En busca de la centralidad política, por Luis Ernesto Aparicio
Estamos a muy pocos días de vivir el proceso electoral más interesante en la historia política de los últimos 20 años. Este puede ser un momento muy crucial para la recuperación de la democracia libre, tal y como la hemos conocido algunos venezolanos y que ha sido arrebatada a hijos y nietos.
Aquí es importante aclarar que me refiero a la «democracia libre» como un sistema vivo y dinámico, que requiere del compromiso activo de los ciudadanos y la protección constante de sus valores fundamentales. La aclaración es pertinente para evitar confusiones con el concepto de «libertaria» promovido por algunos extremistas que se encuentran más cercanos de la barbarie de los tiempos dictatoriales, ni tampoco con «liberar», ese mantra que muchos entonaban desde prestigiosas universidades.
Pero volviendo a Venezuela, los aspirantes lanzas sus repertorios de promesas y de aquellas cosas que harán si se les entrega el añorado voto mayoritario al momento de elegir. En los discursos, se habla de: «sacar», «cambiar» y «construir» y otros puntos coincidentes entre quienes figuran como una opción diferente a la versión autocrática que dirige al país.
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En ese camino, van dejando atrás a todo aquello que consideran un peso para el recorrido, no importa incluso que sea aquella unidad –tan exigida por todos– para lograr el cambio necesario. Al fin y al cabo, parece que ya no importa porque ella se ha confundido con algunos de quienes se piensa que no hay por qué acercarse.
La centralidad
Con todo ello, pareciera que lo importante no es encontrar la centralidad que tanta falta hace en el país. Eso no arroja dividendos; antes bien, se prefiere pensar e ir a los extremos bajo la creencia de que en uno de ellos se vive mejor o se vivirá mejor.
Para mi limitado conocimiento de la política y de lo que Venezuela necesitaría, no se trata de encontrar al «redentor» que pueda, como por arte de magia o don divino, sacar al país, de forma inmediata de la caótica situación a la que han arrastrado los veintitantos años del chavismo-madurismo. Ese camino ya lo conocemos, por allí llegaron ellos y estoy seguro de que no queremos repetirlo.
Pensar que el pueblo venezolano se inclina por algún concepto o tendencia de orden filosófico como los que ya abordamos al principio, es no haber estado ni cerca de lo que el pueblo venezolano padece y ha padecido durante todos estos años. De estos padecimientos es de donde proviene el deseo y la movilización, el hastío de un régimen que solo les deja miseria y desintegración familiar.
La política debería ser encontrarnos
Por esas razones, soy de quienes creen que más allá de una figura a lo rockstar o caudillista, de esas que ya conocimos pero que parece ser la preferida, la política debería ser encontrarnos en el centro en donde se encuentre el equilibrio y las políticas de los extremos ideológicos, ya sean de izquierda o derecha.
En tiempos de polarización extrema, donde las posiciones políticas se vuelven más radicales y la sociedad se ha fracturado, la centralidad política puede jugar un papel crucial en el rescate y la estabilización de la democracia. Pensar en el extremo y en el «quítate tú, para ponerme yo», es todo lo contrario a lo que se necesita en estos momentos.
De allí que la acción política no debería encerrase ni en «libertaria», ni «liberar», confundir estos conceptos con la libertad deseada por los venezolanos, es asumir que ellos representan el sentimiento y deseo de cada ciudadano, cuando la realidad es que se requiere el rescate de la democracia y, de seguido, concentrar los esfuerzos en su fortalecimiento y en la preservación de las instituciones que la definen.
En la vorágine de los debates, del entusiasmo y adrenalina que corre al momento de entrar en contacto con la gente, es importante hacer una breve pausa para pensar qué es lo más importante para el venezolano común, cuál es su real interés cuando deposita su confianza en una persona o formula. Puede que, al hacerlo, lo que menos encontrará en sus pensamientos es un concepto ideológico; antes bien, lo que habrá será un deseo de salir de una pesadilla obligada.
Luis Ernesto Aparicio M. es periodista, exjefe de prensa de la MUD
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