Emigrar sigue siendo el objetivo de los venezolanos ante la crisis, por Ángel Monagas

Twitter e Instagram: @AngelMonagas
En medio del debate político y social que reina en Venezuela, existen miles y miles de personas que no se encuentran, que no se hallan, que no consiguen el feedback a su angustia, a su desesperación. Sus expectativas están por debajo del nivel requerido.
Salir a la calle y observar miles de profesionales y personas preparadas, trabajando por sueldos miserables que no alcanzan ni siquiera para comprar una aspirina, es mucho peor que decepcionante.
Los jóvenes fundamentalmente a pesar de su resiliencia, también padecen. En ellos ha aparecido un síntoma reservado para la profesión adulta normalmente: La depresión.
Los políticos y líderes del país hablan en un lenguaje que ellos entienden. Hasta allí. No lo comparten. No le puedes hablar a un muchacho de una Venezuela, que no conoció. Por ese análisis arranca el divorcio entre la gente y los actores políticos.
En medio de nuestras penurias, nuestras generaciones, incluida la de los años 90, sufrieron, vivieron y disfrutaron un país, donde «emigrar» era excepcional y ciertamente muchos lo hicieron. Los «baby boomers» y generación X, estudiábamos y si nos graduamos, la vida en líneas generales nos cambiaba para bien. El que no estudiaba podía «hacer negocios», dedicarse a una empresa, un comercio, etcétera.
Lidiamos con la inseguridad, aunque en la mayoría de los casos, era a «trompadas», con un «palo», que resolvíamos. Si había armas y si había enfrentamientos. En la Universidad muchos lo vivimos. No era la regla o la condición principal. Había necesidades, hambre, sin embargo, no faltaba el arroz, los frijoles (caraotas), el queso y el plátano.
De hecho, comer «caraotas negras», por mucho tiempo fue una señal de pobreza en gran parte de Venezuela, hoy es todo lo contrario.
Tomábamos ron o cerveza, los pobres. El whiskey era lejano. Igual disfrutamos.
La droga más conocida era la «marihuana», o las pepas de “mandrax”. No era normal su consumo y los que lo hacían también sufrieron su aislamiento social.
No abundaré más en detalles sobre un período que observamos lejano.
¿Por qué la alta inmigración hoy día?
Más de 7 millones de venezolanos, iniciaron la ruta. Luce imparable. En Venezuela no encuentran, por más campaña que se haga, razones para luchar, para tener fe y esperanza. Ser profesional en Venezuela no te permite mejorar tu calidad de vida ni la de tu familia.
La salud pública es un desastre, los sueldos, salarios y beneficios desaparecieron. Las universidades a pesar de la «idiota» campaña del chavismo en cuanto a su gratuidad, están cada vez más solas. Llegar a «viejo» en Venezuela es una desgracia mayúscula.
¿Para qué estudiar? se preguntan muchos. Prefiero migrar hacia los Estados Unidos, trabajar en construcción, en «comida rápida», etc. y vivir mejor, laborando todo el día, pero con «mejor calidad de vida».
Grave:
Perú, Chile, Colombia, Argentina, España, bajaron su perfil de preferencia. Y además vista la xenofobia y la situación económica de esos países, Estados Unidos retoma su lugar como país a escoger. Peor aún, miles de venezolanos que están en el cono sur, están optando por dirigirse hacia la cuna del «sueño americano».
No hay regreso:
Es absolutamente falso que miles están regresando. Es muy mínimo el porcentaje. No llega ni al 0,5%. El venezolano cada vez está más convencido de que no hay razones para quedarse en su país. El que puede hacerlo no dudará en hacerlo.
Los únicos que no piensan en ello, son parte de una clase privilegiada, una suerte de micro burbuja, que además de manera pública no puede tocar suelo extranjero. No obstante, vale resaltar la inmensidad cantidad de personas beneficiadas por el chavismo, que bajo anonimato se han trasladado a Estados Unidos.
