios con ese mercado común. Desde aquí saludamos aquel propósito, no sin alertar acerca de la necesidad de una negociación minuciosa, para no arriesgar nuestra economía ante las asimetrías que favorecen a Brasil y Argentina. Todavía no somos miembros y las balanzas comerciales con ambos países son enteramente desfavorables para nosotros.
Puede imaginarse la catástrofe que significaría una apertura imprudente de nuestras fronteras a aquellas economías.
Pero, teniendo esto en cuenta, Mercosur, así como la Comunidad Andina de Naciones (CAN), constituyen objetivos estratégicos dentro de una visión integracionista de largo plazo en el subcontinente. Torpedearlos, del mismo modo irresponsable como hiciera antes con la CAN, revela que Chávez no es un estadista ni un revolucionario.
Actuar como un factor de desintegración en Sur América, cuando todo lo que está ocurriendo en el mundo muestra que nuestra región, si no se integra, será devorada por la globalización, es de una extrema cortedad de miras. Exigir, como requisito previo, que se dote de una política “anti-imperialista” común a países disímiles, con agendas diversas, y que apenas están en las etapas iniciales de su integración, es como querer construir una casa colocando primero el techo que los cimientos.
Jaquetonamente se ha venido vendiendo como el gran reformador de Mercosur. El canciller de Brasil le puso el punto sobre la i: si quiere reformar las reglas del club, entre primero. Para Chacumbele, sin embargo, las uvas están verdes.