En los comedores sociales la solidaridad es la vacuna contra el coronavirus
Algunos comedores solidarios mantienen actividades y entregan la comida para llevar, pero muchos otros se han visto obligados a cerrar mientras dure la cuarentena
Ancianos, niños e indigentes son parte de la población vulnerable que atienden grupos de la Iglesia Católica y múltiples ONG venezolanas en sus comedores sociales ubicados en diferentes estados del país. Sin embargo, con la llegada del coronavirus, muchos han tenido que detener su labor, dejando desamparados a miles de beneficiarios. Otros han cambiado la modalidad de distribución de comidas a fin de no desatenderlos ni tampoco contrariar las medidas de cuarentena y distanciamiento social decretadas el pasado 16 de marzo.
La fundación ‘Una sopa para un hermano’ en uno de los comedores que posee en el estado Vargas, sigue alimentando a más de 120 niños diariamente, pero ahora no comparten los alimentos en los mesones que tienen dispuestos para ello, sino que se los llevan a sus hogares.
«Habitualmente el deber ser es que cuando esos niños comen se les enseña los modales del buen uso de la mesa, normas de cortesía, se refuerzan valores para que coman en un espacio dignificado. Esa premisa la teníamos, pero ahora sólo le damos dos horas para que vengan a buscar su comidita y se la coman en su casa», explicó una de las coordinadoras del comedor.
La encargada señaló que desde que se hizo el anuncio oficial sobre los dos casos de coronavirus en Venezuela, en los comedores a su cargo se decidió pasar a la modalidad del «todo para llevar»: los niños van a los comedores con sus viandas, las cocineras se las sirven y ellos se retiran del lugar. Esto porque, a pesar del riesgo que corren, entienden que hay una necesidad de alimentar a esos niños que, en muchas ocasiones, ese almuerzo es la única comida que tienen en el día.
«Estos niños son vulnerables ante cualquier gripe ya que tienen sus defensas bajas y si dejamos de darles el almuerzo estarán más expuestos», explicó la voluntaria, quien prefierió el anonimato.
Acotó también que en las últimas semanas han tratado de darles frutas, como mandarina o naranja, que contienen vitaminas que permiten reforzar su sistema imunológico. No obstante, sabe que incorporar al menú algún otro alimento o proteína que pueda subirle las defensas a los infantes es un «tema álgido que depende del costo de los insumos y las ayudas que recibimos».
Nuevas medidas de higiene
Por su parte, en los comedores sociales de Alimenta la Solidaridad las normas de higiene que ya se tenían simplemente se extremaron y se incluyó el uso de tapabocas, guantes y esterilización profunda de las ollas y espacios que se utilizan. Así lo contó Yorky, la señora que lleva la batuta en el refectorio ubicado en Kennedy, un sector popular de la parroquia capitalina de Macarao.
«Por lo menos nosotras las madres andamos siempre con tapabocas y guantes y aquí gracias a Dios hay full agua y entonces limpiamos todo siempre. Hacemos nuestro trabajo con todo el amor del mundo», explicó.
Yorky indicó que en ese comedor se atiende por turnos. A través de mensajes de whatsapp pautan a los padres de los niños a una hora determinada a retirar las comidas en los envases que están ya previamente identificados. Deben asistir con los cubrebocas respectivos.
En esa zona 50 niños son los beneficiarios, junto a dos madres que están en período de lactancia y tres adultos mayores que, por no tener teléfono inteligente, se les lleva la comida hasta su casa. En total son más de 3000 niños que se benefician con la labor que hace ese equipo de Alimenta la Solidaridad.
Labores que llegaron a su fin
Si bien varias organizaciones no gubernamentales aún se mantienen apoyando a las comunidades vulnerables, no todas corren con la misma suerte. Con la llegada del coronavirus, muchas agrupaciones católicas de varias iglesias que desde hace años se han avocado a ayudar a los más necesitados, han tenido que interrumpir sus labores.
Es el caso del templo San Antonio María Claret, templo parroquial de Los Dos Caminos, donde todos los sábados se ofrece almuerzo a unas 300 personas, muchos de ellos niños y ancianos en situación de calle, quienes en las últimas dos semanas no han podido recibir el sustento por la cuarentena.
