En Andalucía ya somos un poquito más Europa

Y no es una afirmación que se pueda decir con la boca llena de orgullo. Desde anoche, la Comunidad Autónoma cuenta con el dudoso hito de haber abierto las puertas del Parlamento a un partido que se jacta en sus mítines de ser extrema derecha. Un movimiento del que parecíamos habernos librado en España, a pesar de los ejemplos cercanos de nuestros vecinos mediterráneos
Autor: Alicia Hernández
Es la noticia que hoy todo el mundo destaca. Que Vox, un partido cuyo líder pregona mensajes homófobos, racistas y machistas, al que muchos no le dieron importancia, que incluso fue motivo de mofa, haya conseguido hasta 12 escaños en el Parlamento andaluz. 395.000 personas. El 11% de los votos en la Comunidad Autónoma más grande de España y que se mantenía, rara avis en la piel de toro, a la izquierda.
El PSOE pierde el poder en el que durante 36 años ha sido su feudo. Y de un modo estrepitoso. De los 47 escaños conseguidos en 2015 ha pasado a 33. Un resultado que lo deja prácticamente fuera de juego. No llegan a la presidencia de la Junta ni aunque se unan al grupo político más cercano ideológicamente, Adelante Andalucía, la coalición de Podemos-Izquierda Unida (17 escaños).
El Partido Popular, con 26 escaños, celebraba este domingo una victoria que tampoco es tal. Es el segundo peor resultado de su historia en la región andaluza. Y con el que tampoco lograrán sentarse en el Palacio de San Telmo a no ser que hagan alianzas. En este caso, sería de esperar una coalición con Ciudadanos (21 escaños). Y aún así, quedan cortos.
Las salidas no son muchas, y casi ninguna viable ideológicamente. Una opción es un gobierno tripartito con PSOE, Adelante Andalucía y Ciudadanos. Pero la pretensión de Albert Rivera (Cs) es que su candidato Juan Marín sea el presidente con el apoyo de PP y PSOE. Este otro tripartito (PP-PSOE-CS) tendría que pasar por encima de las ansias del PP de sacar de San Telmo a todo lo que huela a socialista. La otra opción es una que, a medida que pasan las horas, va tomando forma: la unión de PP, Ciudadanos y VOX.
Los populares han reconocido a Vox desde el principio. En cambio, Ciudadanos ha oscilado en su postura. Hoy, en palabras del secretario general de la formación naranja, José Manuel Villegas, no descartan ningún escenario. Y eso incluye unirse a la fuerza de extrema derecha.
De ser así, hablaríamos de un gobierno autonómico, con competencias en Justicia, Sanidad y Ley de Violencia de Género, donde la ultra derecha tiene, nunca peor dicho, voz. Las consecuencias son imprevisibles. Y seguramente, las acciones políticas vendrán en arremetida contra los 36 años en los que el PSOE trató a Andalucía como su cortijo.
De dónde viene esto
Al contrario de lo que ocurre en Venezuela, donde el chavismo siempre vota, en España quien acude siempre a votar llueva, truene o relampaguee, es la derecha. Si partimos en bloques ideológicos el resultado, 59 escaños van para aquellos que, con mayor o menor determinación, se circunscriben en la derecha, es decir, PP, Cs, Vox. Para la izquierda, más o menos tibia, más o menos radical, de PSOE, Podemos, Izquierda Unida, quedan 50 escaños.
La caída del PSOE era algo que se podía vaticinar. La figura de Susana Díaz no convencía ni a sus adeptos. Y el hartazgo hacia el partido, inmerso en cualquier tipo de escándalo que dan, entre otras cosas, el atornillamiento al poder por más años que los que cuenta la que escribe. Pero la caída de los socialistas no ha supuesto tampoco que gane su antagonista, el PP. Aquí vemos el reflejo de lo que ha sido España en los últimos años: cansancio hacia los partidos tradicionales.
Y el viraje, al menos en este punto, ha llevado a una parte de la población a satisfacer sus necesidades electorales con un partido antisistema y abiertamente anti constitucionalista.
El cansancio también se ha visto en otro dato, la baja participación. Solo un 58,65% de los andaluces acudió a votar. Cuatro puntos menos que en 2015. El debate político no llega, no interesa. No moviliza.
Hay que ver el tempo en que estas elecciones se han dado. Son las primeras después de todo el “asunto catalán”. Su consecuencia más evidente -y superficial-, fue la lucha de banderas en los balcones de cada rincón del país. La más sutil, la que ha ido calando en cada discurso, en cada discusión de bar, en cada familia en un modo que, visto por quien llega de fuera, sorprende, la que hace y hará más daño si no se ponen paliativos, es la polarización.
Esta a su vez se nutre del miedo y del desconocimiento. Entonces llega otro punto que puede haber sido clave: la inmigración. El debate ha sido parte de la agenda política todo el año. Y, de nuevo, se entra en un “nosotros” versus “vosotros” revuelto que para el pescador vivo se convierte en ganancia. Y ahí entra Vox. No en vano, el sitio donde más votos han ganado es El Ejido (Almería), un pueblo donde 1 de cada 5 habitantes es de origen africano. Un pueblo tristemente recordado porque hace 18 años fue el escenario de un estallido de violencia xenófoba de los más fuertes que ha vivido España en su historia reciente.
Las consecuencias que las elecciones andaluzas traen para el panorama nacional dependerá de la lectura que hagan los políticos de ellas. Y de cómo decidan actuar.
En lo inmediato, habrá que ver si Pedro Sánchez entona un mea culpa por el batacazo del PSOE y le sirve de empujón para convocar elecciones nacionales. No parece el camino que va a tomar el socialista, pero sin duda sus opositores harán leña de ese árbol caído.
Más allá de lo electoral, hay un tema de discurso y de fondo que no deberían dejar pasar ninguno de los grupos políticos. Si se quedan en su “política de banderas”; de la polarización; de los ataques cruzados en redes; de no llamar a las cosas por su nombre ni ver la cara al fantasma de la ultraderecha que ya no es tal, sino real y con escaños y con posibilidad de estar en un Gobierno autonómico, el problema no hará sino escalar y tomará la política nacional.
Si deciden, por una vez, bajar a la calle, escuchar, atender qué está pasando con la gente, cuál es su descontento, sus miedos, pesares y esperanzas, puede que no tengamos que lamentarnos en unos años y recordar que el día después de las elecciones en Andalucía perdimos todos.