En Yare la falta de gas hizo que la leña sustituyera a las hornillas
La explosión de la planta de gas «Jefa Apacuana» de Ocumare del Tuy ha dejado a los vecinos de las poblaciones cercanas resignados a que las bombonas ya no llegarán. El servicio venía fallando hasta colapsar a partir de mayo de 2019. Ahora la falta de gas tiene a la gente tragando humo
Efreida Rodríguez pica, lava y prepara comida en la cocina de su casa ubicada en San Francisco de Yare, a unos 70 kilómetros de Caracas. Allí también consume los alimentos. Pero no cocina. Las hornillas donde solía posar las ollas para la cocción ahora descansan, y desde hace algún tiempo, pues no cuenta con el gas necesario para ponerlas a trabajar.
«Antes uno iba a la bodega y se compraba una bombona y listo», cuenta Efreida. Ella ha visto cómo la disponibilidad del combustible ha ido desvaneciéndose desde hace una década, cuando Hugo Chávez estatizó el servicio de gas que era de distribución privada, haciendo desaparecer a unas 220 firmas dedicadas a ese negocio en todo el país.
Ahora en 2019, la distribución se hace mediante los consejos comunales y las estructuras de los CLAP. La promesa oficial es que cada 15 días se recibirá la bombona de 10 kilos, luego de hacer un pago vía transferencia bancaria electrónica. «Pero en verdad eso lo estaban repartiendo era una vez al mes, y la bombona pequeña que a uno le dura es máximo 20 días si acaso», refuta Cori Rodríguez, hermana de Efreida y su vecina en la calle La Candelaria del sector 23 de enero de Yare, uno de los más golpeados por la falta de gas.
En mayo pasado esa zona de la localidad dejó de recibir las bombonas. Cuatro meses después, sobre la mayoría de las casas hay humareda: con fogones a leña se cocinan los alimentos.
Con el nuevo esquema de distribución anunciado por Nicolás Maduro, asignando la tarea a las gobernaciones controladas por el chavismo o a los «protectores» en regiones gobernadas por opositores, no termina la falta de gas. Las gobernaciones, de hecho, han oficializado los nuevos precios con aumentos de 15.000% en promedio.
En el patio de la casa de Cori hay huellas de por dónde ha pasado la candela. Ha cambiado de lugar tres veces, primero huyéndole al sol y luego organizándola al comprender que no sería algo «de un ratico». Son maderos ardiendo entre dos bloques de arcilla sobre los cuales se posa una rejilla donde se ubican los calderos. Apenas caben dos.
Cori cocina cada tres días pues «no sobra la comida y hay que estirarla», y prender el fogón lleva trabajo. Su hermana Efreida no sabe hacerlo, tampoco le gusta. Pero es quien provee la leña y algunos alimentos. «La madera sale de mi patio. Allí hay árboles que vamos podando y sacando la leña y la chamiza también», dice la mujer, una tapicera reconocida en su comunidad. La pata de una silla también arde. «Esa fue una que se rompió y, vamos a estar claros: estando en Venezuela no la voy a poder reparar. Entonces preferí usarla también», dice la cocinera.
Con esas llamas preparan platos poco variados: arroz, granos, alguna sopa de vegetales, y muy poca proteína animal. «El pollo no lo he visto desde hace meses, y está muy caro. La carne, solo cuando alguno de los muchachos trae algo. De resto, caraota y lentejas bastante».
Ella es obrera de la gobernación de Miranda, donde gana sueldo mínimo: 40 mil bolívares mensuales. Antes completaba su ingreso con los bonos en efectivo que el gobierno de Maduro asigna a través del sistema «carnet de la patria», pero desde hace meses tampoco los recibe. Vive, por tanto, con ayuda de sus hijos: un barbero, un pizzero y una comerciante que proveen al hogar, mientras que el cuarto acaba de terminar educación secundaria. «Además yo vendo comida los fines de semana en el estadio y así me resuelvo. Con esas hallaquitas levanté a mis cuatro muchachos», suelta orgullosa.
Cocinar a leña le pasa factura. El fogón a ras de piso la obliga a doblarse, complicando los problemas de cervical preexistentes, y haciéndola aspirar el humo. «He tenido mucha más gripe, siempre ando congestionada. Además la piel se calienta mucho, se afecta. Como asumo que esto va a continuar, le pedí a mis hijos construirme el fogón sobre una base más alta y de cemento para poder usarlo como una cocina lo más normal posible».
Su sospecha de que la escasez de gas no va a terminar no es descabellada. En todo el país se reportan problemas, y en varias comunidades la brasa se hace obligada. Y en esa región mirandina ahora el asunto es peor desde que explotó el llenadero de Ocumare del Tuy el 24 de agosto.
«Yo cuando supe de ese incendio me preocupé más, porque ahora sí me jodí. Aquí no llegara gas más nunca», dice Efreida. Detalla que antes de la explosión, conseguir las bombonas era cosa difícil y cuando se lograba era con sobreprecio. «La de 10 kilos, la pequeña, se supone que cuesta 5 mil, pero te la conseguían en 60 mil. Ahora quién sabe si habrá».
Su hermana explica que el sobreprecio se daba no solo por la falta de gas en sí mismo, sino «porque quienes lo buscaban al llenadero eran incluso motorizados de la zona que se llevan cuatro o cinco bombonas encima, imagínate ese peligro. Eso cuesta».
En San Francisco de Yare la crisis por el gas no es respondida con protestas. Es un pueblo chavista que no ha participado de las 613 protestas ocurridas en toda Venezuela por falta del servicio de gas durante el primer semestre del año, acorde a registros del Observatorio de Conflictividad Social (OVCS).
Allí el oficialismo ha gobernado con comodidad desde hace tres lustros, y cada alcalde ha reciclado la misma promesa: instalaremos tuberías de gas directo. «No han podido resolver que tengamos agua con frecuencia, imagínate eso», responde Efreida.
La suya es apenas una de las casas que ha optado por picar leña y echarle candela. La escasez de gas afecta a toda la comunidad del 23 de enero en Yare, donde cocinar al fogón ya o es por gusto, por disfrutar en familia un sancocho de fin de semana, sino una obligación. «Ahora es cocinar así o joderse», suelta Cori con rabia.
La afirmación de campaña replica la hecha por el propio Hugo Chávez hace casi dos décadas, cuando su ministro de Energía en el año 2000, Alí Rodríguez Araque, aseguró que así se haría en todo el país. En 2019, solo 26% de los consumidores tienen gas directo, de acuerdo al registro del Observatorio de Servicios Públicos.