Lo mismo ocurre en la iglesia María Auxiliadores, en Boleíta, donde tuvieron que suspender las acciones de ‘olla solidaria’ que se hace religiosamente todos los viernes. Allí se preparan entre 700 y 800 raciones para personas de la más variada condición: desde jubilados cuyas pensiones no alcanzan para alimentarse, hasta familias completas que vienen de varios sectores de la ciudad.
Al mismo tiempo se paralizaron otras labores sociales, como la atención médica para niños, madres embarazadas y ancianos, así como el servicio de aseo personal y reinserción social a personas en situación de calle prestado conjuntamente con la ONG Panabus han quedado suspendidos.
Riesgos latentes
En ese sentido, es necesario acotar que en los comedores que actualmente están operativos también existe el riesgo latente de que puedan dejar de funcionar. En el comedor Canaima, los colaboradores viven por la zona, pero reponer los alimentos es el desafío.
«Estamos haciendo las coordinaciones y buscando las herramientas para que los niños tengan y sigan teniendo comida para este mes, pero eso también depende de si los responsables del comedor van a seguir atendiendo», explicó una trabajadora del comedor.
«En dado caso los responsables tendrían que hacer una pausa porque tal vez se sienten muy en riesgo, porque hay algún infectado en las zonas o ese tipo de cosas que nos llaman a reflexión», explicó.
Al respecto, Roberto Patiño, el fundador de Alimenta La Solidaridad, dijo que aunque actualmente están enfrentando muchos retos, «ya estamos organizándonos con nuestros proveedores para poder garantizar el abastecimiento de los 216 comedores que tenemos en todo el país. Ya hay varios planes de contingencia para poder mantener abiertas nuestras operaciones».
Patiño señaló que al día de hoy están proveyendo almuerzo diario a 14.000 niños en 15 estados del país.
Sin combustible
Del mismo modo, José Ramón Arias, el coordinador de la fundación en Aragua, dijo que pese a que los 17 comedores que tienen en esa entidad aún están trabajando, la escasez de combustible que hay en el estado podría perjudicar su labor. «La cuarentena, asociada a las restricciones de combustible y el cierre de los municipios, el trasladarse de uno a otro afecta a toda la población araguense», señaló
Arias informó que ya tienen una semana sin acceso a la gasolina, con la que tienen surten a los 20 carros que utilizan para trasladar los alimentos que se preparan en los comedores. Incluso ha hecho llamados públicos al gobernador Rodolfo Marco Torres, para que agilizara los permisos de circulación y el despacho de gasolina.
Recordó que está en riesgo la alimentación de 1600 niños, que superaron el estado de desnutrición leve o crítica en que se encontraban, y 400 adultos, entre ellos 200 ancianos.
Activaron el PAE
La cuarentena hizo que el Programa de Alimentación Escolar también se activara en muchas zonas de la capital. Ahora trabajan por «punto y círculo», lo que significa que a las comunidades adyacentes a cada escuela se les brindará ciertas comidas y meriendas. Aunque originalmente sólo atendía a la población escolar, mientras dura la contingencia aumentará su alcance a otras personas.
En Catia, la escuela Ciudad de Barcelona es uno de esos planteles. La matrícula escolar que ahí se maneja es de 820 estudiantes, y aunque su prioridad son niños y adolescentes, por extensión los adultos mayores y discapacitados serán beneficiados por igual.
«Las comidas aquí en el bloque las entregamos casa por casa y los consejos comunales que forman parte de la escuela hacen lo mismo», explicó Elena Reyes, quien aseguró además que los cocineros enviados por el Ministerio de Educación utilizaban guantes, tapabocas y gorros, y que lavaban todo con agua clorada y jabón.
Algo similar están haciendo en Las Adjuntas, donde el personal del programa de alimentación ya tiene una semana yendo todos los días a repartir comida.
«El PAE no se estaba viendo por aquí, pero ahora traen esos camiones repletos. Daban un día sí, un día no, tres meses sí, tres meses no, pero la semana pasada sí fue constante, de lunes a viernes», contó la señora Yorky a TalCual, mientras detallaba que mayormente habían entregado granos chinos, arroz y pollo para el almuerzo de los niños de la comunidad y también galletas y vasos de leche para la merienda.
Del mismo modo, la subdirectora de un plantel en Maiquetía, estado Vargas, señaló que justo la semana antes de iniciarse la cuarentena los habían surtido, y que habían tenido que repartir lo que tenían en las neveras porque la comida no iba a durar en buen estado hasta que se acabara el aislamiento social.
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