Empresarios, seguir nadando contra corriente, por Griselda Reyes
Twitter: @griseldareyesq
El sector privado venezolano ha sido señalado por décadas como el enemigo. Quienes ejercen el poder, lo ha etiquetado con los peores epítetos: lacayos, corruptos, especuladores y pare usted de contar. La versión oficial ha sido venderlos como ladrones, cuando la realidad es que el sector privado es el que sigue abasteciendo al país.
La razón de este ataque frontal, desmedido y constante –primero por parte del fallecido presidente Hugo Chávez y luego por la administración de Nicolás Maduro–, obedece a que el sector privado ha alertado todos y cada uno de los desmanes que han caracterizado 22 años de fracasadas políticas económicas en lugar de doblegarse ante el poder.
Estas líneas no son para endulzar a empresas pujantes o a figuras representativas del sector. Mucho más allá de eso, es para aplaudir a todos esos hombres y mujeres, muchos anónimos, que a diario siguen remando contra una corriente que ha pretendido ahogarlos por años. ¡Gracias, muchas gracias por no rendirse!
No es cosa fácil resolver cada quince y último la quincena de cientos de trabajadores que podemos tener en las diversas empresas. Mucho menos lo es batallar a diario con la persecución de los múltiples organismos del Estado, cuyo único objetivo pareciera ser obligar a bajar la santamaría a cualquiera que sobresalga.
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Como cabeza de empresas no niego a organismos reguladores que dan continuidad a una política de respeto tributario, pero sí me opongo rotunda y categóricamente a que las fiscalizaciones sean utilizadas como la figura del lobo feroz, cuyas visitas nos generen pánico a pesar de tener todos los papeles y las cuentas en reglas.
Además de esto, en nuestro peregrinar diario tenemos en contra a un Ejecutivo que no garantiza la normalidad de los servicios públicos. Se nos va la luz constantemente; el internet es intermitente; el agua prácticamente escasa; la recolección de basura se traduce es una fortuna. Todo esto nos llevado a caer en la privatización de los servicios, es decir, frente a la ausencia de ellos pagamos todo mucho más caro, acarreando importantes pérdidas sobre nuestros libros contables.
Confianza en el sector privado
Pero hoy los números de las principales encuestas ubican al gremio empresarial entre los sectores que mayor confianza genera al país, junto a la iglesia y las universidades. El sector productivo venezolano cuenta con el apoyo popular, mucho más que los partidos políticos y otras instituciones.
En una lectura personalísima esto obedece, entre otros muchos factores, a las penurias que vivimos cuando el sector privado fue sometido a las peores condiciones en lo que respecta a importación de materia prima y a un atroz control de precios, que solo trajeron escasez y colas de las que fuimos víctimas por meses los venezolanos.
El país hoy es otro, y más allá de ciertas y determinadas firmas o compañías de trascendencia internacional, pequeños, medianos y grandes empresarios hemos decidido seguir apostando a esta tierra de gracia. Ausencias, debilidades, todas y más, pero no podemos hacer otra cosa que abonar el terreno para que los venezolanos consigan los productos que necesiten sin que su poder adquisitivo siga evaporándose.
En Venezuela no hacen falta más fiscalizaciones y mucho menos leyes que metan la mano en el bolsillo de los venezolanos como el Impuesto a las Grandes Transacciones Financieras, que finalmente se traducen en más inflación. ¡NO! El sector privado reclama condiciones mínimas para producir en paz: seguridad, servicios básicos, menos impuestos confiscatorios.
Venezuela puede recuperarse y volver a tener grandes zonas industriales, puertos libres productivos y emprendedores reinventándose por todos los rincones de nuestra geografía. Pero para lograrlo hace falta un Estado que con voluntad política nos deje hacer y nos deje progresar.
Grisela Reyes es empresaria. Miembro verificado de Mujeres Líderes de las Américas.
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