En el refugio Mundo Nuevo el «mientras tanto» se convirtió en para siempre
Más de 130 familias viven en una fábrica abandonada de textiles que soporta un techo que amenaza con derrumbarse, un espacio que debió ser un refugio temporal que a punta de «mientras tanto» ya lleva 12 años
La época de lluvia recrudece cada año la amenaza a la que se enfrentan 130 familias que viven en el refugio Mundo Nuevo, situado en la avenida principal de La Yaguara, un espacio derruido que una vez fue una fábrica de textiles abandonada, y que permanece bajo el peligro inminente de que el deteriorado techo del galpón se desplome y sepulte a quienes allí habitan.
En días lluviosos, los chorros de agua caen a las improvisadas casas a través de las filtraciones que hay por un pozo que se forma en la platabanda, que llaman “la piscina”, lo que inunda cada rincón del lugar.
De acuerdo con tres informes emitidos por el Instituto Municipal de Riesgo y Administración de Desastres (Imgrad), Protección Civil (PC) y Bomberos de Caracas, la construcción tiene 98% de riesgo de colapso, debido a un incendio que destruyó el lugar hace más de 30 años, por lo que las autoridades recomendaron, sin éxito, el desalojo inmediato del lugar.
Desde entonces, lo que inició como una solución habitacional temporal para las primeras 21 familias que invadieron el galpón, terminó por ser su “único hogar”.
Para esta comunidad conformada por al menos 300 adultos y 150 niños, con edades que oscilan entre 2 meses y 14 años de edad, la vida en el refugio Mundo Nuevo transcurre entre inundaciones, hambre, desempleo, incertidumbre y desidia gubernamental.
La comunidad invisible
Por años, representantes comunales del galpón invadido, que tomó figura jurídica bajo el nombre Organización Comunitaria de Vivienda (OCV), acudieron a entes gubernamentales como la alcaldía del municipio Libertador, ministerios y en última instancia fueron a medios de comunicación para llamar la atención de las autoridades y lograr una pronta solución de vivienda.
Sin embargo, ni las trancas de calle como protesta, ni las numerosas reuniones sostenidas con delegados del ministerio de Hábitat y Vivienda y representantes de la entonces Jefa de Gobierno de Distrito Capital, Jacqueline Faría, lograron que la precaria situación de las familias del refugio Mundo Nuevo fuesen atendidas.
“Lo único que nos decían en las reuniones era que debíamos organizarnos y buscar galpones desocupados que pudieran ser usados como refugios temporales mientras nos adjudicaba una vivienda y al conseguirlos, nos decían que teníamos que esperar”, relató Karina Peraza, excoordinadora de la OCV.
“Para nadie es un secreto que estamos aquí”, expresó Peraza con resentimiento y un dejo de resignación. «Varios representantes del gobierno saben que todavía estamos acá. Lo sabía Jorge Rodríguez, quien para la fecha era alcalde del municipio Libertador, también lo sabía Ernesto Villegas, titular del ministerio de Estado para la Transformación Revolucionaria de la Gran Caracas para el período 2013-2014 y en sus tiempos, lo sabía el presidente Chávez y lo sabe Maduro”, sostuvo la líder comunitaria, quien detalló que por mucho tiempo apoyó a la revolución bolivariana, “pero después de ver todo lo que ha pasado, no quise seguir más en eso. Poco a poco me fui cansando y por más que fuimos a los ministerios a pedir ayuda, no nos tomaron en cuenta”, indicó Peraza.
Desde la llegada de nuevas familias al lugar, provenientes de diversas zonas de Caracas e incluso damnificados de la tragedia de Vargas -ocurrida en el año 1999- que aún no tenían donde vivir, muchos medios de comunicación nacionales e internacionales reseñaron las tétricas condiciones del refugio.
Margarita Gómez, una de las habitantes, recuerda que incluso fueron reporteros de Venezolana de Televisión (VTV) a grabar imágenes y la comunidad aprovechó para expresar el enojo por los años de abandono institucional. «Al día siguiente vino un desfile de representantes del gobierno, cargados de promesas y soluciones que no llegaron a ninguna parte”, aseveró la mujer de 34 años, desempleada y madre de tres niños. Gómez añadió que la última vez que un representante del gobierno fue a proponerles soluciones habitacionales en 2015.
Para febrero de 2011, cuando el fallecido presidente Hugo Chávez, anunció en su programa Aló Presidente el nacimiento de la Gran Misión Vivienda Venezuela (GMVV), con la que esperaba resolver el déficit habitacional a través de la construcción de 2 millones de viviendas en seis años, ya las familias del Mundo Nuevo de La Yaguara tenían cuatro años esperando que sus necesidades fueran atendidas.
