Encrucijadas del urbanismo, por Marcos Negrón
Después de seis o siete milenios de la aparición de las primeras ciudades en la historia de la humanidad en nuestro siglo la población urbana del mundo supera a la rural por primera vez. Ese proceso, sin embargo, no ha sido gradual sino que registra una deslumbrante aceleración desde inicios del siglo pasado, particularmente después de finalizada la segunda guerra mundial. Además, él no consistió en una simple mudanza de la población del campo a las ciudades sino que se acompañó de un descomunal incremento del crecimiento demográfico y el surgimiento de un nuevo tipo de aglomeración urbana, no solo mucho más grande sino también cualitativamente diferente de lo que históricamente se conoció como ciudad: la metrópoli.
En su despliegue, ese proceso generó mucha incertidumbre y alimentó importantes polémicas. Un autor del prestigio de Lewis Mumford llegó a llamarlas necrópolis, contribuyendo a alimentar importantes corrientes de pensamiento que, inútilmente, proponían ponerle un freno a su expansión.
Sin embargo, al cerrar el siglo, cuando ya existían unas 40 aglomeraciones urbanas de más de cinco millones de habitantes repartidas en todos los continentes, el consenso dominante pareciera ser el reconocimiento de que, al final, el balance es positivo: más allá de que ellas son los principales motores de la economía contemporánea, es imposible no reconocer sus extraordinarios aportes al progreso social y cultural de la humanidad. Pero transcurridas ya dos décadas de este siglo, comienzan a percibirse importantes problemas, algunos, paradójicamente, consecuencia de sus propios éxitos que no pueden ser subestimados porque constituyen una amenaza real para su desarrollo futuro.
Esto quedó evidenciado en los debates e informes que precedieron a la Conferencia de Naciones Unidas sobre Vivienda y Desarrollo Urbano Sustentable (Hábitat III), celebrada en Quito en octubre de 2016 y que produjo la llamada Nueva Agenda Urbana, un documento cuya importancia es indudable pese a las críticas que ha recibido, sea por las lagunas presentes en el diagnóstico, sea por la vaguedad de las acciones propuestas para enfrentar los retos.
En las líneas que siguen se persigue un objetivo más modesto: ensayar una primera aproximación a los que, a juicio de quien escribe, son los principales nudos que debe desatar la acción urbanística en Venezuela si se aspira a superar el estancamiento, muchas veces el retroceso que la ha marcado en, por lo menos, las últimas tres décadas.
Un primer nudo está asociado al tema de la autonomía de los gobiernos locales, la gobernabilidad metropolitana, el rol de la sociedad civil y las relaciones entre los gobiernos locales y el nacional, un complejo y delicado sistema que en las últimas dos décadas ha venido siendo profundamente afectado por el desaforado afán centralizador del régimen. También está pendiente el tema de la vivienda, agravado por la falta de información oficial y la extrema manipulación política (un botón de muestra: el gobierno asegura haber entregado 500 mil viviendas en 2019 mientras la economía, en particular el sector construcción, registra cinco años consecutivos de recesión). En este rubro hay muchas tareas pendientes, pero habrá que comenzar por recabar y ordenar la información más básica para por lo menos saber dónde estamos parados.
Para las ciudades contemporáneas, tanto por razones de eficiencia como de equidad, la cuestión del transporte es esencial, pero en esta materia las ciudades venezolanas sólo han conocido retrocesos desde que se inició el siglo. Por supuesto, está el tema de la planificación urbana, una actividad crucial para enfrentar el futuro pero que en Venezuela ha sido abandonada por todas las instancias de gobierno, desde las nacionales hasta las locales.
La intención es emprender un abordaje sistemático de estos temas (y otros que por brevedad no se han mencionado) en las próximas columnas esperando con ello alimentar un debate, necesario y urgente, si se aspira ofrecer a los venezolanos una vida digna en espacios que estimulen la creatividad y la solidaridad.