En la mira, por Teodoro Petkoff
Las dos amenazas consecutivas lanzadas por Chacumbele contra Globovisión deben ser tomadas muy en serio. De hecho, haber instado a otros poderes del Estado (léase, sobre todo, Fiscalía) a «hacer algo», ya sabemos que tiene el carácter de una orden y que cabe esperar la apertura de algún procedimiento contra el canal. Por lo tanto, pareciera que hay algo más que una de sus proverbiales bravatas, a las cuales es tan dado, sobre todo en épocas electorales que ya ésta para él lo es, porque toda su conducta está determinada por el reto de 2012.
El Presidente cree haber encontrado en la comparecencia de Guillermo Zuloaga ante una comisión del Congreso norteamericano el pretexto ideal para una embestida semejante a la que condujo al cierre de RCTV. Durante estos doce años Chacumbele ha hecho vivir al país una singular paradoja, absolutamente farisaica.
Formalmente hablando, en Venezuela existe libertad de expresión y no se ha establecido censura previa, pero en la práctica se ha mantenido un acoso permanente, un hostigamiento sistemático contra los medios de comunicación, sobre todo radioeléctricos, que ha conducido al cierre del canal 2 y de 34 emisoras de radio, con la consecuencia de que se ha expandido un relativo grado de autocensura en no pocos medios.
Así que, si bien no existe censura previa y los medios que no se achicopalan ante amenazas, juicios, multas, procedimientos administrativos y ataques físicos a sus sedes y a sus trabajadores, cumplen a todo riesgo con su cometido informativo y opinático, la autocensura sí ha logrado encoger el ámbito del ejercicio de la libertad de expresión y de prensa.
En apariencia, el gobierno no censura pero ha logrado que algunos medios se censuren a sí mismos. Desde luego, en el exterior este «detalle» no es percibido y todavía hay quien compre a Chacumbele como un demócrata cabal.
El Presidente viene buscándole la vuelta a Globovisión desde hace rato. Una vez que se deshizo de RCTV y neutralizó a Venevisión, mediante el acuerdo con su propietario, se trazó el propósito de aplanar completamente el espacio televisivo, sacando del medio al canal de La Florida.
Este tiene en perfecta regla, y vigente hasta 2015, la concesión del Estado que le permite operar. Pero Chacumbele nunca pensó que la elección presidencial se le iba a transformar en una cuesta tan empinada y, por lo visto, no quiere llegar a la campaña electoral, en la cual está entrando en minoría, con el incordio que para él y su régimen ha significado Globovisión, con su indeclinable postura crítica y batalladora.
De allí que haya ordenado a sus mastines jurídicos que hinquen el diente en Globovisión y traten de fabricar las marramucias «legales» que le permitan cerrar la planta bastante antes del vencimiento de la concesión.
Diríase pues, que toca a las fuerzas democráticas venezolanas y al país todo mantenerse muy alertas ante las directas señales que Chacumbele está enviando sobre sus propósitos con Globovisión, que, por cierto, dista de ser, hoy, un mero problema local.