En esa oportunidad Chávez dijo: “Ya empezamos por los refugios (…) donde estamos preparando el censo con los recursos”. Sin embargo, 12 años después, ninguna casa de los 2 millones 700 mil que se han construidas en el mandato de dos presidentes de la revolución, ha beneficiado a alguna de las 130 familias del refugio.
Un «mientras tanto» permanente
El refugio Mundo Nuevo, que está conformado por 112 espacios distribuidos entre un sótano, el primer piso y un ranchito situado en una esquina de la platabanda, pasó de albergar familias que usaban bolsas plásticas para separar los espacios porque pensaban que sería algo temporal “mientras el gobierno les adjudicaba una vivienda”, al convencimiento colectivo que los llevó a resolver por sí mismos y construyeron viviendas con bloque y cemento, mientras que otros apenas alcanzaron a lograr separaciones hechas de lata, madera, plástico y hasta telas.
En el mejor de los casos, los espacios tienen hasta tres cuartos, un baño, una sala-comedor y la cocina e incluso muchos han sido vendidos y otros los siguen ofreciendo. El precio de uno de estos lugares oscila entre 1.700 dólares.
Un sistema empírico e improvisado de ductos de aguas blancas y servidas, junto a un peligroso manojo de instalaciones eléctricas, fue desarrollado por los habitantes del lugar. Sin embargo, su principal preocupación son los pedazos de concreto que se desprenden del techo cuando llueve. Las columnas erosionadas por la exposición al fuego del incendio, más el efecto del agua de lluvia sin impermeabilizante, han cedido al borde del colapso anunciado desde hace más de una década.
Muchos de los espacios no tienen más techo que el que amenaza con desplomarse, otros comparten una lona gruesa y pendones de propaganda política.
En una de las esquinas del galpón se encuentra un templo cristiano. Está dividido por pasillos semioscuros, pese a la compleja red de cables eléctricos con escasos bombillos que se entreteje a tres metros del suelo.
Hay tres bodegas en las que solo se consigue cigarros, caramelos y helados. “Anteriormente vendían teticas de café, azúcar y de harina, ahora ni eso. Para comprar azúcar hay que llevar la taza”, dijo uno de los residentes.
Injusticia, miedo y resignación
Como lo temporal se hizo permanente, las irregularidades en la entrega de las cajas del Clap también se instalaron junto al chantaje, el choque político ideológico y el cobro de vacunas que sufre la comunidad Mundo Nuevo.
Un residente que pidió reserva de su identidad apuntó a lo que denominó «discriminación alimentaria». Muchos hombres solteros que residen en el refugio no reciben la caja Clap. “Si no tenemos una mujer y unos hijos, perdemos el derecho a la alimentación”.
Otros manifestaron sentirse chantajeados por los encargados de repartir las cajas con comida. Aseguraron que si no acuden a las marchas políticas y no salen a votar son excluidos de cualquier beneficio al que logran acceder a medias. “Cuando hay marchas tenemos que ir, así no queramos. No queremos chantajes sino que se respete nuestro derecho a la alimentación. Nos obligan a que dependamos de ellos ”, sostuvo una de las habitantes del sótano.
“Aquí si no eres chavista no tienes derecho a comer, no tienes acceso al combo que pueda llegar o te quitan el carnet de la patria. Te chantajean con eso, así que nos toca asumir el papel de chavista aunque no nos guste”.
La molestia por el chantaje se transforma en miedo cuando se mencionan los cuerpos policiales. Las miradas cambian y de inmediato en señal de protección, tal vez la única que les queda, se persignan con una cruz desde la frente hasta el pecho.
“Algunos funcionarios de la Policía Nacional Bolivariana (PNB) cuando no tienen plata, vienen para acá y nos chantajean con sacarnos de aquí porque no somos propietarios, porque no tenemos papeles de nuestra casita y si no tenemos dinero para darles nos amenazan con sembrarnos”, relató una vecina del lugar, quien aseguró que su marido está bajo presentación por delitos que no cometió, solo porque no tenía dinero cuando se lo pidieron los policías.
Tras 12 años sin obtener respuestas, las 130 familias que hoy ocupan ese espacio han dejado atrás la esperanza y pasaron a la resignación. Lejos quedaron los sueños de tener una casa digna y propia, que les permita alcanzar una mejor calidad de vida.
“Si no nos dieron casa a nosotros, que estamos en estas condiciones cuatro años antes de que inventaran la Misión Vivienda, ya no lo harán con el país en ruinas como está”, dijo una mujer que se identificó como Romelia.