En Chacao «se defendió la casa» pero a qué costo

«No basta con serlo, hay que parecerlo». La frase se le atribuye erradamente a Maquiavelo, pero se sigue aplicando a la política porque lo que comunica es clave. La traemos a colación a propósito de la reciente elección municipal donde el alcalde Gustavo Duque logró su reelección para un tercer mandato consecutivo.
No será este un texto sobre sus cualidades al frente de la alcaldía de Chacao. Tampoco disputamos que haya logrado recaudar la mayoría de los votos en una carrera donde las opciones se redujeron a dos: él o el PSUV. En todo caso, Duque ganó.
Sin embargo, lo hizo asumiendo prácticas condenables de su adversario. Quizá por aquello de aplicar el «pragmatismo» político, quizá porque no hay manera de vencer al PSUV sin caer en repetir sus mismas prácticas antidemocráticas, quizá porque la impunidad acumulada de irregularidades electorales ha conducido a normalizar estas actuaciones, quizá porque siempre será mejor tener el poder a pesar de las críticas de cómo se obtuvo, quizá porque siempre hay espacio para que un político diga «no me importa el qué dirán».
Aún así, no podemos dejar pasar que Gustavo Duque puso a disposición de su campaña la institucionalidad de la Alcaldía de Chacao. Efectivamente, Duque y su partido Fuerza Vecinal convirtieron la burocracia de una institución pública en parte de su comando de campaña.
No lo decimos gratuitamente, sino con pruebas. Por ejemplo, esta que es difícil de ignorar.
Este mensaje combina muchas cosas. No nos queremos meter con el tema de que una tarjeta «Soy Chacao» suena bastante a Carnet de la Patria. Pero sí con que una funcionaria, que literalmente se identifica como tal, haga abierta campaña a favor de un candidato.
Transparencia Internacional dijo en su informe global de 2021 que «cuando los líderes utilizan los recursos del Estado para asegurar su permanencia, se confunden los límites entre gobierno y partido, debilitando la democracia”.
Este caso que hemos mostrado en Chacao no es el único en esa jurisdicción en 2025.
No tenemos cómo demostrar que durante la tarde del domingo de elecciones funcionarios de la Alcaldía de Chacao llamaron a residentes de esa localidad para preguntarles si habían ido a votar. La «operación remate» pero no desde el comando de campaña sino desde la institución pública.
Lo que sí podemos mostrar son varias capturas de pantalla de mensajes enviados a personas que están inscritas en chat vecinales de los que tanto se enorgullece la gestión de Gustavo Duque, durante el domingo 27 de julio, incluyendo el que insistía en que los electores debían notificar que habían votado en el «punto azul» dispuesto para ello.
Ya sabemos que el PSUV usa recursos públicos y la estructura burocrática del Estado para impulsar sus campañas y candidatos. Ya sabemos que instalan «puntos rojos» para registrar a quién acude a votar, para chequear que los receptores de programas sociales muestren su «lealtad», para afectar finalmente la libertad de ejercer un derecho.
Ahora también sabemos que Fuerza Vecinal y su alcalde Gustavo Duque pusieron en las municipales de 2025 la institucionalidad de Chacao al servicio de su campaña, y que instaló «puntos azules» para registrar a quien acudía a votar.
Y sí, ganó la reelección con casi la misma votación que obtuvo en 2021. Lamentablemente lo hizo replicando prácticas de aquellos que, se entendía, él adversa.
Al completar su periodo, Duque habrá gobernado 12 años, más que ningún otro alcalde de esa localidad. Y podrá lanzarse de nuevo, si la reelección indefinida no es abolida. Veremos si tener más tiempo en el cargo lo hace abandonar prácticas más que cuestionables y volver a respetar la separación de Estado y partido, o si al contrario seguirá aplicando «pragmáticamente» los métodos del chavismo en esos 13 kilómetros cuadrados de Chacao.
No sabemos si esta práctica de Fuerza Vecinal fue replicada en Baruta u otras localidades. En todo caso, y asumiendo que no habrá explicación, admisión o contrición alguna, ojalá la democracia en Venezuela se pueda desprender de todas aquellas técnicas que la carcomen desde adentro.
Dicen Levitsky & Ziblatt en Cómo mueren las democracias (2018) que «las elecciones no bastan para garantizar la democracia. Sin normas democráticas, las instituciones se convierten en armas para socavarla desde adentro». Es peor cuando las normas sí están pero todos los actores deciden ignorarlas.
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