En la tensa espera, por Gregorio Salazar
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Convengamos en que Nicolás Maduro Moros tiene derecho a ser candidato presidencial. Si revisamos las condiciones que establece el 227 de la Constitución para cualquier aspirante encontraremos que, en efecto, este ciudadano hasta excede algunos de los requisitos, pues duplica los treinta años y es venezolano por partida triple, de acuerdo a la documentación o versiones que antaño presentaron sus propios funcionarios.
Tres eran las parroquias que se disputaban tan alto honor. El Valle, San Pedro y La Candelaria, la que finalmente se alzó con el derecho tras una intervención televisiva de la finada Tibisay en la que dio ante las cámaras un carpetazo documental más rápido que un aletazo de colibrí.
En todo caso, ya pasaron los tiempos en que basados en la exigencia constitucional de «no poseer otra nacionalidad» –y en este caso se presumía la colombiana–, medio país clamaba por su salida de la presidencia, clamores que para ser fieles a la verdad se han centuplicado por razones de mucho más peso y entidad y muchas más urgencias que la de un escrito ornado con estampillas y papel sellado.
Ya el Partido Socialista Unido de Venezuela, anunció que la proclamación de su candidato presidencial será este fin de semana, paso al vacío que de ser el PSUV un verdadero partido político, con estructuras y funcionamiento democrático, jamás daría después de dar la más leve hojeada a la performance de Maduro durante la década y pico que lleva en el poder y lo que señala cualquier estadística, sondeo político o socieconómico. Pierde 8 a 2 en cualquier terreno. Que eso le importe es otra cosa.
Apelemos a nuestro deporte nacional, el beisbol, fuente de toda sabiduría popular, para encontrar un sencillo equivalente a la situación que nos ocupa o, mejor, preocupa y atormenta a los venezolanos. A ningún club se le ocurriría colocar en el line-up y menos de cuarto bate a un individuo con 050 de average de bateo, líder de ponches en el circuito y un verdadero colador al campo, más si este es el socioeconómico o el de los derechos humanos.
Pero todos sabemos que al igual como puede ocurrir en cualquier «caimanera» hay quien pretenda imponerse como dueño del bate, los guantes y la pelota y, peor todavía, de las reglas y los árbitros que las interpretan y sentencian. Que sea novio de la madrina y que la incorpore a las desventuras de Súperbigote, pase.
Esta es la amenaza que mantiene al país en vilo, sin saber si podrá salir de Maduro o si éste optará o podrá –son cosas distintas– pasar el cerrojo que selle la puerta del regreso a la vida en democracia, con paz, convivencia, Estado de derecho y opciones para prosperar en cualquier campo de la vida que desee hasta el más humilde hijo de Venezuela.
El chavismo ya tiene candidato. Un candidato sin obra que presentar, sin logros que lo respalden, sin pueblo que encuentre algo que agradecerle o reconocerle, lo que es decir sin votos. Sin embargo, se presenta a la reelección porque sabe que tiene mucho poder y pocos escrúpulos para tratar de cerrar al paso a cualquier adversario que lo supere en popularidad y en concitar confianza y esperanzas.
Así ha logrado Maduro llevar el juego al punto que faltando escasos cien días para abrirse el proceso de inscripción de candidaturas ante el CNE, el inmenso pueblo opositor que lo adversa vitalmente no sabe en definitiva quien será su abanderado. Lo que sí sabe que es hay quien encarne el liderazgo y lo sigue.
Y así se ha visto. Durante los últimos días la ganadora de las elecciones primarias del 22 de octubre sigue recorriendo el país en olor de multitudes. El inconstitucional bloqueo a su postulación no ha hecho mella en el ánimo de las mayorías que la siguen. De extremo a extremo del país, el acompañamiento popular es masivo y entusiasta.
Pero se acerca la hora de la verdad. Los cruciales cinco días del lapso de inscripción en los que un candidato deberá eludir las horcas caudinas de un régimen que se asume pieza estratégica de un nuevo orden mundial y con eso se autosublima y justifica.
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Una tensa expectativa aguarda la decisión de María Corina Machado y las organizaciones políticas que reconocen y apoyan su liderazgo, el que logró hacer emerger la fuerza y la voluntad de cambio de los venezolanos. Unidad, organización y voto siguen siendo las consignas.
Gregorio Salazar es periodista. Exsecretario general del SNTP.
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