En Florida tenemos señales de sobrinos de Iris Varela, de hermanas y familiares de Cilia Flores y pare usted de contar.
Simplemente el proceso comunicacional se llenó de ruido. Los políticos en general se desconectaron de las aspiraciones, ilusiones y expectativas de las grandes mayorías.
Hasta los que residen fuera, les prestan poca atención a los mecanismos de participación tipo primarias, con todo y el maquillaje que le añadieron al número de inscritos en el proceso.
Si recuerdan y siguen las comidas, los artistas, el humor y los lugares. No más. Pueden saludar a una figura pública de cualquier partido o criticarla duramente como el inefable Guaidó. De allí a pensar en un regreso, o de que las elecciones resolverán el mal, la tragedia, esa no existe.
Quizá los que estamos en la tercera edad regresemos. Los jóvenes irían solo de turistas.
Las razones no bastan:
En menos de un año, pocos medios reflejan la inmensa cantidad de venezolanos muertos y desaparecidos en esa odisea de emigrar. Pasan de mil la cifra.
Venirse por el Darién o en balsa vía las islas, es jugar a la ruleta de la muerte, con todos los elementos en tu contra. Familias completas desaparecidas.
Todos los días más acciones de territorios de los Estados Unidos comandadas por autoridades estatales, aún contra el poder federal, construyen barreras, muros, operativos, para impedir el acceso.
Donald Trump promete que de llegar a presidente nuevamente, realizaría el operativo antinmigrante ilegal más grande de la historia.
Es habitual escuchar: murió atravesando el Río Bravo, Selva Panameña o un accidente en Colombia.
La mayoría viene buscando el «sueño americano» y encuentra el «sueño eterno».
Ni hablar del comportamiento a lo interno dentro de Estados Unidos, Chile, Perú o el que sea, de una minoría, «hijos de Chávez», que migran exportando precisamente la mentalidad, la manera de pensar que nos llevó a ser el país que injustificadamente tiene una de las miserias más altas del planeta.
¿De quién es la culpa?
¿Del chavismo, del madurismo opinan muchos? ¿De la oposición, de los cómplices disfrazados de demócratas? señalan otros. Líderes que bajo consignas, planes y sueños quieren hacernos creer que resolverán la crisis. Dirigentes que representan el sentimiento de la mayoría, empero no sufren ni padecen lo que el común vive todos los días.
Esto no es resultado de un socialismo que no existe en Venezuela ni de un sistema liberal que tampoco nunca se ha materializado…
Para que nuestro país cambie tiene más que salir de Maduro, cambiar el modelo de pensamiento que nos trajo a este resultado.
Disfrazados de otras ideologías, el mayor peligro es que puede salir uno y entrar otros, rodeados por los mismos que nos han empobrecido durante 24 años.
El pueblo puede inducir el modelaje político que aspira y necesita.
Constantemente lo repito y hoy estoy más convencido: Migrar sí, pero no así. Prepárese primero mentalmente.
Si se viene por los caminos verdes, las verán muy rojas y no hay certeza de que llegará al final. No sea más parte de la cifra de muertos, de presos, de víctimas.
Por experiencia de lo que he aprendido de las historias de otros.
Muchos terminan gastando más pagándole a un «coyote», viviendo el infierno de la frontera, que buscando resolver, por ejemplo, a través de esa herramienta tan útil como el «parole humanitario», o los planes reunificación familiar, visas de trabajo, de talento, y muchas otras opciones.
Lo que está en riesgo no es su futuro, es su vida y la de sus seres queridos.
Los únicos culpables: el pueblo, por aceptar lo malo del pasado y creer que Chávez resolvería.
Si creo que hay oportunidad democrática de terminar esta tragedia.
Empecemos por no correr detrás de los salvadores. Que sean ellos quienes corren detrás de nosotros.
No podemos seguir votando arrastrados por el odio, por el resentimiento, por las emociones. Busquemos las razones.
Dejemos de pensar como vivimos para vivir como pensamos.