En El Cementerio hacer pan es una alternativa de vida y de alejarse de la delincuencia
Lo que empezó como una prueba piloto que buscada formar a jóvenes de El Cementerio y la Cota 905 como panaderos se convirtió en un “boom” dentro de una comunidad, que pese a estar rodeada de violencia, brinda oportunidades a quienes las buscan
Dos veces por semana y por casi tres horas al día, 20 jóvenes con edades comprendidas entre los 14 y 21 años se reúnen en una casa situada en la parte alta de la calle El León, en El Cementerio, al oeste de Caracas, para aprender recetas y técnicas en la elaboración de panes, galletas y tortas, como parte del taller de panadería “Jóvenes de la Rosalía”, un proyecto comunitario que brinda formación en este oficio como alternativa de vida que les permita crecer y avanzar como personas, pese al entorno de violencia que circunda a este populoso barrio caraqueño.
Divididos en grupos de 10 y bajo la paciente orientación del maestro pastelero Rubén Palmieri, los estudiantes elaboran panes dulces y salados, cachitos, brownies, polvorosas, biscochos y tortas frías. Comparten, además de los ingredientes y utensilios de repostería, el mismo entusiasmo y la sed de aprendizaje que sumarán nuevas y mejores rutas a seguir para el futuro de sus vidas.
Sobre la marcha
Lo que empezó como una prueba piloto en noviembre de 2020, de inmediato despertó el interés de jóvenes de diversos sectores de El Cementerio y la Cota 905. Esto precipitó la ejecución del proyecto aún y cuando era solo una idea y les faltaba de todo.
“Cuando empezamos no teníamos nada, ni batidora ni horno. Así que, en un esfuerzo colaborativo, los muchachos lograron hacer los primeros panes y salieron con su bandeja a pedirle a la comunidad que se los horneara”, recuerda Saray Figueredo, creadora y coordinadora del proyecto. Añade que, sorpresivamente, todos fueron muy receptivos. “La misma comunidad que ayer pensaba que los encontrarían en una esquina con una pistola para robarlos, los vio pedirles que le hornearan los panes”.
Sobre el taller, detalla que está estructurado en cuatro líneas de impacto: el oficio o formación, la educación financiera (costos, presupuestos y sitios para vender el producto), apoyo psicosocial y mentoría, que es seguimiento de los avances de los jóvenes por parte de personas de la comunidad en las que éstos se ven reflejados.
Rubén Palmieri, es chef, maestro pastelero y repostero. También hace de payasito en Lepo, una fundación de payasos humanitarios de Venezuela y es el maestro del taller de panadería de Jóvenes de la Rosalía. Martes y jueves se traslada desde Guatire, en el estado Miranda, hasta El Cementerio, para prestar su colaboración en la enseñanza y motivación de sus alumnos e n el arte de hacer panes, tortas y galletas. » Yo vengo a enseñarlos, pero ellos siempre son los que me enseñan a mí», dice.
Saray resalta el interés que está iniciativa despertó en muchos chamos de la zona que estaban en riesgo de caer en drogas y optaron por alejarse de esa vida, lo que genera mucha satisfacción a todo el equipo que hay detrás de la ejecución de este plan.
“Yo soy uno de los primeros que se integró al curso. Lo que más me llama la atención es la pastelería y la repostería. Aunque también sé hacer panes dulces, piñitas, cachitos y los panes de jamón, me quedan buenísimos», dice Gustavo, uno de los estudiantes de repostería, de 16 años e edad.
Hoy, los futuros panaderos y reposteros cuentan con un espacio para las clases, además tienen batidoras, utensilios, un horno e ingredientes gracias al trabajo, esfuerzo y compromiso de muchas personas que hicieron posible este proyecto. Parte de los jóvenes tendrá la oportunidad de hacer pasantías en algunas panaderías de Caracas, mientras otros 30 están en lista de espera para la segunda ronda del curso.
Saray señala que esperan conseguir materiales para las prácticas y asegura que próximamente se estarán realizando en la localidad jornadas de venta de pan. “Sueño con que mañana sean ellos los que den las clases de panadería, porque están aportando algo positivo a su comunidad y eso es súper valioso e importante”.
«Yo quería hacer un curso de repostería y se me presentó la oportunidad cuando Saray fue a mi casa y me dijo que quedaba un cupo. Aquí hacemos panes y de todo. Limpiamos, cargamos la harina y los materiales por esas escaleras para arriba. Hemos aprendido hacer panes dulces, salados y galletas chocochip», afirma José Gregorio, 15 años
“Estoy en el curso desde que inició en noviembre, a mí ya me gustaba cocinar, pero no sabía mucho, así que lo vi como una gran oportunidad de aprender. Deje de estudiar hace dos años, pero también quiero terminar mi bachillerato y tener mi título, porque ya tengo una meta clara de seguir adelante con mis estudios y el curso de panadería”, comenta Yorsibeth, 17 años, quien asiste a los talleres de panadería y repostería.